Capítulo 37

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"I'm taking back the crown
I'm all dressed up and naked
I see what's mine and take it"

"Estoy recuperando la corona

Estoy vestida y desnuda

Veo lo que es mío y lo tomo"








Veo lo que es mío y lo tomo"

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AYNA

La plaza estaba atestada, o al menos eso parecía por la rendija de las cortinas de seda escarlata del carruaje. Los edificios eran en su mayoría casas bajas de ladrillo rojizo y techos planos encalados, que no se asemejaban en nada a las viviendas de piedra o madera y techo de teja o pizarra de Valedia. Apenas había vegetación, a excepción de unas cuantas palmeras, y el suelo era arcilloso y cobrizo. Cada vez que alguien se movía, un polvo reseco ascendía enredándose en las piernas de la multitud. El sol, intenso para ser casi Duodécimo, atravesaba los chorros de agua de la fuente central y se reflejaba en los azulejos pintados con motivos florales. Ayna se había sorprendido al verla. Aunque sabía que había una en cada plaza importante de Galedia, no había esperado que manase agua de la de Pátrea. Dresdent, al ver su extrañeza, se inclinó hacia ella en la carroza.

—Hay tuberías en el subsuelo. El agua viene de un embalse en las montañas que rodean el Bastión —le explicó con regocijo, como si una hora antes no la hubiera amenazado en el Morye—. Esta tierra no es tan dura como pensáis. Aprenderéis a amarla como lo hago yo. Vaerian os ayudará a descubrir sus bondades.

Le dio un codazo a su hijo, sentado a su lado. Él levantó la mirada deprimida para lanzarle una ojeada desganada a Ayna.

—Sí, padre.

—Ya estamos llegando, mi señor —dijo Floyd con su habitual tono servil—. La multitud abarrota la plaza. Están deseando ver a la rescatada Ialmyr de Valedia.

Ayna reprimió una risa despectiva. ¿Así que así se lo habían vendido a los triareños? ¿Que la habían rescatado de manos de los rebeldes?

—Y ella se comportará como le hemos indicado. ¿No es así, lass Ayna?

—Sí, lorr Dresdent —respondió. Trevanon se había encargado de que viese cómo metía a Nel en el último carruaje de la comitiva, detrás del de lass Irine y su séquito.

El vehículo traqueteó hasta el centro de la plaza, a los pies de un gran estrado de madera. La multitud gritó en cuanto la portezuela se abrió. Dresdent y Floyd salieron primero. Vaerian los siguió y le tendió una mano a Ayna.

—Mi padre quiere que os apoyéis en mí —le susurró sin mirarla a la cara—. Lo siento. Me avergüenza tener que participar en esto. Pero yo tampoco tengo alternativa.

Ayna lo contempló, sorprendida. No esperaba del hijo de Dresdent sino que pensase como él. El joven tenía los hombros hundidos y las facciones, agradables y suaves, descompuestas por un rictus de incomodidad. Su mirada desolada le recordó un poco a Fahran y un dolor sordo le atravesó el pecho.

Crónicas de Galedia III: Gran IalmyrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora