-Nomás. –Sonreí.
Ella entrecerró sus ojos, mirándome con cierta picardía que yo no desconocía pero fingía hacerlo.
(…)
Era el último día que tenía contemplado pasar en Miami, pero deseaba quedarme un poco más debido al clima cálido que estaba proporcionándome esta hermosa ciudad.
La piscina frente a mí estaba llamándome pero desistía de su invitación mientras miraba oscuro con los lentes.
Louise estaba a mi lado, cuidando de Lux y el sol, colocándole ese protector solar con olor delicioso a verano.-Hoy iré al edificio pasado, ¿recuerdas?
-Sí. –Miré al instante- ¿Irás?
-Sí, pero iré a comer con ellas.
-¿Quiénes son ellas?« La rubia, por favor… »
-Serán las chicas que viste ese día.
-Oh, ya…
-Estaría bien que fueras, si quieres. –Levantó sus hombros; indiferente.
-Pero, ¿No es cena privada o algo?
-No. Supongo que serás ayuda increíble, un punto de vista masculino ante las prendas nuevas.Era mi oportunidad de conocer más de esa joven mujer. Y sin más, mi mente no paraba de pensar en lo que pediría, lo que diría y mucho más en lo bonita que se iba a ver esta tarde.
Louise estuvo lista con rapidez al par que yo, por lo que ambos tomamos camino al restaurante “Zuma”, que parecía vender comida asiática.-¿Me dirás por qué tanta insistencia en ver a estas mujeres de nuevo? –me preguntaba mientras caminábamos hacia la mesa reservada.
-Nomás. –Sonreí avergonzado por alguna u otra cosa.
-Ajá. –Rio-Nos sentamos en las rústicas y modernas sillas, bajo uno de los candelabros más bonitos que había visto. Aunque era hermoso apagado; me imaginaba verlo encendido para imaginar cuan bonito se convertiría el mismo. Pronto pedimos la especialidad del famoso chef con un nombre del cual me avergüenzo de no aprenderme.
-Me parece más claro que el agua tu estadía aquí. –Dijo ella.
-¿Perdón? –Fingí confusión.
-Estoy segura de que has venido por alguna de las chicas… -Levantó su ceja, imponiéndome ante todo muro.
-¿Estás segura? –Reí un poco.
-Y si no me equivoco… es la chica que en este momento viene hacia nuestra mesa. –Miró discretamente.Mi corazón latió fuerte, sintiendo presión en el mismo. Voltee a ver aquella rubia; Y acerté en mis deseos de verla igual de bonita. Sus labios rojos hacían verla más pálida, pero aun así su bronceado estaba descendiente. Su cabello estaba perfectamente acomodado en una trenza. Sus gafas oscuras ocultaban sus ojos bonitos de color, sus mejillas ardían en un posible rojo y su sonrisa blanca deslumbraba. Sonreí, y discretamente miré su atuendo. Jeans negros ajustados a sus largas piernas y unos zapatos altos que combinaban con su blusa holgada y provocativa a la vez, dejando al aire sus bonitos pechos.
Detrás de ella venía ___, tierna ante nosotros. Con su cabello suelto en los hombros, un poco brilloso y con maquillaje únicamente en las pestañas y mejillas. También opté por mirarle el vestuario que portaba. Llevaba un vestido que iba holgado a su figura, unos botines negros y sofisticados, aretes pequeños y brillantes que resaltaban en sus orejas, algunas pulseras y un suéter en uno de sus brazos, doblado y tendiendo del mismo.
Ambas me saludaron y no pude evitar oler el perfume de una de ellas. Sentí extraño al olerle, debido a que estaba a punto de quedarme prendido al aroma. No recordaba a quién le había sentido esa hermosa esencia.
Comimos mientras la rubia y Louise dominaban la conversación. Algunas veces preguntaban hacia mí y otras veces solo hablaban ellas. Irónicamente yo me encantaba por escucharla.-Iré al baño. –Avisó ___ al ponerse de pie. Louise tomó la servilleta de sus piernas y pasó el mordisco que tenía en su boca.
-¡Te acompaño! –Logró decir.« ¿Me están dejando solo con la rubia? »
-No tardo. –Me avisó Louise.
Por instinto ilegible miré a ___ quien me había mirado con una sonrisa afable, la cual respondí algo cohibido. Era extraño, ya que ella no había soltado ninguna palabra en todo el día.
-¿Y bien? –Me interrumpió mientras las veía dirigirse al baño- ¿Qué te ha traído al almorzar con nosotras?
Su mirada me hacía sentir intimidado, aunque me gustaba sentirme así.
-Tú. –Sinceré intentando no ser tan directo, pero fui el fracasado más grande.
Ella rio coqueta, mientras sorbía de su bebida por aquella pajilla. Mirándome de forma seductora, haciéndome sentir embriagado en toda la extensión de la palabra. Mis manos estaban deseando pasar por su rostro y besarle los labios antes de que llegaran… pero a veces no podía tener este tipo de acciones en público.
Hablé de ella, aunque no me molestaba ya que de mí aún no había nada que contarle. Rozó mi mano por veces consecutivas y la verdad… parecía gustarme cada vez más