37

1.7K 187 102
                                    

Caliope.

Miraba jugar a los bebés, serafín estaba con ellos acostado, mientras que les cantaba madre y media.

Es el jefe lo es y lo era, gira y se para la tierra si Joaquín lo ordena— cantaba animado mientras movía los picesitos de mis niños.

—Esta con madres esa canción— dije y recordé como Iván la pasa cantando.

—Siempre me han gustado más las canciones de los Guzmán que las de nosotros— dijo y lo miré.

—¿A quien no mijo?— el sonrió poquito, era la primera vez que lo hacía.

—¿Por qué lo hizo Cali?— Serafín tenía su vista fijada en Ovidio, mientras que Néstor estaba atenta a cualquier movimiento de su tío.

—No lo sé — dije y las lágrimas quisieron volver a salir.

Iván.

Mire la avioneta en la que íbamos a abordar yo y Alfredo, tenía un presentimiento, pero teníamos que ir y arreglar nosotros todo el pinche pedo que estaba sucediendo.

—¿Cómo se tomó Cali que fueses a venir?— 

Si bien, mi mujer y yo no nos habíamos separado en el tiempo que mi carnalillo se nos fué.

—Me marca cada 15 minutos solo para ver qué aún sigo vivo— dije y ambos nos quedamos en silencio.

—¿Quien se quedó con ella?— me preguntó luego de un rato.

—Serafin— el asintio.

—Se cuidarán bien— ahora era yo quien asentia.

No creo que el cabron de Don Mayo le falten más huevos para matar a su hijo solo por cuidar a Cali.

Asentí lento mientras que subíamos juntos, estábamos a nada de despegar, cuando el piloto hablo.

—Sera un viaje largo— 

Si que lo sería.

Llevábamos 3 horas arriba, cuando Alfredo me miró asustado.

—¿Que pedo cabron?— pregunté cuando lo mire ponerse pálido.

—Ya valimos verga Iván— lo mire sin entender cuando apuntaba para afuera. Mire por la pequeña ventana y la perra turbina se estaba quemando.

No puede ser posible.

—¡No mames! Tengo dos hijos cabron, agarra el pinche pedo pues— le grite una y otra vez al piloto, pero este ya estaba muerto, espuma en su boca, había Sido envenenado.

Nos estaba llevando la verga. No había solución y yo lo sabía.

Prendí el teléfono, y apesar de no poder llamar, grabe un mensaje que espero y le llegase a mi chula.

—No hay día que no piense en ti y en lo feliz que fui al conocerte, y lo que más me atormenta es que quizás yo ya no te vuelva a ver. Eres la persona más noble y perfecta que conocí Cali, y llorando te digo que cuando me encuentre al lado de Dios, le rogare que me regale un pedacito del cielo, pa' cuando nos volvamos a ver, estemos juntos los dos, y seamos felices, tal como no nos dejaron serlo. Me encontré con mi ratón y le diré cuanto le extrañas…eres el amor de mi vida, siempre lo supe, eres mi todo y mi más grande amor, te amo para siempre princesa mía…."—

Caliope.

Terminé de escuchar el audio que Iván me había mandado, no sabía que era lo que estaba pasando, mi corazón latía con gran intensidad, no podía perderlo, no a él.

—Señora— Mayel llegó conmigo corriendo—El avión se estrelló en la sierra de Durango— el pecho me comenzaba a arder. 

—¿¡Dónde está mi esposo!? ¿Alfredo? ¿dónde está?— pregunté ansiosa. 

Su silencio me daba miedo.

Su silencio me estaba confirmando lo que ya sabía.

—No hay sobrevivientes— dijo mientras agachaba la miraba.

Sentí el alma salir de mi cuerpo mientras que espasmos recorrían mi cuerpo entero.

—No, no, no— negaba rápidamente mientras que el aire comenzaba a faltarme.

—¿Cali?— Serafín llegó a mi lado, junto con Rodrigo.

—¡¡Dime qué no es verdad!!— gritaba—Por favor dime qué el amor de mi vida no está muerto— nadie entendía lo que estaba pasando.

—¿Que está pasando aquí?—

Don Ismael, el Mayo.

Vicente y yo sabíamos perfectamente lo que estaba pasando, y cómo es que estaba pasando.

—Dime que Iván no está muerto— gritó Caliope mientras me miraba y todos se quedaron callados.

Que rápido corre la voz.

—Mi niña— la abracé, pero de algún modo sentí su rechazó.

—Él no lo merecía— dijo saliéndose de mí.

—Fue un accidente— dijo Vicente tratando de convencerse más así mismo que a Cali.

Este cabrón la va a volver a cagar.

—No lo fue— Calíope me dió una rápida mirada que me hizo poner nervioso.

—¿De qué habla pues mija?— dije mirando como llegaba mi compadre y Alejandrina, la voz ya de había corrido, y los lacras comenzaban a acercarse.

—DIME QUE MI HIJO NO ESTÁ MUERTO— Joaquín gritaba desesperado mientras que Cali era abrazada por Alejandrina.

No la había visto detalladamente, pero seguía igual de buena que cuando se casó con mi compadre.

El ambiente se sentía tensó, demasiado, pero Cali limpio sus lágrimas, tomo a sus hijos en los brazos y me miró, me miró de una manera que me dolía. Con despreció.

—Los quiero fuera de mi casa ¡YA!—  todos la miramos confundidos.—Pidanle a Dios— Dijo señalando a mí y a mis hijos, con excepción a Serafín.—Que quién mandó tirar el avión de mi esposo, no sea el mismo asesino de mis hermanos y de mi ratón— dijo y las manos comenzaron a sudarme.

¿¡Cómo putas mi princesa sabía que sus perros hermanos estaban muertos!?

—¿Que harás?— pregunto chente con notable miedo.

—Los mataré de la manera más sádica posible— sus pupilas estaban tan dilatadas, que ya no había el azul de sus ojos.

Mi princesa me estaba viendo de la misma manera que yo miro a mis enemigos.

Y me dolía el pecho solo de pensar éso. Ella no podía odiarme, no luego de yo hacer y mover todo para que ella estuviera conmigo.

—Cali cálmate mi amor— dije tratando de acercarme.

—¿No entendieron?— pregunto aún con sus hijos en brazos— ¡Los quiero fuera!— dijo con las lágrimas en los ojos.

Caliope, mi niña, mi bebé, estaba muy mal.

¿Que madres le había echo a la niña de mis ojos?.

𝐋𝐚 𝐩𝐫𝐢𝐧𝐜𝐞𝐬𝐚 𝐩𝐞𝐫𝐝𝐢𝐝𝐚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora