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Mariel.

—¿No te fue suficiente?— le pregunté.

—Mariel, a mi nunca me será suficiente el tener el amor de mi princesa solo para nosotros.— me tomo de los brazos y me vio directo a lo ojos.

—No puedes matarlos Ismael, no lo harás, ya no más— dije viéndolo seria— Nuestra hija ya está con nosotros, no le causemos más tristezas— el me miró y solo negó.

—Quiero ser su único amor, como siempre debió haber Sido, ser su primer amor, como todo padre con su princesa, pero ese papel lo tuvo otro hombre— me miró con los puños cerrados. —Nadie mas me quitará el amor de mi hija—. Sin más el salió de ahí dando un portaso.

Iván.

Miraba detalladamente y con cautela la mano de la mujer que ahora estaba enfrente de mí, Cali tenía las manos mucho más bonitas.

—Entonces ¿Cuál te gusta?– pregunto Serafín viéndome.

—Son de lo mejor— dijo Fabricio.— hay tanto de donde agarrar.

—¿Rubí o Jade?— me preguntó Ovidio mientras se frotaba a las manos emocionado.

—No puedo creer que nos hayas traído aquí— dijo Vicente — y que es eso de ¿Rubí o Jade?, Caliope no se merece eso.

—El chente tiene razón— dijo Rodrigo—¿Cómo le vas a pedir matrimonio con un anillo con piedra de Rubí o de Jade? Un diamante mi rey, ni que no tuvieras—

Todos reímos con la respuesta de Rodrigo.

El anillo más escandaloso y lujoso llamo la atención de los Zambada y de mis hermanos, pero los Barraza hicieron muecas, definitivamente no era de su agrado.

—Este le encantará— dijo Vicente mientras miraba maravillado todos los diamantes incrustados.

—No— le dijo Chilo ganando la atención de todos. El dirijo la mirada a dónde sus hermanos junto con Ovidio la tenían—Este le encantará—.

El anillo era precioso, delicado, elegante, pero sobre todo era perfecto para ella.

—¿Que tienes wey?— dijo Serafín mientras miraba a Ovidio, quien se había sentado de repente mientras comenzaba a hiperventilar.

—Me duele mucho el pecho— dijo entre jadeos.

—A ver siéntate cabron— le dije preocupado mientras le daba el anillo a Vicente, a quien no le agrado nada que fuera elegido por Isidro.

Ovidio estaba pálido, y por inercia saque mi teléfono.

C. Barraza.

Saldré para con la gine, Archi. Nos vemos más tarde, te amo.

Ignore el hecho de como se había registrado en mi teléfono, mi vista estaba intercalada con Ovidio y el mensaje de Cali.

Algo no estaba bien y era claro que Ovidio lo estaba sintiendo. Les di una rápida mirada a sus hermanos y los míos, y ambos entendemos, marque una y otra vez al número de Caliope pero solo me mandaba al buzón.

Mi corazón latía a mil por hora.

—¡Perra madre!— grito Vicente y nuestra atención se dirigió a el.—No llevo seguridad Iván— me miró serio.

—Me cago en mi perra bomba madre— dije mientras salía de la joyería con todos detrás de mí.

Que solo sea una mala coincidencia y que mi mujer e hijos estén bien.

Ramón Arellano.

En  mi mente  pasaban los recuerdos de la vez que me arrebataron a Mi Reina de Ojos celestes.

Mi hombre de confianza, quien esa noche se hizo pasar por mí, mismo al que le dispararon en la cabeza y tórax, vino a mi mente cuando le hable por primera vez de esta musa, Caliope.

Ahora mi mente estaba cuando destasaron a mis hermanos, la forma en que lo hicieron y como yo tuve que vivir en las sombras, pero siempre al pendiente.

—Por favor— dijo ella con un hilo de voz— No me hagas daño—.

Me encanta como me súplica.

Ahora estaremos juntos para siempre mi reina, tendremos a nuestros hijos, y nos iremos lejos, muy lejos.— la tomé fuertemente de la mandíbula haciendo que me viera.

—Primero muerta, antes de estar contigo por el resto de mis días, y antes te mato a dejar que cries a mis hijos— la mirada que me estaba dando en este momento, me hacía doblemarme a sus pies.

—Entonces, que Dios se apiade de nuestras almas, Mi reina

La agarre bruscamente de su rostro y le plante un beso.

Salí del cuarto, pero no sin antes oírla susurrar unas cosas a su vientre mientras ella lo acariciaba, ella embarazada y con miedo, era la mujer más perfecta del mundo.

Caliope.

—Todo estará bien mis niños— susurré a mis bebés que no dejaban de moverse.—Todo estará bien—.

Lo decia más como una súplica al universo y Dios, que como una afirmación. Y de ese modo me abracé a mi misma mientras lloraba sin parar, mientras el recuerdo de mi papi Gera, y mis hermanos pasaban por mi mente, acaricie el anillo que mi papito me regaló en mis 15 años.

No me queda más, que llorar.

No me queda más, que pedir por nuestras vidas.

No me queda más, que aceptar que mi vida no será la misma que era hace casi un año.

No me queda más, que comprender, que mi vida era mejor antes de conocerlos. Cuando solo éramos mi papá Gerardo, mis 4 hermanos, y mis chivas en el rancho.

Que todo esté bien.— pedí como consuelo.

𝐋𝐚 𝐩𝐫𝐢𝐧𝐜𝐞𝐬𝐚 𝐩𝐞𝐫𝐝𝐢𝐝𝐚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora