Capítulo 6

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ANGLIA

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ANGLIA

Anglia temblaba como un junco mientras apretaba a Ayna contra su carne. Llevaban ya varios minutos de diador abrazadas, pero se sentía incapaz de soltarla a pesar del jaleo que había su alrededor. Los rebeldes se movían por el patio, entraban y salían del Sarye y cada vez llegaban más; un ejército variopinto que podía observar a través del pelo pelirrojo de Ayna, apoyada como estaba en uno de sus hombros. Ella tampoco parecía deseosa de soltarse, pero un rayo canela corrió hacia ellas entre ladridos emocionados y se lanzó contra la joven, tirándola al suelo.

—¡Roan! —exclamó ella.

Anglia sonrió mientras Ayna palmeaba y acariciaba a su perro una y otra vez, hasta que una voz a espaldas de ambas la sobresaltó y todos los músculos se le tensaron.

—Ayna.

Era un sonido extraño, la palabra pronunciada de una forma aspirada y brusca, casi como si la letra jota se hubiese colado delante de la primera a. Ayna se levantó al fin del suelo con Roan todavía pegado a sus talones, y Anglia aprovechó para comprobar que estaba de una pieza. Pese a tener la ropa salpicada de sangre en varios puntos y un hombro en cabestrillo, parecía bastante indemne. Resopló aliviada solo entonces se permitió estudiar al extraño que había reclamado su atención.

Era un hombre enorme y joven, con el pelo plateado y los ojos del azul más pálido que había visto jamás. La melena le caía sobre los hombros anchos, mitad alborotada y mitad recogida en trenzas finas, casi entrelazándosele con la barba, que lucía el mismo tono que el cabello. Sus ropajes no eran galedianos, como tampoco lo eran los atavíos de los hombres y mujeres que iban tras él. Anglia estaba casi segura de que eran dheins.

—... la ensenada está controlada. He dejado a mis mejores rastreadores vigilando —le decía a la muchacha.

—¿Has establecido guardias? Tus dheins también necesitan descansar. Que sean tiempos cortos.

Él asintió.

—¿Has hablado con Iorg?

—Todavía no. Acabo de llegar. Estará esperándonos.

—¿Cuáles son tus órdenes?

Anglia se sorprendió. ¿Todas aquellas personas estaba a las órdenes de su pequeña? Los ojos se le abrieron como platos. Roan se acercó a olisquear al hombre y él le acarició la cabeza de forma distraída.

—No me dejes sola con Iorg —le sonrió ella—. Si se entera de lo que acabo de hacer, querrá matarme. El resto de tus dheins pueden descansar. Anglia los acomodará aquí. Estaremos apretados, pero estaremos.

—De acuerdo. ¿Y qué es eso que has hecho? Me gusta cuando haces enfadar al hombrecillo.

—He enviado a Daimen a curar al Guardián.

Anglia no logró reprimir un jadeo. Le aferró a Ayna la manga de la camisa y la joven se volvió hacia ella. También notó los ojos gélidos del dhein clavados en su cabeza, pero intentó ignorar la apabullante sensación.

Crónicas de Galedia III: Gran IalmyrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora