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Habían pasado unos cuantos días donde Delian había acudido a la realidad de Olivia para poder dejar la carta que esta le había escrito a sus familiares. En ella, les expresaba que estaba en otro destino, que estaba todo bien y se encontraba tranquila. Recordaba algunos momentos, enlazándolos con algunos recuerdos que poseía con Sara o con Pau, de forma que les diera cierta paz de saber que sí era ella quien escribía la carta. Seguro que todos estaban pensando cientos de situaciones en su contra, pero jamás caerían en la realidad. Era necesario que le dieran un mínimo de paz, aunque sabía que aquello no les daba tranquilidad en absoluto.
Fueron días algo largos, donde Vitera y Arana no pisaron el castillo un solo día. Ya hasta el príncipe se preguntaba donde estaban ellas dos, después de protegerlas de los rebeldes habían desaparecido del mapa, como si fueran fantasmas. Aún así, se alejaba. Habían sido días de paz, donde había podido escabullirse a la habitación de Olivia todas las noches, así disfrutar de besarla, hacer el amor y después contarse todos sus divagues. No podía estar más feliz.
Pero fue aquella tarde, cuando el otoño ya estaba bien adentrado en sus calendarios, que Vitera colocó un pie dentro del castillo. Caminó decidida hasta la entrada, sin mirar siquiera hacia los lados.
Olivia y Samka, quienes se encontraban sentadas sobre el césped de fuera, se quedaron algo confusas al ver a aquella mujer allí. Se observaron, cómplices, con un gesto de duda que podía leerse en sus rostros.
—Qué raro... —exclamó la princesa.
—Parece furiosa —argumentó Olivia, volviendo a mirar la entrada, por donde Vitera desaparecía— ¿Crees que habrá pasado algo con Arana?
—No tengo ni idea. Seguro que es una tontería, esa mujer siempre se queja por todo. No le hagamos caso, no merece la pena —respondió Samka, volviendo a su labor de tejer aquella pequeña tela que tenía entre manos. Por su parte, Olivia retomó su lectura, aún sin quitar de su mente la imagen de aquella señora entrando como un miura al castillo.
Vitera caminó sin hacer demasiado caso a las reverencias de los guardias, fija y con la cabeza en alto, hasta el despacho de Barcon. Ni siquiera se molestó en tocar a la puerta; entró de forma directa y buscándolo con la mirada. Sonrió al encontrarlo sentado, con papeles en sus manos. Ese era el momento ideal para explicar aquello que iba a desarrollarse durante los próximos días, si no quería que todo el mundo se enterara de que el rey había estado encamándose con su hija.
—¿Qué haces aquí? —fueron las únicas palabras que salieron del rey, en lo que la mujer castaña cerraba la puerta con pestillo y se sentaba, con parsimonia, en la silla dispuesta frente a su escritorio. Lo miró, seria, sabiendo a la perfección cuales iban a ser las palabras por recitar. Había pensado demasiado, iba a conseguir aquello que deseaba, porque ahora tenía un motivo para chantajear al rey y dar mucha más prisa.
—Vengo a hablar sobre el percance del otro día —soltó. Después, burlona, suspiró, sonriendo—. O, mejor dicho, a comprar mi silencio si de verdad no quieres que se sepa, porque no pienso guardar este secreto a cambio de nada. Me debes algo —recitó, segura, con toda la ira que podía expresar ante ese ser mediante sus ojos. Lo odiaba. Si alcanzar ese bienestar económico que deseaba no dependiera de él, ya lo habría matado con sus propias manos. Era demasiado consciente de que aquel regente era repugnante y un ser vil... pero su sed de poder era mucho más grande que el rechazo que pudiera sentir hacia él.
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Dividida | NOVELA DESTACADA @WattpadFantasiaES
FantasyElla nunca imaginó que iba a aparecer en un mundo alterno por leer un libro. Olivia, una escritora frustrada, se ve envuelta en un lugar paralelo donde la luz y la oscuridad son los principales protagonistas y la magia se esconde en cada rincón. Con...