Capítulo 80

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"Together in all these memories

I see your smile.
All the memories I hold dear.
Darling, you know I will love you
'Til the end of time"

"Juntos en todos estos recuerdos

Veo tu sonrisa

Todos los recuerdos preciados para mí

Querida, sabes que te querré

Hasta el fin de los tiempos"

Hasta el fin de los tiempos"

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FAHRAN

El corazón le brincaba a toda velocidad y el pecho le dolía cada vez que cogía aire. Esta vez no había habido besos ni palabras tiernas, tan solo dos soldados deseándose suerte ante una muerte casi segura. Todavía no estaba convencido de que marcharse y cumplir los deseos de Dresdent hubiese sido la mejor de las ideas. Una voz en el fondo de su cabeza le susurraba sin parar que su sitio estaba al lado de Ayna. ¿Pero qué otra forma había de intentar salvar a Níbea?

Avanzó con pasos rígidos hasta la empalizada imperial y levantó las manos en señal de rendición. Un sinfín de flechas lo apuntaron y tragó saliva. Una voz conocida dio órdenes de abrir las puertas y hacerlo entrar. Varios pares de manos tiraron de él sin miramientos, le palparon el cuerpo en busca de armas y le ataron los brazos a la espalda. El gigantesco perfil de Silas se recortó sobre él en la oscuridad de la noche.

—Al final has recapacitado. Has dejado a la ramera y has vuelto a donde debes estar, aunque me temo que es demasiado tarde.

—Jamás la traicionaré. He vuelto porque tu amo me ha prometido liberar a mi madre.

—No saldrás vivo de aquí.

—Lo sé. Pero mi madre sí. Prométeme que te asegurarás de que Dresdent cumpla su parte. Que dejará ir a mi madre.

—Lorr Dresdent siempre cumple sus promesas.

—Entonces te encomiendo una tarea fácil.

—¿Por qué tuviste que hacerlo, Fahran? ¿Por qué tuviste que cambiar de bando? —el tono de Silas cambió. Ahora no era duro, sino desolado.

—No estaba bien, Silas. Lo que defendíamos no estaba bien.

—Defendemos el orden natural de las cosas, Fahran. Lo que el Ialme desea.

—El Ialme no desea que odiemos a nuestros semejantes. El Ialme no deseaba la muerte de Celsius, pero Dresdent sí. Los hombres codiciosos han transformado sus ambiciones en palabras sagradas. Pero es mentira. No pienso creer en un dios de odio. ¿Me preguntas por qué me cambié de bando? Porque escogí el amor. Eso es lo único en lo que quiero creer.

Silas soltó un rebuzno.

—El amor no va a salvaros, ni a ti ni a ella.

Fahran alzó la mirada y observó el campamento a su alrededor. Estaba en el corazón mismo del poder del Imperio, desarmado y a punto de entregarse a un hombre que lo odiaba. Pero no tenía miedo. Podía recordar el peso de su hijo dormido en sus brazos, el olor de Ayna bajo las sábanas de su pequeña tienda, el sonido de la risa de Daimen, la calidez de los brazos de Anglia, la manos enormes de su padre sobre sus hombros, la música del violín de Gadea y el sabor de los cigarrillos que había compartido con Itusz.

Crónicas de Galedia III: Gran IalmyrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora