Capitulo 23

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-Para nada. –Sonrió de regreso.
-Bien. Entonces vayamos a cenar. 
-Bien. –Sonrió. 

Ella pidió una pequeña nieve, después de almorzar dos waffles… desayuné lo mismo que ella. Pero no pedí el helado, simplemente lo compartimos. 

-¿Y esta camiseta? –investigué minutos más tarde de tenerla puesta.
-Es para ti.
-¿Para mí?
-Absolutamente sí. 
-Vaya, gracias. –Sonrió- ¿Por qué?
-Porque tenía que agradecerte la comida. Aparte, sé que usas camisetas así diario. 
-Gracias. –Sonreí- ¿La diseñaste tú?
-Sí. Talisha la cosió. 
-Obvio, tú no sabes coser. –Burlé.

Rio. Levantó sus hombros y miraba al helado.

-Muchas gracias. Quedó increíble, en serio. Aunque no te pedí nada a cambio, cabe recalcar. 
-Me gusta regalar de mis diseños… Aparte, luces bien en ella. –Halagó.
-Obvio, si la diseñaste tú. –Regresé el halago. 

Sonrojó. Jamás la había visto sonrojada… esta vez fui el oyente. Lucía fresca, única… perfecta. Mis pensamientos fueron irrumpidos por un mensaje de Annabelle.

“Disfrutando del lago sin ti, amor xx” –mandó. Junto a varias fotografías de ella en un bonito lago. No vi más, guardé el teléfono. 

-¿Qué sucede? –Preguntó intentando no verse interesada.
-Anna. –Se borró su sonrisa poco a poco. Como si la nostalgia llegase a ella.- ¿Estás bien?
-Sí. –Suspiró- ¿Crees que esté bien si no hablamos de ella? No es como que me aborreciera, pero… sí. Un poco.
-¿La aborreces?
-No, bueno, -Suspiró de nuevo- es… constantemente desesperante. 

Ambos miramos la misma cuchara que estaba frente a nosotros. Ella estaba ansiosa con tocarla y lo hizo. Volvió a suspirar y estiró sus brazos hacia arriba. El ambiente se tornó un poco incómodo. 

-¿Te está gustando los Ángeles? –Intenté cambiar de tema.
-Sí, bastante. Aunque ya había venido…
-¿En serio? 
-Sí. Pero nada de lo cual se deba comentar. –Sonrió. 

Horas más tarde, después de entender que habíamos pasado más de tres horas hablando, le pregunté si debía regresar a trabajar o no le importaba que me quedase un rato más con ella antes de irnos a cenar. Extrañamente y sorprendentemente y todo lo increíble del mundo, me percaté de que estábamos cercanos a la hora de la cena planeada… así que ambos decidimos irnos juntos de ahí. 
Caminamos hacia el coche que yo llevaba, y le abrí la puerta. Estaba aferrado a seguir con ella y no podía evitarlo. No podía… luchar con mis sentimientos de instante.
En el camino arregló un poco su maquillaje. Entendí que lo hacía por costumbre a estar siempre bien presentable en cada situación… me gustaba ese factor de ella. Y lo mejor era que sus ojos eran hermosos sin y con maquillaje.
Llegamos a un restaurante-bar que lucía muy bien, habían personas pero no me importó a mí y pareció que a ella tampoco… Annabelle volvió a mandar más fotos, pero no sentí que hubiera tiempo de verlas. 
Nos sentamos en una de las mesas menos llamativas, un poco en la esquina y cerca de la puerta. ____ había pedido algo para ambos, ella había estado anteriormente ahí y me sorprendía que haya pedido por ambos. Era un gesto muy recíproco. 
Cenamos y bebimos un poco. Ella tomó algo de whisky y yo algo de ron.

-Es muy tarde. –Dijo ella.
-Lo es… -Miré el reloj.
-¿Crees que pueda irme contigo? En la mañana prometo irme.

Su sugerencia me causó conflicto, haciéndome pensar muy bien si debía… si es que Annabelle no se molestaría. SI es que mis principios me lo permitían… si es que simplemente estaba haciendo algo bien…

-Bien. –Contesté sin pensar más- está bien. Puedes irte… cuando gustes. –ofrecí. 

« O no irte… »

Se puso de pie, no logré levantarme antes para ayudarla con la silla. Caminó frente a mí y me dirigió a la salida, donde ya habían muchísimos hombres con cámaras dirigidos a nosotros. Ella salió normal, campante y calmada. Yo quedé confundido… simplemente la seguí. Le ayudé a abrir la puerta y ella agradeció amable, tapándose un poco el rostro por las luces. Cerré la puerta detrás de nosotros y la miré sorprendido.

-Pareciera que estás acostumbrada a esas luces.
-Ellos huelen el miedo. –Bromeó. Yo reí.

(…)

-¿Quieres más agua? –Pregunté desde la cocina.
-No, estoy bien, gracias. –Se recargó sobre el sofá y ocultó su rostro detrás de sus manos.
-¿Sucede algo?
-Estoy algo mareada. 
-¿Tomaste mucho?
-Posiblemente cuatro vasos de whisky sean… los culpables.

Me senté a su lado, no pensé que había mucha cercanía. Sonreí… dejándole mucho a su imaginación sobre lo que pensaba. 

-¿Qué? –Me miró entre sus dedos- ¿Me veo terrible?

No respondí. Solo veía sus ojos detrás de las sombras y dedos que sus manos proporcionaban… mi corazón estuvo de acuerdo en que estaba alborotándose bastante.

You can't fight the feeling. H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora