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[II] 13: 𝐄𝐥𝐞𝐜𝐭𝐫𝐢𝐜 𝐋𝐨𝐯𝐞 - 𝐁Ø𝐑𝐍𝐒

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Pasar las cosas de su cuaderno al ordenador había sido una tarea pesada desde la perspectiva de Olivia, pero al menos la había mantenido ocupada gran parte del tiempo. No sabía cuántas páginas llevaba de esa nueva novela que tramaba, pero no había hecho otra cosa que reescribir, dejando todo de forma digital para que no se le borrara. Incluso, una de aquellas tardes, la ventana de su habitación estaba cerrada, causando que las gotas de lluvia chocaran con el cristal. El olor a petricor inundaba cada calle de Valencia, también el piso de la escritora. Olivia recordó entonces las lloviznas en el mundo de Taghk, el olor a naturaleza que se desprendía por cada gota de agua que con caía sobre las flores y el césped. Echaba de menos el verde.

De repente, su mente voló mucho más allá. Recordó luna de las veces en las que ella y Delian se acostaron, esa vez donde por primera vez Delian se adentró en ella. Rememoró las manos de él, acunándole las mejillas, mirándola con aquellos ojos que tan hermosos eran a su percepción, llevándola a ese mundo de placer que ellos habían creado de forma exclusiva. Recordó el sonido de las gotas de lluvia contra la ventana, haciendo de banda sonora con los gemidos que se escapaban de la boca de ambos. Lo amaba desde mucho antes de aquel instante, casi de forma inconsciente. Echaba de menos tenerlo a su lado, compartir charlas y días de lluvia metidos en una habitación. Sintió su corazón hacerse pequeño al pensar que ya no estaban juntos, aunque ella deseaba volver a sentir esa conexión con él. No era sexo, era chispa. Magnetismo. Cariño. Amor. Entonces lo supo.

Con manos temblorosas, la escritora colocó el título en lo alto del documento que escribía, notando el pulso acelerado de su corazón. Ahí estaba Delian, colándose en sus novelas sin saberlo. Tanto como protagonista como en el título, Lágrimas de aurora.

Por otro lado, aunque había disfrutado de ver llover en la ciudad, no fue capaz de dar un paso hacia fuera de su edificio. Mentira, ni siquiera había sido capaz de ir a tirar la basura (cosa que Pau estaba pasando por alto). Como muy lejos podía salir a la cocina, donde su hermano charlaba con ella y Sara le hacía el vacío. Su mejor amiga castaña ni siquiera contaba con ella cuando hacía la comida, dejándola sin ración para poder servirse. Uno de los cambios que la rubia había notado era que Sara ahora cocinaba, cosa que no había hecho antes.

Sabía que su amiga estaba enfadada (y con mucha razón), pero a la vez se estaba cansando de los continuos desplantes de la castaña hacia su persona. Encima, el hecho de que no supiera la verdad, que no conociera que no había tenido más remedio que estar separada tanto tiempo, la ponía todavía más nerviosa. Sabía que, si se lo contaba, existían dos posibilidades; que Sara la creyera, se disculparan y todo quedara tan normal; o que su amiga la llamara loca, la echara de su casa e hiciera un grupo para meterla en un manicomio. ¿Cómo le iba a explicar siquiera que ella era la princesa de un reino paralelo?

Una tarde, Olivia se dispuso a hacer la cena. Charlaba con Pau y seguía paso a paso una receta de risotto, el plato favorito de Sara. Quería preparar algo de comer, poner copas de vino de por medio (pero ella sin beber, por si acaso) y lograr una conversación que las llevara a hacer las paces. En su mente parecía un plan magnífico, ellas siempre habían resuelto sus problemas con una conversación profunda.

—Ya verás que ahora nuestra regañona da un brazo a torcer —le explicaba Pau, apoyado en el banco de la cocina—. Déjame que te ayude, anda —exclamó, tratando de quitarse la espátula de la mano a Olivia.