GADEA
A pesar de que el trabajo era constante y de que ya no recordaba la última vez que había dormido más de cinco horas, no podía decirse que le fuera mal en la vida. Había encontrado una colocación en la casa más importante de toda Galedia, nada menos que el Moyre de Pátrea, hogar ancestral de los Ialmyr de Trirara y actual residencia de Lorr Dresdent y allegados. No estaba mal para una simple tabernera de la pantanosa y lúgubre Etrea.
Mientras subía las retorcidas escaleras doradas que llevaban a uno de los pisos superiores, notaba el cuchillo que Fahran le había regalado contra la piel del muslo, donde siempre lo llevaba sujeto con una correa de cuero. El metal helado la sosegaba con su presencia amenazadora. Gracias a aquel obsequio, se había salvado de un soldado borracho que había intentado propasarse con ella. Después de aquello y ante el nulo apoyo de su padre, que se negaba a dejar de atender al rufián en la taberna, había decidido recoger sus escasas pertenencias y aventurarse a buscar una vida diferente.
Suspiró. Había pasado más de un año desde aquello y todavía no se ponía el sol sin que ella pensase en el soldado de ojos grises del Bastión. Desde hacía días, su corazón vivía encogido al saber que su ciudad había caído ante el ejército rebelde. Tras meses y meses sin saber nada de él, a excepción de retazos de conversaciones en las que se mencionaba su nombre de pasada y que le servían para saber que seguía vivo, había llegado aquella aciaga información que había hecho que se le cayese de las manos una de las tazas favoritas de Lass Irine.
El mero recuerdo hizo que apretase con renovada firmeza la bandeja de plata cargada de dulces y té que había pedido Lass Níbea. Cuando llegó al rellano de alfombras carmesí y paredes blancas y doradas del ala de invitados, tomó aire antes de llamar a la puerta correspondiente. Aunque Gadea había forjado una paciencia a prueba de armas durante sus años en la taberna, aquella mujer lograba ponerla al borde de un ataque de nervios cada vez que le tocaba servirla, lo que sucedía bastante a menudo. Como era la criada más novata de la casa, el resto del servicio solía conspirar para endosarle las tareas que no querían llevar a cabo. A menudo se preguntaba cómo era posible que una persona sensible y tierna como Fahran se hubiese criado bajo el ala de una mujer tan ruin, para luego recordar que ella misma era una buena persona a pesar de su propio padre miserable. Estaba claro que uno no tenía que ser el reflejo de sus progenitores, a pesar de los lazos de sangre. Gadea aspiraba a ser mucho mejor que su padre.
Inspiró con fuerza antes de golpear un par de veces con cuidado, ya que Lass Níbea se enfadaba si lo hacía con más intensidad. Mientras esperaba y se preparaba para un rato amargo, se consoló pensando que tal vez pudiese enterarse de algo acerca de Fahran.
—Entra —le respondió el conocido tono desabrido.
Gadea obedeció, traspasando el umbral como si el suelo estuviese formado por decenas de huevos que no podía romper. Lass Níbea estaba en el escritorio, escribiendo como una posesa murmurando frases para sí. No se dignó ni a lanzarle una mirada, y le indicó con un gesto distraído donde quería que depositase la bandeja. La joven se extrañó. Solía encontrar a la prima de Dresdent arrellanada en alguna butaca o tumbada en el tresillo.
ESTÁS LEYENDO
Crónicas de Galedia III: Gran Ialmyr
Fantasy***ATENCIÓN: SPOILERS SI NO HAS LEÍDO LOS DOS LIBROS ANTERIORES*** SINOPSIS La caída de Vicuse a manos del ejército rebelde hace que el Imperio se tambalee. Ayna es ahora un importante símbolo de la resistencia y Fahran debe aprender a sobrevivir e...