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Caliope.

Sentía mi sangre esparcirse por mi ropa, mi cinto pitisfo, mi camisa, mi pantalón, todo estaba o lo sentía manchado.

—¡NOOO!—

Me quedé inmóvil al escuchar esa voz, esas voces que tanto había soñado.

Mire a los 3 hombres correr hacia mí, mire a mi suegro y no se movía, mire a mi padre, y su cuerpo estaba temblando.

—Mi amor— Iván llegó corriendo hacia mí. —No me dejes mi preciosa— no podía creer lo que estaba pasando, con la poca fuerza que sentía, levanté mi mano y acaricie su mejilla.

Es real, el era real.

Es..estás aquí— sentí como la sangre comenzaba a salir de mi boca, pero eso no me importaba, el estaba aquí.

—Guera, si te duermes es por qué te gusta la Pepsi—

Ahora sí voy a morir.

¿Estás aquí?— pregunto mi suegro lleno de ilusión al ver a sus hijos.

—Ya llegó la ambulancia, ¡Apúrenle que mi carnalita se nos va!— dijo mi hermano tomandome de la mano mientras Iván me tomaba en brazos para comenzar a correr.

—Sebas— dije

—Aqui estoy princesa—

Escuché gritos de todos lados pero mis ojos se cerraron, para luego yo no saber más de nadie.

El Mayo Zambada.

Eran pocas las veces que me sentía de este modo, con el culo entre las manos.
Mire como se llevaron a mi niña, estando a punto de morir, arrebatandola de mis brazos una vez más.

Subí a la camioneta, el pinche del Chapo se había ido con ellos.

Puta madre.

Sentía mi cuerpo temblar, llegué al rancho quemando llanta, haciendo que mis hijos se levantarán lo más rápido posible alertandose.

—Hijos de su madre, hijos de su chingada madre— todos me miraban sin entender.

—¿A quien le dice? Acuerdese que somos de diferentes— Mayito tan pendejo y agradable como siempre.

—No estoy para tus chistes— dije serio, y Vicente se levantó al ver el tono con el que lo mencioné.

—Hable pues—

—Estan vivos— el rostro de todos se transformó excepto el de Serafín, quien claramente no sabía de quiénes hablábamos.

—¿Ellos...?—

—Ivan, Sebastián— la cara de todos era de total asombro, y fijé la mirada en Serafín, quien hizo lo mismo conmigo—Y el pinche Ratón también lo está—solto la botella que tenía en sus manos.

—Digame que está jugando, y que es una perra broma de mal gusto— Serafín comenzó a llorar.

—¿Cómo sabe que están vivos?— dijo Vicente mientras me veía.

—Llevaron a Caliope a la clínica—

Antes de poder decir más Serafín corrió hacia la raptor, y cuando estaba apunto de irse Vicente hablo.

—¡Te lo advierto Serafín! Si sales del perro rancho, te olvidas de quien eres hijo— dijo dejándonos a todos con la boca abierta.

—Si por ser hijo de quién soy, matarán a mi esposa, hermanos y amigos, entonces me voy a la chingada— grito mi hijo menor y sin mirar atrás se fue.

—Los perdí— dije mientras sentía un dolor en el pecho.—Los perdí Vicente—

Iván.

—No puedo creer que estés aquí Ovidio— dije cómo por décima vez en el día— No tienes idea de cuento lloramos por ti cabron—.

—Y ustedes no tienen idea de todo lo que sufrí— dijo el mientras me miraba.

—Gracias por cuidarnos— esta vez me referí a Sebastián. Era el más afectado, mi Cali y mis hijos eran lo único que tenía.

El solo asintio, para después escuchar un alboroto.

—Carnal— Serafín llegó gritando.

—Mijo— Ovidio pa pronto llegó a abrazarlo.

Ambos se mantenían abrazados cada vez intensificando la fuerza. Lo soltó y me vió.

—que bueno que estés vivo — me dijo y me abrazo para luego repetir la misma acción con Sebastián.

Llevábamos 3 horas aquí, no teníamos ningún tipo de razón de Cali y su estado.

Miraba a los lados, ellos hacían lo mismo que yo, pero mi vista sin duda se fue hacia la entrada donde mi señora y señor padre venían, con dos cosas envueltas en sus brazos, el corazón dejo de latirme por un momento, cuando mire que que Ovidio y Sebas se pararon a mi lado, junto con Serafín quien comenzaba a grabar.

Nunca cambiará.

Mis pequeños estaban tan grandes, tan chulos

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Mis pequeños estaban tan grandes, tan chulos.

—Ay no mames, Será, grabame con mis nenitos wey, pero apúrale verga— Ovidio decía mientras lloraba.

—pero mira nomás que chulos estan— dije yo tomando a mi JR. En brazos, pero el Ovidio JR. Lloro llamando mi atención. —Vengache con Shu papi mi amor— tome a mis pequeños y no puedo descifrar la paz que sentí.

—Familiares de Caliope Barraza de Guzmán—

Si, le quitamos el Zambada.

Todos nos paramos.

—Soy su esposo— dije llamando su atención.

El doctor se dirigió a mí.

—Su esposa, ella está bien— solté todo el aire que tenía retenido.

—Gracias a Dios— escuché a mis padres decir.

Mire un momento a mis hijos hasta que doctor volvió a hablar.

—Y respecto a su embarazo, todo está perfecto—

𝐋𝐚 𝐩𝐫𝐢𝐧𝐜𝐞𝐬𝐚 𝐩𝐞𝐫𝐝𝐢𝐝𝐚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora