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Caliope.

Estábamos todos desayunando en el rancho de mi papá, mi viejo, mi mamá y Don Joaquín se habían ido de viaje, y al parecer hoy regresaban.

–Tengo mucho que no veo a mi apa– dijo Serafín mientras se tomaba una foto con mi vientre mientras hacía caras raras.

–Se fue hace una semana cabron, antes tardabamos meses en verlo– dijo Mayito mientras sonreía.

–Cali ¿Mañana llegan tus hermanos?– dijo Vicente. Ellos habían tenido que ir a Durango por unos asuntos.

–Al parecer dijieron que sí– dije mientras Iván me abrazaba.

–Han estado las cosas muy tranquilas en Culiacán– dijo el chino mientras veía a Iván y Vicente.–Demasiado para ser verdad–.

Vicente le dió una rápida mirada a Iván, quien me dió un beso en la coronilla y se levantó para caminar junto a Vicente y Rodrigo

Persona desconocida.

–Tenemos todo listo, esperamos su orden– dije viendo las coordenadas, para luego verlo a el.

–Te diré el momento exacto, solo espera un poco más– el se levantó y sin más salió de ahí.

Iván.

–Ya les pusieron precio– dijo Rodrigo mientras me miraba.– incluso Joaquín salió embarrado.

–Tan pendejos si creen que nos vuelven a chingar– dije mirando la foto de Cali cuando era bebé.

Ojalá nuestros hijos se parezcan a ella.

Aún así no hay que confiarnos Iván– me dijo Vicente.–Mira que antes solo eras tú, pero ahora son Cali y los bebés– dijo viéndome seriamente.

–Nada me va a pasar Chente, y nada les pasará a ellos–.

Caliope.

Ovidio y Alfredo dibujaban en mi panza de 3 meses mientras que Serafín y Mayito estaban con los marcadores listos para pintar.

–¿Que dibujas?– le pregunté a Ovidio.

–Una Glock– dijo como si fuese lo más normal del mundo– Yo les regalaré su primera.

–Ah– fue lo único que pude decir–¿Tú que dibujas Alf?– dije viéndole.

–Es tu apa jugando con tus morros plebe– dijo mientras le ponía una carita feliz a los monitos que había hecho.

Las lágrimas se acomularon en mis ojos, y malditas hormonas que si ya era chillona ahora lo soy más.

–Gracias Alfredo– dije viendolo y el asintió sonriendo.

Cuando al fin terminaron de dibujar, Serfin y Mayito se posicionaron a colorearme los dibujos.

–¿Que chingaos le hacen a Cali?– dijo Vicente mientras se paraba enfrente de nosotros seguido de Iván. –¡Ay! Yo también quiero– dijo empujando a Serafín.

Iván rio y me vio con ternura. Hoy me había sentido rara, demasiado diferente a como me había sentido, había como una sensación de miedo.

–Mi reina– dijo Iván– Nosotros tenemos que ir a Culiacán, iremos rápido, pero no podremos llevarte.– dijo meintras me miraba.

–¿Estaré sola?– dije viéndolos a lo que todos se vieron entre sí y asintieron.–Entiendo–.

–Cualquier cosa me marcas– dijo Iván cuando terminó de besarme– Te amo– dijo viéndome a los ojos.

𝐋𝐚 𝐩𝐫𝐢𝐧𝐜𝐞𝐬𝐚 𝐩𝐞𝐫𝐝𝐢𝐝𝐚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora