Capítulo 41

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"You're made of ice, I pay the price

For all you unforgiveness"


"Estás hecho de hielo, yo pago el precio

Por todo lo que no quieres perdonar"

Por todo lo que no quieres perdonar"

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AYNA

La costurera y las criadas salieron de la estancia y Ayna se rascó el escote y las muñecas, donde el carísimo encaje vedriano rojo de su vestido de unión le había dejado unas manchas rojizas en la piel. Parecía que aquel hilo tan puro y refinado le producía algún tipo de alergia, o tal vez solo fuese el asco que le producía que estuviesen preparando con todo lujo una Unión en la que la novia estaba siendo forzada a pasar por el altar.

Y, por desgracia, ella no era la única mujer en Galedia a la que obligaban a unirse a un hombre al que no quería. Pensó en Irine, la joven y apocada consorte de Dresdent, el cual le sacaba como mínimo unos treinta años, y las manos le temblaron con aquellas ganas de matarlo que la acompañaban desde que se levantaba hasta que se dormía.

Los soldados se removieron en la puerta y uno de ellos dio unos pasos hacia ella.

—No estoy haciendo nada —le dijo, levantando las manos—. Solo me rascaba.

Como siempre, nadie le contestó, pero eso no solía privarla de seguir hablándoles.

—No sé cómo podéis permanecer ahí mientras me obligan a unirme. Sois cómplices de todo esto. ¿Acaso no tenéis hermanas, madres, primas, amigas? Creéis que las mujeres somos débiles e inferiores, pero no os atrevéis ni a dejar un cuchillo de untar mantequilla cerca de mí. Y hacéis bien, porque os sacaría los ojos a ambos y después os mataría.

El soldado que había dado un paso hacia ella volvió a su puesto junto a la puerta. Ayna siguió hablando en voz alta, ya que era una de las pocas diversiones que tenía en aquel sitio.

—Me pregunto quién gritará más de los dos. —Avanzó hacia ellos con pasos amenazadores, entrecerrando los ojos. Ambos eran altos y fibrosos y aparentaban rondar la treintena—. Os aseguró que conseguiré un arma en algún momento. Y seréis los primeros. ¿No habéis escuchado lo que dicen de mí? Que soy antinatural, un monstruo. Que el Ialme me ha abandonado. Que mato niños y corto los miembros de los hombres. Pues os aseguro que todo es cierto —esbozó una sonrisa cínica delante de ellos. El que parecía mas joven cambió el peso de una pierna a otra y tragó saliva con evidente incomodidad. Ayna soltó una carcajada y se vanaglorió mentalmente por haber logrado inquietarlo.

Se alejó de ellos y se dejó caer en la cama. El armazón del incómodo vestido de seda dorada y gasa rosada que le habían puesto después de probarse el vestido de unión se le clavó por todas partes. Resopló y volvió a levantarse, mortalmente aburrida. Parecía que ya habían recorrido todas las ciudades importantes de Triara, y Dresdent quería mantenerla apartada de la vista hasta el día de la unión, para darle al festejo un halo de intriga y volverlo más espectacular. Se habían enviado cientos de invitaciones para la fecha estipulada, apenas en un mes, y se estaban contratando criados y doncellas para preparar todas las estancias del Morye. Ayna empezaba a desesperarse, pero, por más que pensaba, no podía hacer nada sin una miserable arma con la cual librarse de sus captores de forma rápida y silenciosa.

Crónicas de Galedia III: Gran IalmyrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora