32

2.1K 213 97
                                    

Caliope.

—¡Cali! Mi niña— Iván llegó corriendo y agachandose conmigo.

Mi vista estaba fijada en el cuerpo de Ramón. Estaba muerto, Iván lo había matado.

—No te volverá a dañar, lo prometo— hizo que lo viera a los ojos.

—Esta muerto— le susurré sobre los labios.

—Matare a todo el que te haga daño— dijo mientras se enfocaba en mis golpes.—Tu eres la brisa de mi vida, lo único que me hace querer levantarme en las mañanas, eres el amor de mi vida Cali—

—Tu eres el amor de mi vida también Archi— dije mientras el limpiaba mís lágrimas.

—¡Princesa!— mi papá había llegado con todos.—Mirate nomás— mire como empujó groseramente a Iván, acto que a ambos nos dejó sorprendidos.

De un derrepente todos, mis hermanos  ya estaban aquí. Ovidio en cuanto me miró se quitó la camisa y trato de cubrirme al menos por enfrente.

Mis hermanos trataban de abrazarme mientras yo solo esperaba a mis 4 vaqueros, pero ninguno de ellos llegaba.

—¿Te hizo algo?— pregunto serafín revisando mi cara.

Negué.

—Tuve mucho miedo de perderte de nuevo Cali— Ovidio me miró— Tu eres la brisa de mi vida.

Escuché confusa, Iván acababa de decirme eso, pero al parecer nadie aquí lo habían notado.

[•••••]

Habíamos llegado al rancho de Iván, era un mejor lugar para mí, eso fue lo que dijo él.

—¿Mis hermanos dónde están?— pregunté apenas puse un pie adentro se su casa.

—Vienen detrás mija— voltee enseguida, pero ellos no estaban— Ahí está Vicente, Serafín e Ismael, tus hermanos— dijo mi papá mientras me veía tratando de analizar mis pensamientos, o al menos eso reflejaba.

Iván se dió cuenta de lo que pasaba y me tomo la mano para llevarme con él.

—¿Que pasa con él?— me preguntó mientras me llevaba a la cocina.

—Esta raro ¿no crees?— le dije algo nerviosa.

—Quizas tuvo miedo de perderte, todos tuvimos mucho miedo— dijo mientras miraba sus ojos cristalinos.

—¿Dónde está la mujer de mi vida?—

Reconocí su voz.

—Fer— solté el aire retenido, por un momento temí el que les hubiese pasado algo.

—Mira nomás lo que te hicieron— Fabricio llegó con buñuelos y lo mire extrañada cuando Ovidio se los quitó.

—Ni me mires así Cali, tengo mucho antojo de esto— reí cuando mire el como se los comía, como si nunca hubiese comido.

—¿Dónde están Chilo y Sebas?— apenas iban a contestar cuando ambos llegaron con rosas.

—Aqui estás mi niña— Vicente llegó sonriendo.

Iván estaba detrás de mi, mientras que yo tenía mi espalda desnuda, el con su mano y una gasa desinfectaba y curaba mis heridas, y cuando mis hermanos no lo miraban, dejaba pequeños besos en esta.

—Pinche quino— Sentí el susto de Iván cuando serafín hizo su voz más gruesa.

—Pinche serillo corriente— dijo Iván haciendo que este abriera la boca.

𝐋𝐚 𝐩𝐫𝐢𝐧𝐜𝐞𝐬𝐚 𝐩𝐞𝐫𝐝𝐢𝐝𝐚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora