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[II] 5: 𝐍𝐨 𝐎𝐧𝐞 𝐃𝐢𝐞𝐬 𝐅𝐫𝐨𝐦 𝐋𝐨𝐯𝐞 - 𝐓𝐨𝐯𝐞 𝐋𝐨

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Tener una rutina era algo que Olivia había odiado desde hacía muchos años. Pensaba que así su inspiración se secaba, ella era una persona que necesitaba nuevas aventuras todos los días para refrescar las ideas. Le parecía irónico que, en aquellos momentos, lo único que la mantenía en pie era la pequeña sucesión de costumbres que había adquirido en Daghtak, impulsándola a regresar a la escritura. Le daba paz saber qué era lo que debía hacer después, no pensar en ningún imprevisto que lograra desestabilizarla.

Ahora estaba practicando un poco con el arco, vestida con unos pantalones algo más anchos que sus piernas y con el cabello recogido en una trenza que le recorría la espalda. Su cabello había crecido, no lo había cortado desde hacía demasiado tiempo, recogerlo era la única forma de que no le molestara. Sus hombros se movían ágiles a la hora de poner la flecha en el arco y disparar, pues cada vez estaba teniendo más práctica. Ya no se había quemado hacía mucho y estaba empezando a dar en el centro de sus objetivos, lo que la hacía sentir mejor en cuanto a sus habilidades deportivas. Sonrió al terminar, sacudiéndose la tierra de sus rodillas.

—Ya casi disparas como toda una guerrera, hermana —la voz de Hecterón la hizo girar, sonriente. Él le devolvió el gesto, acercándose para darle una palmadita en el hombro—. Cuidado con tener tan rígido ese codo derecho, por lo demás vas genial.

—Lo relajaré más —musitó la rubia, recitándolo como una promesa para ella misma. Era bastante estricta a la hora de aprender, por lo que tomaba en serio cada consejo que su hermano le mencionaba si el fin era hacerla mejorar.

Los hermanos no descansaron. Después del tiro con arco fueron directos a practicar la lucha, tanto con espadas como solo manos. Era cierto que Hecterón controlaba esta parte a la perfección, aunque la princesa no iba mal encaminada. Al terminar, ambos estaban algo sudados por la práctica de haber luchado. Olivia sonreía, ese día estaba siendo bastante alentador para ella. Había logrado mejorar muchos de sus movimientos a la hora de enfrentarse a un contrincante, además de poseer ahora la suficiente fuerza y aguante en esos entrenamientos. Era muy buena en ello, sabía encontrar los puntos débiles de cada persona y ahora empezaba a coger cierta agilidad para colarse por cualquier espacio y herir a su oponente.

—Oye, hermana, ¿te apetece venir a tomar algo a la taberna? Es reservada y solo estaremos los de siempre, pero nos vendrá bien beber un poco y divertirnos —exclamó, invitándola. Le gustaba demasiado tiempo tener a Olivia, era una chica con la que podía compartir mucho tiempo y jamás se aburría.

—Claro, me encantaría ir —aceptó la chica, sonriente—. Eso sí, tendrá que ser después de bañarme, porque siento que huelo un poco a vida —exclamó, provocando una carcajada en Hecterón. Olivia fue a recoger una de las flechas, la que se le escapó de la mano, provocando que se encogiera con prisa para poder agarrarla. No salió bien, pues esta acabó en el suelo de todas formas—. Xe, quina merda!*¹ —habló, sin ser consciente del cambio de idioma.

—¿Cómo? —aquella vez el castaño dibujó un gesto de duda en su rostro, sin poder comprender esas palabras que su hermana había pronunciado.

—Perdona, he hablado en valenciano —respondió ella, cerrando los ojos y soltando aire por la nariz, en un gesto de rendición—. A veces no me doy cuenta y cambio de idioma. En Valencia, la ciudad donde me crié, se habla otra lengua más —aclaró, sorprendiendo al príncipe.

—¿Y qué es lo que has dicho?

—Nada, nada, es que se me había caído la flecha y me he quejado —respondió, sin ser demasiado literal—. Será mejor que vayamos a bañarnos y después nos vemos —argumentó, a lo que Hecterón asintió.