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Ovidio.

Las tijeras, las el bote de pastillas para dormir tirado, el espejo reventado, me hacían pensar lo peor.

–¡Cali!– dije en un tono de súplica por qué me contestará.–Por Dios Cali– dije cuando la miré.

Estaba en la tina, completamente desnuda, mientras sus ojos tenían el rimen corrido,  estaba echa bolita, mientras cantaba en susurros.

–Quiero cuidarte y conocerte, acercarme y tenerte– decía llorando cada vez más fuerte mientras sus manos temblaban.

–Ay mi niña– dije tomando una toalla para envolverla, el agua caí ahora en nuestros dos cuerpos.

–No puedo hacerlo Ovidio– dijo mientras se aferraba a la toalla de baño.–El era mi vida entera, no puedo, no quiero dejarlo ir– lloraba y con cada palabra que decía me hacía sentir inútil. No podía hacer nada por ella y eso me chingaba de la manera más fea.

–Quiero cuidarte y protegerte, darte mi gloria mi alma y mi suerte– siguió cantando en susurros, mientras temblaba y sus ojos empezaban a cerrar.

Mi vista se fue a los muchachos, quienes miraban preocupados, Iván al igual que Vicente quisieron acercarse a lo que solo los mire.

–Mi reina– dijo Iván acercándose– Ven aquí, nena– Iván me vio y yo poco a poco fui soltando a Cali, para que el la tomará.– Todo estará bien–

–Hay que dejarlos– les dije para luego salir de su habitación, más preocupados de lo que ya estábamos.

Iván.

Mire su cuerpo enredado en una toalla mientras ella susurraba cosas, cada ves más débil. Abrió poco sus ojos, y me miró fijamente, sus pupilas dilatadas me confirmaron lo que creía. Estaba drogada.

Ella solo me veía, pero no reaccionaba, estaba ida completamente.

–Vamos a cambiarte mija– la cargué, y camine hacia su cama y la recosté.

Busque entre su ropa algo cómodo para que usará, así que una playera mía y un  leggins me pareció adecuado, busque su ropa interior y aunque no era un buen momento ¡Santo Dios con su ropa!.

–No quiero que me veas así– dijo llorando –Soy una puta drogadicta Iván– dijo viéndome –No quiero que me veas así– dijo en casi un susurro.

El verla de esta manera, tan desprotegida, tan vulnerable, hacía que quisiera matar a los malditos que le hicieron esto de la manera más dolorosa y lenta que pudiera hacerlo.

Ella me vio, y solo negué, le di un beso en la frente y quite la toalla de su cabeza, el no verla era imposible. El no fijarme en su cicatriz del hombro, en las quemaduras y cortadas que tenía era imposible. Ella ya no me miraba a mi de había quedado fija viendo el foco.

Empecé poniendo su ropa interior para después poner mi playera y con ella sus leggins. De sus ojos brotaban lágrimas involuntarias, había pasado ya mi mano por sus mejillas tratando de quitarlas, pero estás no paraban.

Ella después de un rato me vio a los ojos.

–Te quiero– dijo mientras tocaba ni mejilla– pero yo no puedo vivir así.– sin más ella se acostó y en menos de 2 minutos estaba dormida, tal como la niña de 3 añitos que había sido.

Fabricio.

Mire a mis hermanos por última vez.

–Por ellos y ustedes– dijo Sebastián mientras abrochaba su chaleco.– cabrones Cali está como está  y nuestro apa no está– el coraje con el que decía las cosas hacía que yo también las sintiera.

–Y no es por nada, pero amigos nuestros dicen que la forma en que matamos y destasamos a un animal es la misma manera en la que podríamos torturar de una manera lenta y dolorosa.– dijo Fernando acercándose a los 4 hombres que teníamos amarrados e incados; Benjamín Arellano, El lobito, Eduardo Arellano y Miguel Ángel, hijo de Ramón.– No es así comandante.

Rodrigo se apareció con una sonrisa que a todos nos provocó miedo, el que hoy estuviéramos apunto de destasarlos en lugar de estar con Cali protegiéndola, me hacía dudar, pero esto era algo que necesitábamos sin Duda. Chilo y Sebastián se encargaron del lobito. Quien fue el primero en morir.

Isidro clavo su navaja en la córnea de su ojo derecho, dónde le dió vuelta haciendo que el ojo saliera poco a poco, los quejidos de los 4 hombres eran cada vez más fuertes al tenerlos amordazados, no podían hacer nada. Sebastián le arrancaba las uñas mientras que en cada herida le echaba alchol haciendo que literalmente comenzará a llorar sangre. Comenzó haciendo pequeños cortes en su piel, nada profundos, pero luego comenzó a quitar la piel de este, terminando con el reconocimiento facial de este y al mismo tiempo con su vida.

–¡Se van a morir hijos de su perra madre!– dijo Rodrigo en un arranque de irá.–Lo harán de la maldita forma más sádica que haya–  su mirada se enfoco en Benjamín.

Le quito el trapo de la boca  y este no perdió el tiempo para hablar.

– No sabes cuánto disfrute el tener a tu hermana en todas las posiciones posibles– dijo sin ningún descaro mientras me miraba– el verla suplicando por qué la dejara, solo aumento las ganas de cogerla–

No dijo más para cuando Fernando y yo ya le habíamos habierto el estómago para sacar sus tripas una por una y de esta manera reventarlas con una navaja, no duró más de 4 minutos, pero sabemos que fue muy dolorosa, pues en su lecho de muerte lloraba y gritaba de manera que los tímpanos retumbaban.

– No sabes lo bien que se sintió el tirarnos a tu protejida Chino– dijo Eduardo riendo. –Todos nosotros, quitándonos las ganas con ella al mismo tiempo, convirtiéndola en sumisa, en una maldita perra– escupió como si fuera un logró. –La mujer más importante para los Zambada, los Guzmán, para los Ántrax y para ustedes, siendo nuestra puta personal a cambio de una dosis, era la gloria pura–

– Como gloria se sentirá cuando te mate.– Rodrigo no ocupo decir más para cuando encajo un machete en su pelvis. Haciendo que su pene quedará cortado en 2. El grito que soltó Eduardo fue tan de dolor que no pude evitar reír. Pero eso no era nada para lo que le esperaba.

Rodrigo hizo una rajada en medio de cada una de sus costillas, y en cada orificio metía la mano, aseguraba el hueso y sin más lo retorcía, haciendo que la costilla se quebrara y al mismo tiempo perforara poco a poco el pulmón. Lo mismo hizo con todas sus costillas, pero esa no era todo, en cada rajada, echaba media bolsa de sal, exprimiendo así 2 limones en cada una,  cada grito que daba me daba una satisfacción enorme. El cabron a no moría, pero eso cambió cuando el chino metió una navaja hasta su garganta y corto todo a su pasó.

Quedaba uno, el hijo. Pero justo cuando lo desatamos, para comenzar su "Juicio" como el chino le había apodado, tomo la navaja del ojo de su tío y sin más se degolló.

El haber matado a estos, hacían que al menos poco ya no nos sintieramos culpables. No era la primera vez que lo hacíamos, el que dañaran a la mujer más importante en nuestras vidas no era algo que dejaríamos pasar.

Vicente.

Cali al fin pudo dormir– decía Iván mientras se sentaba a mi lado.

–No se cómo va a superar todo– dije viéndolo– todos los días Cali se levantaba solo para hablar con su papá, mientras el viejo le peinaba.

Iván iba a contestarme cuando la llamada de Fabricio lo interrumpió.

–Chente, pon el canal 15, mañana le caemos a Cali, ya acabamos lo que teníamos que hacer.–

Sin más me colgó. Puse el canal que me dijo y...

–Sabia que no eran simples agrónomos– dijo Iván viendo la noticia.

Habían encontrado los cuerpos de los Arellano torturados, categorizado como homidicio doloroso.




𝐋𝐚 𝐩𝐫𝐢𝐧𝐜𝐞𝐬𝐚 𝐩𝐞𝐫𝐝𝐢𝐝𝐚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora