"Take my blood, tears, dust"
"Toma mi sangre, mis lágrimas, mi polvo"
AYNA
El patio de la Fortaleza estaba tan abarrotado que incluso el cuello de la camisa parecía oprimirle la garganta, y la fina lluvia que le humedecía la tela poco a poco alimentaba su sensación de ahogo. A parte de la multitud allí congregada, había troncos, tablones, piedras y otros elementos de construcción por doquier. Grupos de carpinteros, canteros, civiles y soldados estaban construyendo nuevos salientes y parapetos en la muralla para multiplicar los ángulos de tiro de los arqueros. Se habían cavado zanjas y montado una empalizada de leños afilados y espinos al otro lado de las puertas, y se había instalado un segundo rastrillo con parte del metal que Varland les había hecho llegar. Cestos de piedras, saetas, lanzas y odres de aceite y brea se acumulaban en las puertas interiores para ser llevadas al adarve y a las torretas, y un goteo lento pero firme de campesinos del sur del muro traía sin parar costales de grano, piezas enormes de carne seca y ahumada y verduras y frutas que se transformaban en conservas en las cocinas del Sarye y otras mansiones nobles, ahora tomadas por el ejército rebelde. Contribuían al jaleo los voluntarios que había logrado reclutar en Réla y en los pueblos meridionales a base de pasearse por todos ellos acompañada por Loritz, miembros de la red y sus propias suevyr. Pese a todo, nada de aquello parecía ser suficiente para refrenar la ofensiva que se avecinaba.
Había transcurrido ya una semana desde la toma de la ciudad y, según los cálculos de Iorg, apenas les quedaba otro tanto para que el ejército de Dresdent llamara a las puertas de Vicuse. Mamá Maduz les había informado de que una enorme hueste se dirigía hacia el norte desde la pantanosa Triara. Al parecer, el Gran Ialmyr había dejado el Bastión casi vacío, pero los Itinerantes no sabían precisar si era él mismo quien comandaba sus tropas. Ayna deseaba que así fuera. Si lograba darle muerte, sería mucho más fácil desmantelar el mando imperial. Muchas noches se despertaba entre sudores, en una silla ante la cama de Fahran o de Gadriel, tras soñar que acababa con un hombre sin rostro que cabalgaba sobre un enorme corcel pardo y que se enfrentaba a ella lanzándole las cabezas de sus seres queridos. La testa amoratada de Mel rebotaba en sus piernas y era entonces cuando abría los ojos, presa de un pánico atroz, jadeando como si acabase de correr muchos kilómetros y con las tripas transformadas en culebras.
Intentó abrirse paso hacia la zona apartada que ocupaban Iorg, Mahya, Hens e Itusz, que discutían ante la cárcel improvisada a base de tablones y chapas de metal que se había construido para contener a los soldados imperiales que habían sobrevivido y que no cabían en los calabozos. Mientras caminaba, alzó la mirada hacia lo alto de la muralla, que ahora tenía una apariencia bastante estrambótica debido a los recientes añadidos defensivos. Distinguió a Lauryel y a varias suevyr patrullando bajo la llovizna y sonrió con orgullo.
Conforme los soldados y civiles la reconocían le fue más fácil hacerse hueco, ya que la gente se apartaba de su camino. Todavía le sorprendía que la mirasen de aquella manera, entre temerosa y esperanzada, como si ella fuese la solución a todos sus problemas y su mera presencia en Vicuse bastase para repeler a Dresdent de la ciudad. Bleik tenía razón y se había convertido en un extraño símbolo de la resistencia, la Ialmyr que peleaba por su pueblo imbuida en una especie de autoridad sagrada. A pesar de que no se sentía nada cómoda teniendo que llenar unos zapatos tan grandes, callaba, asentía y agradecía las muestras de confianza día tras día, intentando que no se le notase lo asustada y poco optimista que se sentía en realidad sobre el desenlace de la batalla.
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Crónicas de Galedia III: Gran Ialmyr
Fantasy***ATENCIÓN: SPOILERS SI NO HAS LEÍDO LOS DOS LIBROS ANTERIORES*** SINOPSIS La caída de Vicuse a manos del ejército rebelde hace que el Imperio se tambalee. Ayna es ahora un importante símbolo de la resistencia y Fahran debe aprender a sobrevivir e...