Día ochenta y aún no le he llamado.
-Todos votamos porque te animes a hablarle. –Finalizó Louis.
Estábamos en camino al aeropuerto para ir a un programa en Roma. Donde estaríamos -después de tanto- de vacaciones.
Nos habíamos aprendido las nuevas canciones, estaba tarareando una de ellas en mi mente. Aunque cantaba una que no tenía nada que ver con mi situación, siempre recordaba su bonito rostro sonriendo.
"En cuanto salga de Roma, estaré tras tu puerta" –Escribí al fin.
Y así fue como no me respondió absolutamente nada.
Cada día que pasaba y aún no la veía, me entraban esas ganas de estar con ella con intensidad. Había ido a desayunar a un centro comercial de Roma, en dónde había poca multitud de personas caminando para comprar o ver las novedades del mismo.
Mientras caminaba en el corazón del éste, me encontré con un gran cartel anunciando la marca de ropa de Anna. La fecha de lanzamiento era ese mismo día en dos horas aproximadamente. Venía la dirección de la tienda... y por alguna razón me emocionaba el hecho de que ___ pudiera estar ahí.
Miraba el reloj en busca de alguna respuesta. El de seguridad que me acompañaba en ese instante estaba ansioso por saber qué me pasaba.
-¿Crees que podamos quedarnos a la inauguración?
Pregunté como un niño pequeño. De verdad me gustaría ver a Anna. Y aunque me costase trabajo admitirlo, sí quería ver a Anna. Pero quien más me interesaba en este momento no era solo ella y se podía saber con facilidad.
-¿Qué se tiene planeado? –Preguntó.
-Tengo planeado ver esto. –Apunté el cartel de la ropa.
-¿Es ropa para ambos sexos?
-Supongo.
Terminamos hablando frente a ese gran anuncio. Se acercaba la hora y poco a poco las marcas que estarían patrocinando a Anna comenzaron a colocar sus puestos. Pronto fue cuando la vi caminando con unos zapatos altos negros, de ese negro que hacía que su piel se viera un poco más blanca pero llevaba un bronceado agradable. Un vestido blanco y un bonito escote. No sentí nada comparado a antes... realmente era tan guapa... pero eso ya no me sorprendía.
-¿Vienes a ver a la joven rubia? –Burló el de seguridad. Yo reí fuertemente.
-No, pero es guapa. –Aseguré.
-Sí que lo es.
-Vengo a verla a ella. –Apunté discretamente.
Creí que no había sentido nada al ver a ____ detrás de Anna. A unos cuantos pasos. Mi corazón se aceleró a un ritmo cardiaco preocupante. Transpiré a pesar de que tenía un poco de frío. Mujer hermosa que era, mujer que me tenía en un estado crítico.
El guardia solo la miró. Posiblemente estaba pensando en qué decirme.
-¿Te ha sorprendido más que la rubia?
-Me ha sorprendido más que otra mujer que haya visto aquí.
Mi corazón latió aún más fuerte cuando la escuché reírse. ¿¡Por qué tenía qué causarme tantas cosas?!
Mi mirada insistente en busca de la suya; Efectuó. Me vio, alzando sus cejas de sorpresa. Sonriéndome y dejándome más perdido que nunca. Sonrió, dejándome ver sus dientes y comisuras en alto. Me mandó un beso. Estaba feliz... estábamos felices.
-¿Por qué no te acercas? –Preguntó el guardia- podemos acercarnos, ¿No?
-Mis piernas no funcionan.
Él las miró. Realmente estaba pasmado en ese espacio... ella caminó hacia mí.
-Te juro que estoy nervioso. –Le dije.
-¿En serio? –Ironizó entre risas.
Besó mi mejilla.
-Hola. –Sonreía.
-Hola.
Presenté al guardia con ella. Y luego él nos dejó solos.
-¿Vienes a ver la colección? –Preguntó.
-Sí. Vengo a verte a ti también.
-¿Cómo sabías que estaría aquí?
-Realmente no sabía. –Confesé con demasiado miedo.
-¿En serio? creí que también querrías ver a Anna.
-También. Pero... no es lo mismo cuando pienso en verte a ti.
-¿Qué piensas al querer verme? –Sonrió. Coqueta. Incrédula ante mis palabras.
Tragué saliva como mil veces. Sus ojos estaban tan bonitos. Sus labios me llamaban por segunda vez. Y presentía que nunca me dejarían de llamar. Hasta el día que ellos se cansen de mí. Debía decirle algo antes de que mis ganas insaciables se notaran. Y más porque mis labios estaban temblando un poco, pero nada visibles. Mis ojos en sus labios y mis manos acercándose a alguna parte de su cuerpo.
Sentí la mirada de Anna. Voltee a verla y ella me sonrió tiernamente. Dejando su nostalgia a mi vista.
« ¿Cómo se me ocurre? » -Me dije.
-¿Te veo en la tarde? –Apresuré a invitar.
-Claro, ¿No te quedarás?
Entrecerré mis ojos. Mi incomodidad ante lo que Anna estaría sintiendo... se puso en vista.
-Ya entiendo... -Ella soltó. Borrando su sonrisa...