Capítulo 20

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"What a day

Feels like my breath is heavy again
And I'm totally faded"

"Menudo día, 

Parece que mi respiración vuelve a ser pesada, 

Y estoy totalmente desvanecido"

Y estoy totalmente desvanecido"

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FAHRAN

Se incorporó con rapidez y tanteó los juncos en busca de su ropa y sus armas. A su lado, Ayna ya se había puesto en pie y se ajustaba el peto de cuero a toda velocidad. En cuanto acabó, lo ayudó a colocarse sus protecciones y su cinturón de armas. Las heridas de la espalda todavía estaban a medio curar y le daban tirones con cualquier movimiento; sus ademanes eran más rígidos y lentos de lo habitual.

—¡Debemos correr a la Fortaleza! —lo apremió ella—. ¿Seguro que puedes luchar? —Ayna contemplaba con preocupación sus torpes maniobras para acomodarse los brazales y las hombreras—. Tal vez sería mejor que te quedases defendiendo el Sarye por si lograsen entrar.

Él negó con la cabeza.

—Mis hombres no seguirán a nadie más. Si no me ven, podrían huir, o peor, volverse contra vosotros. Debo ir. Y no pienso quedarme aquí mientras tú te marchas.

—Ahora ya sabes cómo me sentí el día que los dheins atacaron la ciudad y tú pretendías que me quedase en la bodega.

—He aprendido la lección. ¡Vamos!

Atravesaron la ribera pegajosa del río hasta llegar al camino principal y corrieron hacia el este. Grupos de rebeldes salían de las mansiones nobles requisadas y tomaban la misma dirección que ellos. Fahran trotaba con esfuerzo intentando seguir el ritmo de Ayna, quien se volvía continuamente para asegurarse de que no se quedaba atrás. Su rostro rebosaba determinación y concentración. Los trazos de tierra y ceniza que Itusz le había pintado en la frente, el mentón y las sienes y que él le había emborronado al acariciarla y besarla le daban un aspecto amenazador. Desde luego, no se parecía en nada a la muchacha ataviada con vestidos vaporosos bordados en plata y oro que Níbea había exhibido por los salones de té de las casas nobles de la ciudad mucho tiempo atrás. Lo embargó una oleada de admiración. Mientras corría hacia la Fortaleza se propuso seguir su ejemplo y se prometió a sí mismo que, si salía de la guerra con vida, se marcharía a la Escuela de Sanación de Vedria para convertirse en sanador como siempre había deseado.

Llegaron a la plaza del pueblo. Los ciudadanos corrían de un lado a otro, aterrados, aferrando cestos con sus bienes o tirando de las manos de niños pequeños que gritaban a pleno pulmón, desconcertados porque los hubiesen sacado de sus camas en mitad de la noche. Los rebeldes confluían en aquel punto desde todas las direcciones y avanzaban en tropel hacia las defensas de la ciudad. Al fondo de la estampa, se recortaba la silueta de la mole de la Fortaleza, iluminada por las antorchas y los candiles que pendían de los gruesos muros de piedra y por las luces titilantes que portaban los rebeldes. Ayna aceleró en aquella dirección y él también apretó el paso. El miedo a perderla se hacía más grande y abrumador con cada metro que ganaba, haciéndose sólido en su garganta. Intentó sosegarse. Al menos, en aquella ocasión pelarían en el mismo bando.

Crónicas de Galedia III: Gran IalmyrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora