Capítulo 14

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"I'm in love with a fairytale

even though it hurts"


"Estoy enamorada de un cuento de hadas,

aunque duela"

aunque duela"

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GADEA

Apenas había logrado conciliar el sueño desde el horrendo suceso del que Lass Níbea la había hecho partícipe dos días atrás, erigiéndola en cómplice de la desgracia de Vaerian y de su amante. Gadea se culpaba por haber colaborado en aquella encerrona pero ¿qué podría haber hecho ella en contra de los designios de la prima del Gran Ialmyr? Llevarle la contraria hubiese significado su despido inmediato o incluso algo peor. La mujer parecía muy capaz de cumplir su amenaza y acusarla de ladrona, lo cual, según las leyes del imperio, le habría acarreado perder la mano derecha.

Y nadie querría contratar jamás a una criada manca.

Pese a todo, Gadea se sentía desgraciada noche y día, angustiada por el futuro de Vaerian, recluido en su cuarto, en teoría enfermo, y de su pareja, encerrado en los calabozos del Morye. Entre los criados se especulaba de forma errónea sobre el motivo del encarcelamiento del ayudante del herrero, atribuyéndole algún hurto o estafa. Además, corría el rumor de que había sido torturado, y una de las lavanderas juraba que lo escuchaba llorar todas las noches desde su cuarto. Aunque aquello era improbable, ya que la servidumbre se alojaba en el ático del enorme edificio de piedra caliza y los calabozos se encontraban en el sótano, a Gadea la recorría un escalofrío cada vez que escuchaba aquel tipo de cotilleos macabros.

Sin embargo, nada se detenía por los melindres y pesares de una doncella en una casa como aquella, de modo que se había levantado puntual antes de que despuntase el sol rojizo de Triara y se había presentado en las cocinas para desayunar unas insulsas gachas de avena sin endulzar. Una vez más, la lavandera insistió en su versión de los terribles gimoteos que profería el reo desde su prisión, y a Gadea se le encogió tanto el estómago que tuvo que apartar de sí aquel engrudo al que llamaban almuerzo.

—¿Te encuentras bien? —Lyvia interrumpió su relato y se fijó en ella.

—Sí, pero las gachas están demasiado calientes para mi gusto —mintió. Si daba alguna explicación sobre su sensibilidad digestiva alguien podría acusarla de un posible embarazo, lo cual supondría un escándalo para una mujer soltera y podría traerle problemas con la justicia. No sería la primera vez que una acusación falsa arruinaba la vida de una mujer en Galedia.

—¡Vaya con la señorita! ¡Ni que fuera una Ialmyr! ¡A su santidad no le gustan tus gachas, Lorreyn! —bramó la lavandera girando el rostro hacia la cocinera, que faenaba en el lumen—. ¿También queréis una reverencia, mi señora?

Gadea se ruborizó entre las risas de los demás criados. Tan solo Nel, la muchacha apocada de pelo castaño que Lass Níbea se había traído desde Valedia, permanecía silenciosa con los labios apretados en una mueca de incomodidad. La mofa aumentó progresivamente hasta llamar la atención de la gobernanta, que solía desayunar en su gabinete atenta a cualquier sonido que se desmadrase en la cocina. Era una mujer alta, de nariz ganchuda y pelo gris, severa y, como todo el personal de aquella casa, profundamente religiosa.

Crónicas de Galedia III: Gran IalmyrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora