Capítulo 89

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AYNA

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AYNA

Los rebeldes habían retrocedido casi hasta la base de la colina oeste. Los sureños y los imperiales los habían acorralado y los vedrianos aguardaban como buitres en el flanco derecho, hacia el sur.

Ayna había logrado recomponer sus filas y todo lo que quedaba de la resistencia estaba ahora tras ella, incluyendo los artilleros de los explosionadores manuales. Los enemigos mantenían cierta distancia, sin atreverse a lanzarse contra ellos para no entrar en la línea de tiro de los explosionadores.

—¿Qué hacemos? —le susurró Itusz —¿A qué esperan los vedrianos para matarnos?

—No lo sé —respondió ella frotándose la cara, que todavía le sangraba—. Tenemos que hacer que avancen un poco más para abrir fuego con los explosionadores.

—Acabemos con esto de una vez —gruño Bleik—. Si los dioses nos esperan, no debemos impacientarlos.

Ayna miró en derredor, desesperada. No había nada que pudieran hacer para ganar la batalla. Solo les quedaba intentar atraer a sus enemigos hacia los explosionadores para llevarse por delante al mayor número posible antes de perecer. Se giró para hablar con Ian, pero él ya no estaba a su lado. Al mirar al frente, lo vio avanzar hacia el ejército enemigo.

—¿Me recordáis? —les gritó—. ¡Yo soy Conner Trevannon! ¡Soy vuestro canciller de guerra! ¡Debería daros vergüenza desoír la profecía! ¡Llevaréis a Galedia a su destrucción! ¡Retroceded y capturar al impostor Dresdent!

Varios gritos de «traidor» surcaron el aire. Una flecha salió volando y se le clavó en el muslo. Ian trastabilló pero recuperó el equilibrio. Docenas de soldados imperiales abandonaron las filas y corrieron hacia el bosque que se extendía al norte de la pradera. Ayna se envalentonó y avanzó hasta Ian. Todo su cuerpo se tensó esperando el impacto de una flecha en su carne.

—¡Haréis bien en dar media vuelta si no queréis despertar la ira de vuestro dios! —bramó—. ¡Uníos a mí contra el impostor o matadme!

Una nueva oleada de triareños se escabulló por los flancos, huyendo, mientras los sureños intentaban retenerlos por la fuerza.

—¡Cobardes! —rugió Ian—. ¡Si queréis matarnos venid a por nosotros!

—¡Basta de cháchara! —Un sureño salió de entre las filas y les dedicó una mirada de asco. Ayna reconoció a lorr Cyras al instante y apretó la mandíbula—. Claro que voy a matarte, bruja. Tu encantamiento se termina hoy. ¡A la carga!

Los sureños gritaron y se abalanzaron sobre ellos mientras los triareños seguían desertando. Itusz y Vaerian aparecieron y ayudaron a Ian a retroceder.

—¡Ahora! —gritó Ayna mientras se replegaba—. ¡Fuego!

Los explosionadores tronaron y sus proyectiles arrasaron las primeras líneas enemigas. El humo caliente se le metió por la nariz y la hizo toser. Apenas podía ver nada y se aferró a Yggdril, intentando ignorar el pitido de sus oídos y apartar los alaridos de los que habían sido alcanzados. Una forma verde salió del humo y saltó sobre ella.

Crónicas de Galedia III: Gran IalmyrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora