Capítulo 77

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"You lied
I don't believe you I can't relate
You lied!
I hate your voice cause it sounds so fake
And I don't know what to say
I'm thinking about you
It's hurting without you
I never learn from my mistakes
I'm thinking about you
I'm choking without you
I should've walked away
And break the circle that never ends
No other way to survive the pain
It's either I kill or I will be killed"


"Mentiste

No creo que puedas reconocerlo

Mentiste!

Odio tu voz porque suena tan falsa

No sé qué decir

Estoy pensando en ti

Estoy sufriendo sin ti

Nunca aprendí de mis errores

Estoy pensando en ti

Me estoy ahogando sin ti

Debería haberme marchado

Y romper este círculo que nunca se acaba

No hay otra forma de sobrevivir

Es matar o morir"


NÍBEA

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NÍBEA

Níbea odiaba aquella tienda helada y apestosa. Ya había pasado más de un día desde que habían llegado y todavía no le habían permitido salir de allí para nada. Si no fuese por las semanas previas de encierro en el Morye, le habría resultado insoportable tener que hacer sus cosas en un cubo y ver cómo un soldado se lo llevaba con cara de asco. Al menos, en la celda tenía espacio para moverse. En aquella tienda tan estrecha no podía hacer nada, y mucho menos maniatada.

Estaba oscuro cuando despertó del letargo que solía amodorrarla cada tarde. Lo primero que distinguió fueron los sonidos del campamento. Los soldados gritaban, los caballos piafaban y la tierra temblaba con el ir y venir de miles de hombres ataviados con pesadas armaduras. Níbea se sentó en el catre, intentando resignarse a pasar otra noche sin dormir. Sus horarios estaban completamente del revés. Empezó a recitar una oración pero las palabras se le disolvieron en la lengua. En lugar de eso, pensó en Fahran y se preguntó a cuánta distancia estaría de él.

El soldado que la había metido allí entró en la tienda sin miramientos y le tiró una capa ajada. Todo en él era desagradable, desde su nariz aguileña a sus ojos pequeños y oscuros.

—Ponte esto. Vas a salir. Lorr Dresdent te reclama en su tienda.

—No puedo ponérmelo con las manos atadas, alcornoque.

El hombre soltó un bufido y le anudó la capa con maniobras bruscas.

—Sígueme. Ni un paso en falso si no quieres otro bofetón.

—Si vuelves a ponerme un dedo encima, lo lamentarás.

Él soltó una carcajada.

—¿Y qué vas a hacerme, vieja?

Crónicas de Galedia III: Gran IalmyrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora