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[II] 3: 𝐃𝐨𝐧'𝐭 𝐁𝐥𝐚𝐦𝐞 𝐌𝐞 - 𝐓𝐚𝐲𝐥𝐨𝐫 𝐒𝐰𝐢𝐟𝐭

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Los sirvientes corrían de un lado a otro, intentando coordinar todas las cosas que estaban por llegar. Había demasiados preparativos que organizar para el baile que se realizaría en pocos días. Se estaba cuidando cada detalle, siempre bajo el ojo de Inaka. La tía de Olivia estaba encargándose de toda la ceremonia, pues era algo que le gustaba hacer. Ramkov había estado de acuerdo con que ella fuera la que preparara la presentación de su hija, él sabía que su hermana tenía un don para organizar eventos. Ella misma había sido quien preparó cada detalle de su boda con Terish, la que guardaba bien adentro en su mente y su corazón. Fue algo perfecto. No cabía la duda de que su hija merecía algo igual de hermoso.

Olivia había perdido la cuenta de las veces que la habían llamado para pruebas de vestuario. Ella, que ahora trabajaba con una modista en un silencio más que incómodo, había extrañado demasiado a Samka. Su amiga seguro habría estado demasiado feliz de diseñar un vestido para ese día tan especial, así como hizo para el cumpleaños de Delian. Extrañaba verla arreglar prendas mientras hablaban, o visitar el pueblo a por telas y acabar bailando en mitad de la plaza junto a Teón. Al chico también lo echaba de menos, compartiendo charlas en las caballerizas o secretos que no podían desvelar a los demás. Nunca tendría suficientes palabras y gestos de agradecimiento hacia él, quien se había encargado de llevarle comida a la cabaña, de abrazarla y decirle que todo iba a ir bien. La amistad que había creado con la princesa y el joven había sido su salvación en aquellos días, más todavía cuando los recordaba luchando para intentar el bienestar de Olivia. Samka y Teón eran unos buenos amigos a quienes deseaba ver pronto (aunque era consciente de la situación). Ella era consciente que volver a verlos sería difícil, pero no tenía duda de que lo haría. Era un presentimiento.

Intentando liberarse de todo aquello, la escritora aceptó ir con Hecterón a la sala del castillo donde se iba a reunir con todos los demás amigos. Apareció algo más tarde que su hermano, descubriendo la estancia algo llena de humo. Mientras Sert y Hecterón jugaban una partida encima de un tablero que ella no conocía, Neiel y Fiev fumaban y charlaban con una sonrisa. Los cuatro se giraron al ver allí a la princesa, quien lucía un vestido negro de manga larga, vaporoso. Sus facciones estaban al descubierto, pues llevaba una diadema de gemas negras que dejaba a la intemperie su rostro. Además, su figura estaba algo cambiada desde la última vez que la habían visto. Olivia había ganado peso, su piel ahora brillaba con luz propia y, aunque tenía unas pocas ojeras en sus ojos, se veía mucho mejor que hacía un tiempo. Su mirada era diferente, ahora alzaba la cabeza y se notaba que estaba comenzando a ganar confianza en ella misma. Bien lo demostró, causando que todos giraran el rostro hacia ella... y Neiel carraspeara al verla.

—¡Hermanita, qué bien que hayas venido! —En la exclamación del príncipe se pudo notar la alegría.

—¡Princesa Níveram! —fue Fiev quien habló, sacudiendo su mano en el aire para que el humo desapareciera. Neiel miró a su amigo y alzó una ceja en un gesto de duda, el joven se había puesto demasiado nervioso de verla allí. Después regresó la vista hacia Olivia porque, ¿cómo podría no hacerlo?

Ella no dudó en caminar hacia uno de los sillones, con la cabeza bien alta, tomando asiento para así hablar con ellos. Se sorprendió cuando todos se levantaron, ahí recordó que la gente ahora debía reverenciarse ante ella. Se sentía algo avergonzada de no haberse acordado de aquellas reglas de protocolo, pero con ellos le dio menos reparo el haberse equivocado.

—No hace falta que os levantéis, sentaos. Dios, todavía no me puedo acostumbrar a estas cosas —exclamó, soltando un suspiro. Tanto Neiel como Hecterón le hicieron caso, mientras Sert y Fiev se miraban, con miedo de saltarse tal norma de protocolo— ¿Me dejas probarlo? —la chica señaló el puro que el pelirrojo sujetaba en sus manos, mientras los dudosos al fin tomaban su asiento de nuevo.