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Caliope.

- O pueden ser hijos de alguno de ellos- dije haciendo que el me viera directo a los ojos.

-Si no son mis hijos, y si tú me lo permites, los criare como míos- dijo mientras miraba mi vientre.-Cali, se que la cagué, pero mira...-

-¿Que si la cagaste?- lo miré con los ojos abiertos. -Por supuesto que lo hiciste.- la sinceridad siempre a Sido mi fuerte.- Tu no quieres un bebé, o eso fue lo que me repetías aquel día.- dije viendolo a los ojos.

-¡Pero te quiero a ti Caliope!- dijo tomando mi rostro en sus manos.

Vicente.

Estábamos todos detras de la puerta de Caliope, incluso Alfredo y el Chino.

-Cali es la amiga que no se da cuenta- dijo Rodrigo y la mayoría le dió la razón.

-Yo digo que si se van a perdonar- dijo Serafín.

-Yo también lo digo- dijo Fabricio llamando la atención de todos. -Cuando Cali le marco para decirle de sus plebes aún sabiendo lo que había dicho, eso fue lo que al menos a nosotros nos demostró cuanto lo necesita.- dijo haciendo que sus hermanos le dieran la razón.

-Pues perdonado ya estás- se escuchó a Cali- pero el que ahora 8 vacas tengan tu nombre no se borra- dijo riendo.

Cali abrió la puerta y como era de esperarse todos caímos al piso. Ovidio, Serafín, Chilo y Sebas fueron los que se llevaron mayor trancazo, de ahí siguieron Ovidio, Alfredo, Mayito y Rodrigo, haciendo que cayensen sobre de ellos, mientras que los cuates y yo nos hicimos pendejos.

-¿Ya viste los detalles de este mármol?-decia Ovidio mientras Cali nos miraba con una ceja alzada y Iván se reía.

-Yo digo que hay que ir a la alberca- dije mirando a los cuates.

No tardaron ni 5 minutos para cuando ya todos estaban listos.

Iván.

Estábamos todos abajo y solo faltaba ella.

–¿Cómo te perdono tan rápido mi hermana?– dijo chilo sentandose a mi lado, haciendo que la atención de todos de fijara en nosotros.

– Aún no me perdona del todo, ella dijo que sí, pero se que aún lo hace–

Fernando iba comenzar a hablar cuando Cali salió con una de mis playeras y unas bermudas de sus hermanos.

–No me digas que así te vas a meter plebe– dijo Alfredo riendo.

–No mames Cali, ¿De quién chingados es esa playera?– dijo Vicente.

Cali me miró y me señaló, como si de una niña chiquita se tratará.

–Mijo ya te voy a hacer tío, y tú preocupándote por que traiga mi playera– dije riendo mientras me tomaba la corona.

Habían pasado ya 30 minutos y ya todos estábamos en la alberca, habían llegado unos compas de nosotros, el chiquillo, el 24, y unos amigos cantantes, Gerardo Ortiz, Panchito, Fidel Castro entre otros. El ambiente estaba relajado, Cali estaba leyendo mientras que con una gorra cubría su rostro del sol.

–Vente mija– dijo Mayito llamando la atención de ellos y la de ella.

Ella soltó la carcajada y sin más se levantó de la amaca. Se quitó la bermuda, dejando ver la mitad de su cuerpo y ¡Verga! Cuando se quitó la playera el decir que quede más que  pendejo  se quedaba corto.

–No mames– dijimos todos al mismo tiempo.

–O la dejan de ver a mi mujer o les meto un tiro a todos– dije viendo a los chapulines que tenía como compas.

𝐋𝐚 𝐩𝐫𝐢𝐧𝐜𝐞𝐬𝐚 𝐩𝐞𝐫𝐝𝐢𝐝𝐚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora