Capitulo 35

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Ella sonrojó. Comprendí que lo había resuelto.

-Yo no quería que esto pasara. No quiero que yo sea por quien tú renuncies.
-No eres tú en sí. Son Anna y tú. No me siento bien siendo tu amiga y saber que a ella le molesta verme contigo. No me gusta sentir que tú estás más cómodo conmigo que con ella.

Mis ojos se abrieron al instante. ¿Ella sabía que yo me sentía mejor con ella?

-Y no es algo que yo sepa, yo simplemente lo siento y posiblemente sea solo idea mía. ¿Sabes? Lo siento, y... no sé.

Sonreí un poco. Tenía ganas de beber con ella. No debía hacerlo, pero tenía ganas de beber... solo un poco.

-¿Quieres beber algo? –cambié el tema temporalmente.
-No puedo salir... estoy esperando un paquete...
-¿Tienes algo de vino? ¿Whisky? –levanté mis hombros- ¿Cerveza? ¿Algo?
-Vodka... y... jugo de uva.
-No está mal. Será unos pequeños tragos.

Tal vez no me escuché bien al decir "Pequeños tragos" ya que nos terminamos casi toda la botella. Tenía un sabor tan fuerte y no había sentido nada hasta que me puse de pie para ir al baño. Ella estaba con sus ojos algo cansados, mirando hacia la ventana más grande que tenía. Porque claro, estuvimos bebiendo en el suelo, sobre unos cojines especiales que usaba cuando necesitaba el suelo para hacer medidas.
En el espejo del baño noté mis ojos diferentes. Esos ojos que hago cuando estoy tranquilo. Yo mismo los he de ver. Aunque se me movía todo, estaba comenzando a sentir mi embriaguez a un punto ilegible.
Salí, me senté y suspiré. Ella y yo habíamos estado hablando de nuestras parejas anteriores. Me sorprendí el hecho de que no quisiera hablar de todos. Habló en especial de dos, los cuales me parecieron chicos increíblemente parecidos a mí. Aunque ella no estaba dolida, por poco sentí que casi lloraba al recordar a uno de ellos. La conversación se tornaba de todos los colores... hasta que llegó al negro y se apagó en un silencio reconfortante.

-Pues... eres demasiado bonita como para que alguien te deje ir de esa manera. –Confesé- y no físicamente hablado te he descrito. Porque guapa ya sabes que eres. –Rio un poco-
-Gracias.
-Y yo soy increíblemente un estúpido... -Reí.
-No... claro que no. –Me miró.
-Sí, lo soy.
-¿Por qué lo dices? –se recargó en sus rodillas, abrazando un poco sus piernas y mirándome.
-Porque... siempre me has parecido una persona intrigante... y ahora comprendo que desde siempre tuve contigo una especie de... -No sabía si estaba hablando bien y que todo lo que decía solo lo estaba imaginando- conexión. –Reí un poco- lamento solo podértelo decir ebrio...

Me miraba intentando descifrarme... y lo estaba logrando.

-Me... atraes... bastante. –Confesé- exagerado a una altura de... bastantes pies. Y me han dicho que tú por mí sientes algo. Pero, si yo no te lo pregunto, nunca lo sabré.
-Estás ebrio...
-Sí.
-No es cierto, deja de decir eso... no necesitas decírmelo para hacerme sentir mejor. Ni para remediar que haya renunciado.
-No soy así. No te miento y... créelo. Me ha costado aún ebrio decírtelo.

Soltó una carcajada. Haciéndome reír a mí. Tapó su rostro y luego se colocó en la misma posición donde estaba para mirarme.

-¿Sientes algo por mí? –pregunté de nuevo.

Ella no inmutó ninguna palabra. Sonrió, dejándome ver solamente sus comisuras en sus labios; Alzarse.
Quería besarla. Y no me importaba nada, solo quería hacerlo. A pesar de que en mi menté jugué a no pensar en ella, al final, me acerqué un poco para percatar su atención ante mi fogoso deseo. Ella no se movió. No me iba a rechazar, lo creía. Y algo me gritaba que menos se acercaría.

-Lo lamento mucho. –Dije segundos antes de poner mis labios sobre los suyos.

Paso número uno: No se quitó. Paso número dos: Sus labios se alzaron para sentir los míos. Paso número tres... no entendí cómo fue que estábamos besándonos como amantes apasionados.
A pesar de que me quise quitar dos veces, ella no movía ningún dedo. Estaba quieta ante cualquier acto. Mi estómago daba millones de giros, y no me estaba mareando. Mi corazón estaba acelerado y no estaba corriendo. Mis manos estaban en recorriendo lentamente una de sus piernas mientras una de mis manos sostenía mi peso del suelo.
No podía quedarme aquí... mi cuerpo no estaba apto... y abusar de mi libertad prematura era una falta de respeto.

(...)

No habíamos tenido contacto desde aquel beso. Intenté no llamarle durante setenta y siete días. El día setenta y ocho fue cuando creí que estaba siendo incorrecto. Pero, ¿y si ella esperaba que yo le hablase? ¿Y si yo esperaba lo mismo? ¿Y si ambos esperábamos lo mismo? Yo realmente sentí, más de lo que me imaginé en aquel beso. Y si ponemos comparaciones sanas... Annabelle no había causado en mí efectos de esta magnitud.

You can't fight the feeling. H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora