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En el castillo de Daghtak se escuchó cómo la princesa abrió la puerta de su habitación con una energía desbordante. Iba a desayunar y estaba vestida con ropa cómoda, una que no estaba construida por faldas y cientos de enaguas. Después de mucho tiempo, la escritora llevaba puestos unos pantalones que le permitían moverse con plena comodidad. Ella ya había aprendido a ir con aquellas faldas pesadas, hasta les había cogido cariño, pero no cambiaba unos pantalones por nada, sobre todo cuando los necesitaba para poder moverse.
Había recogido su pelo en una cola alta, agarrando sus raíces con una trenza. Era con lo que se sentía más cómoda a la hora de entrenar. Sí, Olivia, la misma que había odiado la clase de zumba que le regaló su amiga Sara, ahora se había levantado todas las mañanas durante casi un mes con el propósito de mejorar su fuerza y aprender a contraatacar. Había sido ella quien había pedido que le dieran las suficientes clases de defensa como para no morir de cualquier forma. Todavía tenía pesadillas con los días que había pasado en aquel calabozo, recibiendo golpes y defendiéndose solo con leves patadas y puñetazos. No quería jamás volver a vivir algo como aquello, pero, por si pasaba, ahora ya sabía cómo no dejarse pegar.
El deporte y la comida la estaban ayudando a recuperar su peso, además de hacerla sentir mucho más fuerte que nunca dado a su nueva forma física. No estaba todo el cambio hecho, pero sí había comenzado el camino para convertirse en la mejor versión de sí misma. Además, el deporte era lo único que le había dado un escape a todo el caos que se desarrollaba en su cabeza. Había necesitado todo aquel tiempo para asimilar, conocer un poco la dinámica de aquel castillo y calmar sus adentros.
Pero, antes de comenzar sus entrenamientos, debía desayunar bien para poder coger todas las fuerzas necesarias. Así que la joven escritora caminaba hacia el comedor, donde los sirvientes habían dispuesto el desayuno para ella, Hecterón y Ramkov, quienes se habían convertido en sus compañeros en todas las comidas. Olivia no había socializado demasiado con su padre y hermano, todavía se sentía un poco fuera de lugar, así que necesitaba crear esas relaciones poco a poco con conversaciones agradables. Por lo menos sí sentía que estaba construyendo buenas relaciones.
Eso sí, cuando se encontró con Ramkov en una de las habitaciones del castillo, no dudó en entrar a ella para saludarle. Quiso hablar y preguntarle si aquel era su despacho —siempre lo había visto cerrado, jamás había tenido la oportunidad de observar aquella sala por dentro— pero su boca se quedó seca cuando lo vio frente a un cuadro, uno donde una mujer vestida de negro, rubia de pelo largo, miraba sonriente al frente. Parecía que Ramkov había imitado el gesto de aquella bella dama, observándola con demasiado cariño en las pupilas.
—Buenos días —exclamó la escritora, causando que su padre se diera media vuelta para enfocarla. Los ojos negros la miraron, reconociéndola, ampliando aquella sonrisa al ver de quien se trataba. A veces al rey todavía le parecía un sueño que su hija se encontrara ahí, en el reino, junto a él.
—Buenos días, Olivia —respondió, mirando como la rubia caminaba hacia su lado, curiosa por observar aquello que había captado la atención de su padre.
La chica no dudó en colocarse al lado del rey, observando el cuadro. Vio que aquella mujer pintada era muy hermosa, con unos ojos verdes esmeralda que se podían apreciar a la perfección. Su cabello rubio era largo y tenía unas tonalidades más claras que las de Olivia, siendo un rubio algo más ceniza. Su rostro era armónico, precioso, tenía las mejillas regordetas y sonrojadas de una forma natural, además de que su gesto afable la hacía parecer... un hada.
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Dividida | NOVELA DESTACADA @WattpadFantasiaES
FantasyElla nunca imaginó que iba a aparecer en un mundo alterno por leer un libro. Olivia, una escritora frustrada, se ve envuelta en un lugar paralelo donde la luz y la oscuridad son los principales protagonistas y la magia se esconde en cada rincón. Con...