Capítulo 61

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"Throug the fire, the dragonborn comes

Our destiny lies in his hands"


"A través del fuego llega el nacido del dragón

Nuestro destino recae en sus manos"

Nuestro destino recae en sus manos"

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AYNA

Su ciudad estaba destrozada.

Sintió la mano de Vaerian en su hombro mientras miraba hacia Vicuse. Sus propios dedos, crispados sobre la borda del barco, le ardían de rabia e impotencia. Las tripas, revueltas de antemano por el mareo que le había producido la travesía en barco, se le retorcieron en una náusea violenta.

¿Qué había sido de la resistencia? ¿De Fahran? ¿De Anglia? ¿De las suevyr?¿De Daimen? ¿De la gente de Vicuse? ¿De todos aquellos a la que quería?

Aquello no podía estar pasando. Simplemente, no podía ser.

—Tengo que desembarcar —gimió.

El capitán volvió a negar con la cabeza.

—No acercaré mi barco a ese puerto. Esta destrozado. No quiero problemas. Daremos media vuelta enseguida. Podéis tiraros al agua o coger uno de los botes, pero nosotros nos vamos. Ya hemos cumplido nuestra parte.

—Mira las banderas de esos barcos. —Vaerian señaló los navíos fondeados en los despojos de Puerto Plata—. Son sureños. Mi padre hizo un trato con ellos.

—Siempre le desaconsejé que los metiese en la guerra. Me inventé todo tipo de motivos: Que no eran de fiar, que lo traicionarían antes o después, que se volverían en su contra... Durante años logré convencerlo, pero esa idea nunca abandonó su cabeza —se lamentó Ian.

Ayna, que apenas los escuchaba, avanzó hacia uno de los botes y empezó a tirar de los cabos.

—Tengo que bajar —repitió.

—Ayna, la ciudad está perdida —Vaerian la sujetó por los hombros y la obligó a mirarle a los ojos. Eran tan parecidos a los de Dresdent que, lejos de aplacarla, sintió una renovada furia.

—Tú puedes quedarte en este barco, volver con tu padre o lo que te plazca. Pero yo tengo que saber qué ha pasado con los míos. —Sentía una desagradable presión en las cuencas de los ojos y se esforzó por no dejar escapar lágrimas de miedo y rabia.

—Arriad el bote —ordenó Ian—. Ayna y yo desembarcamos.

—Es una locura entrar en la ciudad —protestó Vaerian—. Podemos buscar a los tuyos en otra parte. Quizás se hayan escondido en el bosque.

—No voy a entrar en la ciudad. No todavía —siseó ella, pensativa, sin dejar de contemplar los barcos sureños a través de aquel velo rojo que lo cubría todo—. Capitán, ¿cuál es la mejor forma de destruir un barco?

Crónicas de Galedia III: Gran IalmyrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora