Capítulo 16

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"We break our enemies with fear, and

We've seen how the tears come around
We built our confidence on wasteland
We've seen how the walls come down"

"Rompemos a nuestros enemigos con miedo y

hemos visto cómo aparecen las lágrimas

Construímos nuestra confianza sobre terreno baldío

Hemos visto cómo caen las murallas"

Hemos visto cómo caen las murallas"

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AYNA

Ayna ardía en deseos de visitar a Gadriel, pero Daimen les había comunicado que estaba consciente en el instante preciso en el que se dirigía a una importante reunión con Iorg y el resto de guardianes. La joven había dado un par de pasos irreflexivos en dirección a las escaleras antes de recibir la mirada displicente de Iorg. Después de su muda advertencia, había reconducido su camino hacia el enorme comedor de invierno del Sarye.

Mientras tomaba asiento en la mesa de caoba, importada del sur del Continente Viejo, recorrió la estancia con la mirada pensando en lo extraño que era que aquel grupo rudo y ajado ocupase las lujosas sillas tapizadas en seda y pisase las alfombras de lass Níbea. Por un momento la visualizó allí, en medio de todos ellos, horrorizada por su presencia y criticándolos por sus indumentarias sudadas y estropeadas. Soltó una breve risotada en voz baja e Itusz la miró de refilón, intrigado y divertido a partes iguales. Ella negó con la cabeza y se recompuso. El recuerdo de Mel revoloteando por la sala recogiendo los restos del desayuno o limpiando el polvo de los muebles le borró la sonrisa de los labios al instante.

Un traqueteo la sacó de su ensimismamiento. Fahran se acercaba a la mesa sostenido a medias por Dryl, y ella desvió la mirada hacia un cuadro bastante rocambolesco en el que dos niños montados a caballo perseguían a un aterrorizado zorro. Siempre había detestado aquella pintura, pero por algún motivo era la favorita de Níbea.

Fahran tomó el asiento que Iorg le indicaba, a la cabecera de la mesa. Dryl le entregó varios mapas enrollados y él los desplegó. Ayna no pudo evitar fijarase en sus dedos largos, que se deslizaban por el papel con delicadeza, como una caricia.

—He hecho que me trajesen esto desde mi antiguo despacho —explicó con voz titubeante. Sus iris grises recorrieron todos aquellos rostros poco amistosos hasta detenerse en ella—. Espero que no os moleste.

—Aquí no nos andamos con ceremonias, Eltyr —rezongó Iorg—. Solo nos molestará si no sirven para nada.

Sonaron varias risitas y Fahran frunció el ceño.

—Servirán para algo a menos que no quieras saber dónde está cada destacamento imperial y cuantos hombres lo custodian.

—Por eso es por lo que estás vivo, Eltyr —siseó Iorg.

—Cuéntanos lo que sabes —intervino Mahya.

Fahran se enderezó con una mueca de dolor y fijó su mirada en ella.

Crónicas de Galedia III: Gran IalmyrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora