[II] 7: 𝐋'𝐞𝐧𝐟𝐞𝐫 - 𝐒𝐭𝐫𝐨𝐦𝐚𝐞

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La rubia cogió aire cuando Éride, la sirvienta que se encargaba de ayudarla a vestirse para aquel evento especial, apretó el corsé tras ella. Fue el último arreglo de vestimenta antes de terminar, por lo que ya pudo verse con aquella prenda que, aunque la odiaba, ahora comprendía su uso. Después se sentó en uno de los sillones y dejó que le cepillara el pelo, una y otra vez, relajándose cuando comenzó a realizarle pequeñas trenzas que formaban una red de cabello en su cabeza. Lo decoró con una pequeña corona de cuentas negras que caían por los mechones de la joven, haciendo contraste con su cabello rubio caramelo.

—Muchas gracias, Éride —musitó Olivia cuando esta terminó de ayudarla a arreglarse, a lo que la chica asintió con una sonrisa, marchándose de allí. La realidad era que le caía bien, pero echaba demasiado de menos a Xensa. Con ella sí había llegado a tener una relación más estrecha.

Justo cuando Éride fue a salir, Ramkov entró en la habitación de Olivia, a lo que la princesa se levantó para colocarse frente a su padre. Él posó la vista en ella, quedándose estupefacto al verla. Podía ver demasiadas trazas suyas y de su mujer, lo que le parecía mucho más que fascinante.

—Eres hermosa —musitó, acercándose a ella y dándole un beso en la frente.

—¿Crees que eso será suficiente como para caerle bien a los nobles? —cuestionó Olivia con una sonrisa, a lo que su padre imitó el gesto. Sabía que lo había dicho de forma irónica.

—Lo que más destaca de ti y lo que todo el mundo amará es tu gran astucia y tu inteligencia, hija. Todo va a salir bien, solo quiero que seas tú misma —exclamó.

—Lo sé, haré todo lo que esté en mis manos para lograr que vaya bien. Lo que pasó el otro día con el noble de Kliendo... —Olivia cogió aire, recordando como aquel hombre se había referido a que Hecterón no era un príncipe verdadero. No comprendía cómo ese señor había podido anteponerla a ella por la sangre, aunque Hecterón hubiera estado ahí todos sus años de vida— Yo lamento no poder cerrar mi boca, pero la realidad es que nunca lo podré hacer ante situaciones así —argumentó, alzando sus cejas. Ramkov sonrió.

—Defendiste a tu hermano, eso está bien. Contéstales, hija, no tengas miedo de enfrentarte a las injusticias. Muchas veces los nobles te ponen a prueba para calibrar tu lealtad, desean saber si pueden dominarte a su antojo y conseguir beneficios. Muestrales quién es Níveram y por qué merece estar en Daghtak, siempre con la educación y elegancia de una princesa. —Esas palabras consiguieron que la piel de la rubia se erizara, casi sin terminar de comprender el porqué.

Entonces ella recordó todos los momentos en los que había sido Níveram, la princesa de Daghtak. Esa pequeña parte de su ser había estado ahí siempre, oculta, dormida en un rincón de su corazón. Níveram, para ella, era fuerte y arrasadora. Sabía que esa parte de su personalidad clamaba por venganza, resguardaba a un reino bajo su manto y derribaba a aquellos que trataban de dañarlos. Todavía no se sentía cómoda dando la cara a la nación, pero sabía que el día que lo estuviera no habría marcha atrás. Ella sería Níveram... más que Olivia.

—Lo haré —musitó la escritora, como si de una promesa se tratara.

—Ahora, Níveram, creo que es momento de que te entregue esto —exclamó, para abrir la chaqueta negra que tenía sobre su cuerpo. De un bolsillo interior que había mandado a coser para portar sus libros de lectura Ramkov sacó un cuaderno de piel. Olivia se quedó observándolo; era de color beige. ¿Por qué su padre tenía un cuaderno como ese?

Dividida | NOVELA DESTACADA @WattpadFantasiaES  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora