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Caliope.

3 meses después.

Mire mi vientre ahora muy abultado, cada vez se movían más y más, cada vez dormía menos, cada vez mis pies estaban más hinchados, las estrías eran más constantes y más grandes, mis pechos, mis caderas crecieron, y mi cabello se caía. Este era un proceso realmente drástico para mí, aveces tenía miedo, miedo de no ser una buena madre, pero mis hermanos, Ovidio e Iván, siempre están levantando mis ánimos.

Eran las 4 AM y yo aún no podía dormir.

—¿Estás bien preciosa?— Iván me aluzo con la lámpara de su teléfono.

—Tengo antojos— dije mientras el me miraba con una ceja alzada.

—¿Que se te antoja?— dijo sentándose y poniendo las pantuflas de peluche con forma de conejo que me había robado, por qué según el, estaban más cómodas y calientitas que las de él.

—Quiero sandía con mostaza— me miró con confusión.

—No se te antoja algo que empieza por I— me acaricio la mejilla— y termina con ván— lo mire sonriendo.

— Si— me iba a besar— pero se me antoja más la sandía— el me miró ofendido y sin más me tomo la mano para bajar.

"Tengo miedo de estar solo, miedo que me faltes tú"

Las palabras que había usado hace una semana cuando se me antojo pizza con Chocomilk, retumbaban en mi mente.

Ambos bajamos a la cocina, y la sorpresa fue cuando escuchamos ruidos provenientes de esta.

—ponte detrás de mí— Iván me susurro mientras yo tocaba mi vientre de  meses.

—¡Ay pinche ratón, ni pa hacer un cereal sirves!— ese era Vicente susurrando.—Primero va el cereal y luego la leche— le explicó mientras Serafín reía.

—¡Tu no te rías pinche Sera!—Ovidio le dijo completamente indignado mientras Mayito y Alfredo reían.—Que a ti te queda cruda la Maruchan, pendejo—

—Por eso extraño a los Barraza— dijo Mayito haciendo que una sonrisa apareciera en mí.—Ellos me caían mejor, y me hacían de comer—

Mis hermanos se habían ido de viaje a las Islas Canarias.

—Pinches pendejos— Iván entro conmigo detrás de él. Mientras que todos en la cocina brincaron del susto.

—¡Ay pendejo!— Vicente gritó— Casi me da un paro Iván— tomo de la botella de Coca-Cola.

—Es que estás viejito mi chentito— dije acorrucandome con él.

—Esta bien grande tu pancita Cali— Mayito sonrió mientras le tomaba una foto a su mano en mi vientre.—La voy a subir en Ista— dijo sonriendo.

—Ya no hayas ni como quitarte a la güera de encima, vea' cabron— Alfredo reía.

Saque la mostaza mientras Iván cortaba la Sandía bajo la mirada de todos. Cortó un pedazo para cada uno y cuando me lo dió a mi  empecé a embarrarle la mostazal.

—Ay wakala— Ovidio susurró haciendo que Iván le diera un sape.

—Sabe rico, ¿Quieren?— dije y todos negaron al instante.

Iván.

—Come tu mi vida— dije haciendo que ella sonriera.

Comía como si fuera el manjar más rico del mundo, relamente mis plebes tenían mucho antojo.

𝐋𝐚 𝐩𝐫𝐢𝐧𝐜𝐞𝐬𝐚 𝐩𝐞𝐫𝐝𝐢𝐝𝐚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora