Capítulo 57

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"You're fighting an endless war

Hunting a miracle"


"Estás peleando una guerra eterna

persiguiendo un milagro"

persiguiendo un milagro"

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GADEA

Gadea estuvo a punto de echarse a llorar cuando Nel le señaló una extraña construcción de piedra y ladrillo, situada en lo alto de una colina en la que varios parches de tierra yerma salpicaban el prado escarchado.

—Es el resguardo —sollozó la niña—. Hemos llegado a Vicuse.

Gadea sintió que las piernas le temblaban. La travesía a través de la cordillera había sido terrible. Se habían perdido varias veces y solo habían sobrevivido gracias a una caravana de Itinerantes ancianos, de los pocos que no se habían unido a los rebeldes en Vicuse, que las habían acogido en uno de los carromatos y las habían llevado hasta la frontera de Valedia.

Se aproximaron al resguardo con inseguridad. Varias mujeres y hombres vigilaban aquellos extraños muros salpicados de ladrillo. Gadea se sorprendió al ver a aquellas jóvenes ataviadas con cotas de malla y armas y se detuvo, un tanto intimidada. Sabía que había mujeres entre los rebeldes, sin ir más lejos, la propia Ayna Eyrel, pero nunca había logrado imaginárselas. Donde ella había crecido, en una aldea del norte de Triara, las mujeres casi nunca se atrevían a desafíar las normas del Imperio.

Nel le cogió la mano y avanzó hacia la puerta con firmeza. Gadea dejó que la joven le explicase su situación a las guardianas de la puerta. Finalmente, una de ellas la reconoció y les permitieron pasar.

Tuvieron que repetir el proceso al llegar a una segunda muralla que Nel identificó como la Fortaleza. Gadea se imaginó a Fahran recorriendo el adarve y el extenso patio de armas. La ciudad era bonita y tenía un aire pintoresco con todas aquellas construcciones de madera o de enormes sillares de piedra con sus tejados de pizarra o teja. Las calles, amplias y empedradas, seguían un patrón menos ordenado que las de Pátrea o cualquier ciudad de Triara. Una niebla espesa que indicaba la presencia de alguna masa de agua cercana flotaba por todas partes, calándole hasta los huesos.

Tiritando, Gadea se arrebujó en su capa sin dejar de mirar en todas direcciones. Aquel era el sitio en el que se había criado Fahran y no podía evitar que una emoción extraña la removiera por dentro al imaginárselo recorriendo las mismas calles que ella estaba pisando. Durante la relación que ambos habían compartido, había fantaseado incontables veces con que él se la llevase a su hogar, salvándola de su padre, de la taberna y de la miserable Etrea, pero en el fondo siempre había sabido que era un sueño imposible.

Al final, ella misma se había salvado.

Pese a todo, allí estaba, recorriendo los caminos de Vicuse y tal vez a punto de volver a ver al único hombre del que se había enamorado y al cual no había logrado olvidar.

Crónicas de Galedia III: Gran IalmyrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora