Nivel 56

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No podía decir que estaba dormido y había sido despertado, su cerebro se había desconectado con los ojos abiertos sin permitirle descansar desde que el sol se ocultó y hasta que volvió a salir por el horizonte. Solo el teléfono repicando fue lo que sirvió de puente para sacarlo de su estado casi catatónico, levantando su brazo hacia la mesa de noche en busca del aparato, desbloqueando la pantalla y reposando su bocina en su oído.

— ¿Diga? — Murmuró, frotando sus ojos.

— Increíble, aún sigues en cama.

Le tomó unos segundos reconocer la voz que a través del parlante le reñía en otro idioma, su primera reacción irracional fue arrojar su cuerpo fuera de la cama en un salto por la impresión, más cada músculo de su cuerpo se petrificó de tal forma que no podría ni despegarse el móvil de la oreja si lo deseara. Incluso su respiración, que por reacción inmediata debió haberse alterado, se volvió una más lenta y profunda llenando lo mínimo de oxígeno sus pulmones. Su cuerpo estaba actuando de forma instintiva como una presa ocultando su posición del depredador.

— Hola, mamá — Saludó de forma mecánica, llevando la mirada al reloj de pared para asegurarse que tuviera movimiento y no estuviera soñando.

— ¿Es acaso esa la manera en que te ganas la vida? ¿Para eso te quedaste en España? Para traer vergüenza a la familia.

Estar recibiendo sus reprimendas antes de que cualquier saludo era el comportamiento típico de su progenitora, y aunque sabía que cualquier mínima cosa podria desatar su ira, no podía comprender a qué se estaba refiriendo ahora.

— ¿De qué me estás hablando?

— No te hagas el desentendido conmigo, Rubén Doblas. Recibí tu correo promocional — Acusó la molesta mujer — Las fotos esas tuyas desnudo ¿Es que no te da vergüenza?

Su mandíbula casi se desprende de su rostro ante la impresión de lo que estaba escuchando, no estaba dormido ni en un sueño lo suficientemente creíble para imaginar algo tan retorcido como eso. Saltó de su cama hacia su computadora, sacudiendo su cabeza en negativa.

— ¿Qué correo? Yo no te envié ningún correo — Murmuró mientras sacudía el mouse en su mano, abriendo lo más rápido que podía su navegador.

— No te hagas el tonto conmigo, Rubén. Sabes muy bien de lo que te estoy hablando, agradece que no estoy en un avión camino a España en este momento.

Dio click sobre su Gmail y en seguida la bandeja de entrada de su correo se abrió, nervioso buscó sus enviados y al abrirlo su corazón entro en pánico ante el último mensaje enviado. El día anterior a las 8 de la noche, a la dirección de correo laboral de su madre con más de 10 fotos adjuntadas. Podía escucharla aún alebrestada tras el micrófono del celular sin entender nada de lo que estaba diciendo presa del shock. Por supuesto él no había enviado ese correo, ni siquiera contaba con las fotos del proyecto de Irina ¿Cómo era eso posible?

A menos que... Hubieran hackeado su computadora ¡¿Cómo?!

— Son fotos falsas — Se apresuró a decir lo más seguro de sí mismo que podía — Están creadas por Photoshop, algún tonto de mi facultad habrá pensado que sería divertido hacer esa broma y aprovechó que deje mi correo abierto en el ciber café de la Universidad.

— Tu debes pensar que soy tonta ¿No es así? Como si no fuera capaz de reconocer el cuerpo de mi propio hijo — La escuchó soltar una fuerte respiración del otro lado de la línea, imaginándose que había tomado asiento al ser consumida por la ira que estaba sintiendo. Posiblemente estuviera en ese despacho suyo del cual amaba no salir, vistiendo uno de esos trajes confeccionados a la medida que no se quitaba ni para estar en su propia casa — Ya fue suficiente, Rubén. He permitido que te diviertas todos estos años manchando nuestro apellido esperando que tomaras compostura tú mismo, pero cada día me convenzo a mí misma que eso no pasará jamás. Te regresarás a Noruega esta misma semana, enviaré a mi asistente a comprar tu pasaje.

OtherLife [Rubegetta] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora