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Narrador omnisciente.

Yo portaba orgullosamente una 3-80 que vio mi final.

—¡Ovidio, por favor!— Caliope lloraba mientras la ambulancia iba a toda velocidad.

—Vas a estar bien ¿Si?— Cali tomaba su mano desesperada. Mientras que con la otra sobaba su vientre.

Valientes cobardes, sicarios de mentiras, llegan por la espalda no me pude defender.

¡Cierren toda la clínica, que mi hermano, cuñado y mi mujer vienen mal!— Iván gritaba por los radios mientras que en todo Culiacán ya se empezaban a desatar rumores.

Siempre anduve con la güera en las buenas y en las malas.

Caliope.

Miraba el rostro de mi ratón, pálido, y sus labios cada vez más morados.

Esto no me podía pasar, no le podía pasar a él.

—Tienes que vivir raton— dije mientras acariciaba su rostro y escuchaba los sollozos de Serafín.

—Cali, debes de estar tranquila por tus bebés—.

Mis bebés.

—Es mi hermanito Serafín— dije recostandome en el pecho de Ovidio mientras tomaba la mano de Serafín.

—Tambien es mi carnal— sentí como apretó mi mano.

Llegamos a la clínica y la camilla de Ovidio fue la primera en bajar, luego ayudaron a Serafín corriendo los subieron a quirófano.

Mire a Iván quien me tenía de la mano desde que baje de la ambulancia.

—Cali mírame— mire a Iván.

—¿Estarán bien?— lo mire y pude ver cómo sus ojitos se ponían rojos.

—Vamos a que vean a nuestros bebés mi amor—

Iván me abrazo y seguimos, yo recargada en su pecho, el abrazándome fuerte, ambos estando a punto de llorar,  Iván era mi hogar.

Don Mayo.

📍Rancho del Salado.

Miraba las fotos tachadas.
Gerardo.
Fabricio
Fernando
Isidro

Y ahora también la de: Sebastián.

El cariño de mi bebé ahora sería para mí. Saque la 6ta fotografía. Ovidio.

Según Mayito estaba grave, aunque Serafín tambien lo estaba, pero me reconfortaba el que no estuviera igual de grave que el ratón.

—¿Y si nos descubren?— hablo preocupado.

Me acomode el sombrero.

—Nadie lo hará— el asintió poco convencido.

—Apa, pero Cali va a sufrir, esto no estuvo bien, ella pudo morir— Vicente me recriminó por 5ta vez.

—Caliope no morirá—le dije ya molesto.

—Estas más Ismael— escuché a Mariel.— Caliope merece ser feliz, ya le quitaste su vida normal, a su padre, a sus hermanos, y ahora a Ovidio, su mejor amigo y tu ahijado— me dijo completamente enojada.

—Y no son todos los que debo de quitar del camino— dije viéndola haciendo que apartará la mirada.

El temor de mi mujer me encantaba.

Si le haces más daño a mi princesa— me señaló —Te juro que te mato Ismael— me miró primero a mí, luego a Vicente, quien no le bajaba la mirada.

—No me amenaces— le dije mientras escuchaba como Vicente de desfajaba el arma.

Mariel trato de darme una cachetada y fue la detonacion de el arma de Vicente que retumbo en el despacho.

Iván.

Miraba a Cali sobar su vientre mientras que en una mano tenía tomados con fuerza dos dijes.

—¿Que son?— le miré.

—Ovidio les compro a los bebés— dijo y de nuevo miré sus ojitos arder.

Ambos nos quedamos en silencio mientras yo solo sobaba su espalda y ella me miraba llorando.

—Tu nunca me dejes Archi—.

—Toda mi vida estaré contigo vieja hermosa— dije viéndola y dándole un beso en la frente.

No podría vivir sin ella.

[•••]

Tres horas habían pasado, y solo miraba como Cali se levantaba caminaba y se volvía a sentar.

—¿Está bien mija?— dije mirando como apretaba mucho sus manos.

Y antes de que pudiera decirme algo, las puertas de la clínica se abrieron dejando ver a Don Mayo quien en brazos traía a Mariel y Vicente detrás de ellos.

—¡¿Que le pasó a mi mamá?!— pregunto Cali desesperada.

—Nos atacaron mi vida— las palabras de don Ismael sonaban tan falsas como las veces que Cali me dice que no es celosa.

—¡AHHHH!— el grito de mi mujer mientras sangraba y se sostenía el vientre, hicieron que mi corazón dejara de latir por unos momentos.

—¡Doctor!— Vicente grito y se llevaron a Mariel, junto con Cali.

—Esto no puede estar pasando.— me dije a mi mismo mientras sentía mi corazón arder.

—EL PACIENTE CON HERIDAS DE BALA EN EL ABDOMEN SE ESTA DESANGRANDO—

Serafín; Se llegó el momento, ya ni escogí la manera.

LOS PERDEMOS A LOS TRES—

Mis amores.

Caliope; Hace mucho tiempo, estuve en lista de espera.

EL MUCHACHO GÜERITO QUE LLEGO INCONSCIENTE ESTA TENIENDO UN PARO—

Ovidio: quizás fui un cualquiera, pero nunca del montón.

LA SEÑORA NECESITA SANGRE—

Mariel; y tan derrepente se apagó la luz.

Todos en la sala estábamos de pie solo viendo cómo médicos, enfermeras corrían de un lado a otro.

Mi mujer, mi hermano, mi compadre y la mujer que nos cuidaba como si fuese nuestra madre, todos, al mismo tiempo luchaban por su vida.

—¿Y si se les pasa algo?— los hermanos de Cali lloraban.

—Todo estará bien carnal, todos van a salir bien— Alfredo me trataba de consolar.

Estuve a nada de contestar, cuando toda la sala se quedó en silencio.

Hora de la muerte: 7:56 pm—

Un escalofrío recorrió mi cuerpo entero, nadie sabía quien había muerto, el miedo y las ganas de llorar recorrían todo mi ser y mi alma.

—Puta madre— susurré una y otra vez mientras tapaba mi cara para que no me vieran llorar.

Nuevo domicilio entre la tumba y la cruz. Al clan de los muertos, ahora doy nuevo ingresado.



𝐋𝐚 𝐩𝐫𝐢𝐧𝐜𝐞𝐬𝐚 𝐩𝐞𝐫𝐝𝐢𝐝𝐚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora