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[II] 23: Chemtrails Over The Country Club - Lana Del Rey

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Delian y Olivia durmieron en el lecho de ella, habiéndose colado en el castillo de Daghtak al anochecer. Ambos estaban cansados y casi cayeron rendidos al tocar la cama. Se les hizo la sensación de que no habían dormido desde hacía mucho tiempo —justo desde su anterior encuentro en la cabaña—, por ello se alegraron de sentirse descansados al encontrarse juntos por la mañana. El sueño había sido más que reparador.

Todavía en silencio, Olivia se giró en la cama y colocó una mano sobre el pecho de Delian, haciéndolo saber que estaba despierta. Este se giró, soltando un pequeño gruñido, agarrando la cintura de su amada y atrayéndola a su persona. Esto causó una risa en la princesa, quien se sintió deslizada por las sábanas.

—Buenos días, príncipe Delian —susurró ella, colando una de sus manos por la nuca de bucles rubios del joven. Este abrió los ojos a duras penas, sonriendo al instante de ser consciente de que la rubia estaba a su lado.

—No sabes cuántas veces he querido escuchar eso —susurró, colocando su cara en el hueco entre el hombro y el cuello de Olivia, refugiándose en su piel. Esta se rió, sintiéndose cómoda con tenerlo a tal cercanía.

—Hoy va a ser un día revuelto, rubito. Necesito hablar con mi padre de ti y... bueno, presentarte. Puede que acabemos los dos fuera de este castillo —expresó Olivia, hundiendo su cabeza en las almohadas negras. Delian se separó de ella y le agarró la barbilla, queriendo hacer que aquellos ojos verdes lo miraran.

—Va a salir bien. Puedes contar conmigo para hablar con él, no hay ningún problema. Daré la cara, Olivia. No pienso esconderme —argumentó, a lo que la rubia sonrió. Estaba demasiado alegre de tenerlo a su lado, enfrentando todo lo que aquello conllevaba.

—Sabes que hoy habrán puesto el grito en el cielo en Aghtak, ¿verdad? —cuestionó la princesa, acariciando con su dedo índice el mentón de diamante de Delian.

—Lo sé. Si te soy sincero, no me interesa. Hoy debería estar casándome con Arana —expresó, a lo que ella asintió. Efectivamente, ese era el día en el que se suponía que iba a unirse en matrimonio con la castaña—. Sé que mi padre debe estar de los nervios. Solo espero que Samka se haya escondido en su habitación, junto con Yori. Me siento algo culpable de no haberla avisado antes de venir —exclamó, a lo que la rubia se alzó.

—¿Cómo está Samka? La verdad es que la echo mucho de menos. La primera cosa que haré, si se resuelve toda esta situación, será ir a verla —asumió, colocándose una bata sobre el camisón de manga larga que portaba.

—Le conté que te había visto. No hizo más que preguntarme si estabas bien, si tenías mejor aspecto. Se le quedó grabado en la memoria cómo te vio cuando te fuiste —contó, a lo que Olivia tragó saliva. Recogió toda su melena hacia un lado de su rostro, comenzando a pasar los dedos entre los mechones para trenzarlo.

Antes de que pudiera hacer nada, unos golpes en la puerta sorprendieron a ambos. Delian se cubrió con las sábanas negras, mientras que Olivia sabía que se trataba de Éride. Es por ello por lo que, con voz suave, la invitó a pasar.

—Buenos días, princesa Níveram. Aquí tiene la ropa del entrenamiento para vestirse, cuando termine tiene dispuesto el desayuno —exclamó la joven, quien portaba su cabello castaño recogido en un moño casi perfecto. Esta caminó por la habitación, acostumbrada a la rutina de todos los días. Pero se quedó parada cuando descubrió a un joven rubio, con el torso desnudo, en la cama de la princesa.

—Éride, él es Delian. Te ruego que, por favor, no anuncies que está aquí. Tengo que hablar a mi padre sobre todo este... asunto —exclamó Olivia, acercándose a la joven. Esta la miró y después regresó la vista hacia el príncipe, quien estaba algo incómodo. ¿Había dicho Delian? Pero... sería otro. No podía tratarse del príncipe de Aghtak, ¿verdad?— Por cierto, ¿puedes conseguirle ropa? —el chico carraspeó, algo incómodo, mientras observaba a la princesa aguantar una risa divertida. La realidad es que, bajo aquella sábana, el rubio estaba tal y como le habían traído al mundo.