Capitulo 10 Mamá soy lesbiana

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Cuando mi hermano menor sostenía el teléfono de la casa esperando a que yo tomara aquella llamada, solo podía recordar el amargo momento que viví la última vez que ella y yo nos vimos.

En aquel entonces yo apenas había cumplido los 14 años, y ya me había corrido de la casa por preferir al hombre con el que vivía, ella escogió decir que ya no sabía que hacer con mi supuesta rebeldía, en vez de admitir que yo le estorbaba.

Toda la vida viví su rechazo, desde que era pequeña, ella siempre prefirió a mi hermano mayor, su relación era muy especial y yo siempre estaba sola, y exactamente así viví 12 años a su lado, con sus malos tratos, sus golpes exagerados, su rechazo, y su ausencia emocional y física.

Y entonces ¿Por qué decidí irme y estar 2 años con ella cuando mis padres se divorciaron?

A mi padre solo le importaba vivir su propia vida entre las mujeres, el alcohol y las drogas, mi hermano mayor y yo, solo peleabamos, y a veces las agresiones se iban al extremo, y en aquel momento, después de creerme por años acostumbrada a la ausencia de mi madre, de pronto, volvió a mi, esa necesidad de tener a mi madre, la necesidad que todo hijo tiene de recibir amor, comprensión, un abrazo, alguien que confíe en ti, en tus capacidades, que te anime a ser mejor persona, que te dé su apoyo incondicional y su amor leal, y  con esa necesidad en el corazón, me aferre a pensar, que quizás, está vez, podía ser... Diferente...

Y en verdad lo fue...

Por un tiempo, las cosas parecían ir bien con ella, parecía que al fin, podía llegar a vivir aquel momento tan esperado, pero muy poco tiempo después la realidad me encaró de nuevo con la verdad, yo no le importaba, a ella solo le importaba, su religión, su victimización, su pasado en el que estaba estancada desde hacía 20 años, su nueva pareja y que yo no le fuera un estorbo.

Todo aquello había pasado solo unos meses atrás y ahora tenía que enfrentarlo de nuevo.

Reviví con dolor sus últimas palabras... "Ya no soy ni tu madre ni tu amiga y no quiero volver a saber de ti, en al menos dos años".

Ahora tenía 16 años y viví estos dos años, triste y sin comprender como es que ella había dicho aquello, como de un momento a otro simplemente me había corrido de la casa y cedido todos los derechos sobre mi a mi padre, sabiendo que él y yo no nos llevábamos bien, que tenía inmensos problemas con la familia de mi padre y su nueva esposa...

- ¿Hola?
-Hola Jordan, Tenemos que hablar...
- Que sucede, ¿estás bien?
- hablé con tu padre... - al escuchar aquello sabía que nada bueno podía venir después de esa frase...

Mi mente divaga un momento y solo podía pensar en porque me estaba pasando esto justo ahora, escuchar sus argumentos religiosos no era nada nuevo para mi, pero porqué ahora precisamente debía enfrentar mi destino, cuando ni siquiera había tenido la oportunidad de asimilar lo sucedido.

Siendo sincera creí que por el hecho de que mis padres nunca hablaban, tendría la oportunidad de escoger el momento para hablar con mi madre, pero no fue así...

-Jordan, tu sabes bien lo que dice la Biblia sobre la homosexualidad, es un pecado
-pero mamá- la interrumpí

Quería decirle lo que sentía, que yo no decidí ser así, y vivir juzgada por el mundo, que necesitaba que me comprendiera, que por favor no me juzgará porque ahora lo que más necesitaba era apoyo, que si antes ella no había estado para mí, por favor ahora lo estuviera... Pero, no me atreví, en vez de eso volví a callar.

- Jordan, si ya decidiste echar a perder tu vida, y vas a seguir ese camino, no quiero que vuelvas a dirigirme la palabra.

Dijo eso y colgó

Todas las demás palabras acerca de cómo estaba destinada a la destrucción, las conocía de memoria y por ello, creo que mi mente, y mi sentido del oido decidieron evadirlas...

Y ¿ahora que? Ya no me quedaba nada.
Su llamada solo me recordaba lo imperfecta que era, y que nunca podría ser lo que mis padres querían.
Nunca sería suficiente para ellos, nunca sería suficiente para Dios, ni para quienes me rodeaban, y aquello solo me hacía querer dejarme vencer.

¿De qué servía ya luchar?
Parecía que entre más me esforzaba, más jodida se volvía mi vida.

Iba más rápido de lo que creía hacia la autodestrucción y no tenía como parar.

Después de aquella llamada tan dolorosa, me sorprendí llena de lágrimas y un nudo en la garganta

-¿Jordan que te pasa? -preguntó mi hermano menor.
-No pasa nada chiquito, estoy bien - mi pequeño hermanito de 9 años, era mi compañero fiel, el que se daba cuenta de todo y siempre estaba para mí, su presencia siempre lograba reanimarme y sentir que debía luchar, que no debía rendirme, solo por el seguía deteniendo mi impulso de saltar de aquel edificio...

Sin decir más, me dirigí a mi habitación, había tantas cosas en mi mente, estaba tan confundida, que ahora menos sentía aquella capacidad que necesitaba para analizarlo todo y encontrar una salida a mis pensamientos, a ese sentimiento recurrente al cual apenas podía resistirme.

Lloré toda la tarde hasta quedarme dormida. Hasta que una voz detrás de la puerta me despertó.

-Jordan, ¿No vas a comer? -escuche decir.

- ahora voy, gracias.

La verdad es que la hora de la comida se volvía más difícil cada vez, prefería comer completamente sola, en vez de sentir que la gente observaba cada bocado que me llevaba a la boca, la cantidad y las calorías consumidas.

Aunque al principio opte por comer sola no siempre era posible, así que comencé a saltarme comidas, ahora aborrecía con odio indiscriminado toda la comida, y entonces se volvió completamente evidente, comencé a bajar de peso y quiénes me rodeaban hacían comentarios como "¿Por qué no comes? Eso te hará engordar más"
Empezaron las críticas.
Que si estaba gorda, que si me mataba de hambre, que si me la pasaba horas sola encerrada en mi cuarto. En fin, recibía opiniones de todos pero solo yo sabía cuál era mi verdadero infierno.

Por eso ahora, había conseguido una mejor opción, comer frente a todos y devolverlo más tarde frente al WC.

Ahora tenía algo más que ocultar.

Cuando termine con la tortura de aquella tarde, volví a mi habitación y de pronto un pensamiento me golpeó duro.

Si ya no tengo nada que perder, entonces... Ya no importa nada...

Salí de mi habitación y me dirigí a afuera a la playa, en aquel lugar era el único donde podía hallar un poco de paz, encendí un cigarrillo y me deje llevar.

Hablar con las olas del mar, era como tener a mi mejor aliado y confidente.

Entonces lo supe... Debía enfrentar mi destino.

"Madre, tenías toda la razón, ya decidí mi camino y prefiero ser feliz a seguir fingiendo, si no quieres que vuelva a hablarte, lo aceptaré. Te quiero, pero no volveré a callar, si soy lesbiana"

Entonces presioné la tecla Enviar

Sabía que al enviar aquel mensaje, mi destino había cambiado, quizás para siempre.

Mi princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora