Capítulo 50

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"Blindfolded I ran

Towards peace of mind

Searching for an answerI won't remember"


"Corro ciego

hacia la paz mental

buscando una respuesta

que no voy a recordar"

que no voy a recordar"

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FAHRAN

Se desplomó en el suelo, tosiendo y jadeando. Un hilo de sangre caliente y pegajosa le resbalaba por la cara. Bajo él, la tierra todavía se contorsionaba por el derrumbe, tronando como varias tormentas. A través de los resquicios de la trampilla que Dryl había cerrado de un manotazo ascendían nubes de aquel polvo que había estado a punto de asfixiarlo. Una de sus manos aferraba su trozo de vidrio verde pulido, pero no recordaba haber pensado en tocarlo.

—Tenemos que salir de aquí —Lauryel le tendió una mano para ayudarlo a levantarse—. El derrumbe ha creado un ruido terrible. Ha temblado todo el suelo. Pronto vendrá alguien buscando el origen.

Fahran se levantó, boqueando. Le dolía todo el cuerpo y la frente continuaba sangrándole. Lauryel rebuscó un rollo de venda en su morral y se la anudó alrededor de la cabeza.

—Daimen siempre nos insistía en que llevásemos un pequeño botiquín con nosotras cuando nos ayudó a prepararnos para salir a las montañas.

Fahran esbozó una sonrisa. Echaba terriblemente de menos a su amigo.

—Típico de él.

—Tenemos que apurar —Ciry daba vueltas en torno a ellos, nerviosa—. Estamos cerca de la muralla. Van a venir los imperiales.

—¿Hay algún sitio donde escondernos? —preguntó Dryl, que parecía ocupar casi todo el estrecho sótano a donde habían ido a parar.

—Estamos debajo del viejo aserradero, en el extrarradio de la ciudad, pero lejos de las puertas y del Alcázar. Aún así, Silas siempre tiene hombres patrullando por todo el perímetro de la muralla.

Fahran pudo ver en los ojos vidriosos y desorbitados de Ciry el terror que sentía por su antiguo amigo. Apenas podía creerse que alguien le tuviese un miedo semejante a Silas. El grandullón enérgico y vivaracho que había crecido con él, que lo había cuidado en el Bastión, que había intentado salvarle la vida a Amund y que había compartido con él y con Daimen tantas noches de camaradería en la taberna de Breg. La cabeza le dolía y sintió que se mareaba un poco, pero no podía decir si era por el golpe en la frente o por el pánico que le producía la idea de enfrentarse a Silas. Una vez más, el mundo se tambaleaba y perdía el sentido para él. La sien le palpitaba y una náusea le ascendió por la garganta al mismo tiempo que un calor abrasador comenzaba a incendiarle la nuca. Apoyó las manos sobre las rodillas y tomó aire despacio. El recuerdo de su hijo le vino a la cabeza. Si había podido seguir adelante tras su muerte, podía superar cualquier cosa, pensó. Incluso plantarle cara a Silas. Visualizó el rostro de Ayna y se empapó de la posibilidad de que ambos pudieran salir con vida de la guerra. De que existiese una ínfima posibilidad de reencontrarse, de construir una vida, de envejecer juntos. Supo que haría cualquier cosa por aquella débil chispa de esperanza.

Crónicas de Galedia III: Gran IalmyrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora