-Uno, dos, tres, cuatro... uno, dos, tres, cuatro... uno, dos, tres, cuatro...- susurraba Erin para tranquilizarse. -Uno, dos, tres, cuatro...- dijo por última vez, y abrió las puertas.
El salón era algo así como un lugar en el cuál se celebraban conciertos de música. Caminó mientras observaba las decoraciones elegantes. Había mesas por todas partes llenas de personas conversando. Manteles blancos, vestidos caros, zapatos, joyas, risas falsas, y al fondo una mesa de bocadillos. Se sorprendió revisando las posibles salidas, y descubrió que la salida de emergencia estaba altamente resguardada por cinco tipos de aspecto rudo. Ahí por donde pasaba, se daba cuenta de que las mujeres la miraban con envidia, y sujetaban a sus maridos, de manera posesiva. Había algunas a las que les faltaba orinarles encima, y eso le causaba sonreír, mostrando su dentadura perfecta. No le importaba ningún hombre, y aún así, descubrió que a varios se les iba la mirada. Distraídamente giraba a todas partes, hasta que encontró a su víctima en una mesa del fondo, rodeado de mujeres. Justo cuando se iba a acercar, se dio cuenta de que un hombre alto se dirigía a la mesa de banquetes. Erin sabía que era Benedict Wiplash. Y su mente comenzó a trabajar. Matar a Killian O'Hara haría a su padre feliz; asesinar a Benedict haría que su padre se sintiera orgulloso de ella. No perdió el tiempo y se acercó a la mesa. Notó como Benedict comenzaba a mirarla mientras ella tomaba una copa de vino blanco. No tenía miedo. Sabía que era poco probable que Benedict la reconociera. Su padre le había hablado sobre Benedict y las cosas que había hecho. Erin lo tenía en su lista de "Bastardos sin derecho a respirar". Dio un trago a su copa, y luego giró hacia Benedict. -Que fiesta tan divertida- anunció ocultando su sarcasmo. Benedict la miraba de una manera que ella no supo interpretar. -Que bueno que la estás pasando bien- contestó él. Erin sonrió al ver el nudo de la corbata del hombre. Dejó su copa, y un impulso de idiotez la hizo tomar la corbata y desanudarla. Benedict se quedó muy quieto. -Déjame arreglar esto- susurró Erin mientras anudaba la corbata. -¿Cómo te llamas? No recuerdo haberte visto antes- le preguntó el hombre. Erin terminó el nudo y se alejó de nuevo. Tomó su copa y le volvió a sonreír. -Soy Natalie- respondió, esperando que Benedict mordiera el anzuelo, pero no lo hizo. -Natalie, ¿en dónde trabajas?- le preguntó, interesado. Erin dio otro trago a su copa. -En Informática del FBI- contestó. Benedict la tomó de la mano. -Puedo subir tu puesto... Incluso puedo hacerte mi secretaria personal- le dijo, muy sonriente. Erin suspiró de manera soñadora, y entrelazó sus dedos con los de Benedict. En su mente comenzaba a dudar de lo que le había dicho su padre. -¿En verdad? Dudo mucho estar hecha para ese puesto... Ni si quiera me habías notado en informática- respondió ella. Benedict le besó la mano. -Eres muy bella, Natalie... ¿Estas sola?- le preguntó. Erin se soltó de la mano de Benedict y se puso de puntitas para darle un beso en la mejilla. -Mi novio está por allá- susurró, y se alejó de él. Benedict la retuvo del brazo, con un leve rubor en el rostro. -Aún así, puedo subirte de puesto... Cualquier cosa que necesites, no dudes en llamarme, en verdad- respondió él. Erin sonrió de nuevo. -Claro, muchas gracias-. Después ella se alejó, sintiendo que Benedict la seguía mirando. Le había parecido sincero. No le había cuadrado la descripción de su padre. Su cabeza ya pensaba en formas para asesinar a ambos, hasta que un hombre alto y moreno, la tomó con fuerza del brazo y le susurró en el oído: "La Loba". Y después se alejó, dejándola a punto de temblar de miedo. Su corazón se aceleró. Nadie sabía de su apodo salvo su padre. Erin siguió al hombre con su mirada, aparentando tranquilidad. Él cruzó su mirada turquesa, y le sonrió con sorna. Erin se acercó a él. Le bastó verle la cicatriz en la ceja para reconocerlo. Ezra. El espía de su padre. Y entonces ella sintió odio hacia todos. En especial a Eric. La subestimaba. Le había dicho a su padre que ella podía hacerlo sola, pero de nueva cuenta, había enviado a Ezra. Él estaba recargado en un pilar, bebiendo. -¿Qué quieres?- le soltó mas agresiva de lo que pretendía. El hombre rió. -Hola... Yo también te extrañé, espera... No. En realidad no porque estoy vigilándote a todas horas. Ordenes de tu padre- respondió Ezra. Erin sonrió odiosamente. -Vete al infierno, no necesito de ti- le dijo ella. Él se llevó teatralmente una mano al pecho. -Oh, ni yo de ti, pero tengo trabajo- le respondió, señalando a Benedict, quien estaba sentado en una mesa, solo. Erin no pudo evitar sentirse desesperada. Ezra no podía matar a Benedict porque eso era lo que su padre quería. -No. No tienes trabajo. No puedes matar a Benedict- le soltó. Ezra le sonrió. -¿Por qué no? Ah, espera... ¿Estabas ligando con él? Debe tener como 21 años más que tú- respondió él de manera burlona. Erin ya sabía lo que tenía que hacer. -Voy a matarte- le amenazó. Ezra la acorraló en la pared. "Acorraló" porque en realidad Erin lo dejó hacerlo. Desde ahí podía ver su cicatriz. Ella se la había hecho al descubrir que él la espiaba. Pensó que así lo mantendría alejado, pero no fue así. Ezra se acercó a sus labios, y ella volteó su cabeza. -Tengo información que podría interesarte... Pero te va a costar- le susurró el hombre al oído. Erin suspiró y puso los ojos en blanco. -Aquí no, no seas tan obvio. Vamos al baño- respondió ella. Tomó a Ezra de la mano y lo llevó a los baños. Ella entró al de señoras, y observó que Ezra atrancaba la puerta. Erin se subió a los lavabos, y dejó que su espía se acercara a ella. La rodeó con los brazos y comenzó a besarle el cuello con violencia. -Ni una palabra a tu padre... Aunque supongo que ya sabe lo fácil que eres- susurró él contra su cuello. Erin se zafó de él, y comenzó a golpearlo en el rostro sin parar. Lo empujó a la pared y él terminó en el suelo. Estaba tan impactado que no pudo reaccionar a tiempo. Ella le quitó la corbata barata y con ella le sujetó las manos en un mudo bien fuerte. Lo colgó de una de las puertas para mantenerlo de pie. Ezra sangraba de la nariz y el labio. El ojo comenzaba a ponersele morado. -¡Perra!- gritó él, mientras escupía sangre. Erin apenas se había despeinado. Sacó su pistola y le apuntó a la cabeza. -Dame la información- exigió. Ezra rió. -No vas a salir con vida de aquí. Tengo a tres personas respaldándome. Como no salga de aquí, van a disparar hasta matarte- la amenazó, pero a Erin no le importó. Ezra continuó. -Además... No puedes disparar aquí, te delatarías- finalizó con seguridad. Erin inclinó su cabeza hacia un lado, como para meditar. Luego sacó una navaja de aspecto mortal. -¿Quién dijo que tenía planeado usar la pistola?- preguntó mientras sonreía, y veía que Ezra comenzaba a entrar en pánico. Colocó la navaja en el cuello del hombre. Tan cerca que lo hirió. Él se quejó. -Dame la información- exigió Erin, de nuevo, sintiendo la emoción asesina pulsar sus venas. -Esta bien...- comenzó Ezra. Escuché que hay un nuevo recluta en el FBI, sólo eso...- susurró el hombre, tratando de controlar su tembloroso cuerpo. Erin sonrió, pero no le llegó a los ojos. -¿Cuánto tiempo crees que pase antes de que encuentren tu cadáver?- preguntó. Ezra logró abrir los ojos, confundido, antes de que Erin le rebanara el cuello.
Ella se apartó, para no mancharse su vestido. Se acercó al espejo, y se limpió unas gotitas de sudor de su frente. Se arregló el maquillaje rápidamente, y salió atrancando la puerta. Ya tenía un cuerpo en el baño. No podía perder el tiempo. Localizó a Killian, y comenzó a acercarse a él, mientras buscaba frenéticamente a los tres acompañantes de Ezra. Su sexto sentido no le aviso nada, así que ella supuso que todo había sido una mentira del espía. Después de todo, era un buen mentiroso. Era.
Cuando Erin tuvo a Killian a tan solo unos pasos de ella, las personas que lo rodeaban voltearon a verla. Erin aprovechó para encontrar los ojos de O'Hara... Y entonces le guiño un ojo, y sin más, se alejó de ahí. Sabía que Killian la estaba siguiendo. Conocía demasiado bien a esa clase de "hombres". Erin desatrancó la puerta de los baños y O'Hara la siguió, embelesado. Ella cerró la puerta, y el hombre apenas tuvo tiempo de reaccionar. Erin lo aventó a un cubículo. El peso lo venció, y cayó al suelo, gritando de dolor. Erin se le subió encima y le propinó un golpe en la mandíbula. -¡Qué te ocurre!- gritó Killian. Ella le quitó la corbata y le ató las manos. Luego le quitó los zapatos y calcetines, los hizo bolita y se los metió a la boca. El hombre seguía tirado. Patético. Erin sacó su pequeño revólver, y Killian se removió, aterrado. -Killian O'Hara. Despreciable sabandija- susurró ella. Killian rodó sobre él mismo para tratar de escapar, pero era inútil. El sobrepeso no ayudó. Tampoco que le faltaba aire y su rostro estaba volviéndose morado. O'Hara ahogó un grito cuando encontró el cadáver de Ezra cubierto de sangre. Erin le levantó la cabeza mientras le susurraba al oído sus crímenes. Killian no sabía quién era esa mujer, pero conocía demasiado bien sus negocios sucios. Negaba con la cabeza, y sudaba a mares, pero ella se veía tan segura que él comenzó a dudar acerca de salir con vida de esos baños. Erin le quitó al hombre los calcetines de la boca y le soltó una sonora cachetada. -Mírame, idiota- le ordenó, levantando su cabeza. Killian ya no podía respirar, y su sudor le caía a los ojos. Aún así la miró, y luego se orinó encima. -No...no... ¡Yo no tuve nada que ver! ¡Lo juro!- gritó, aterrado. Erin lo tiró al suelo y lo agarró a patadas. -¡Claro que sí, maldito mentiroso! ¡Tú estabas ahí!- se descargaba Erin una y otra y otra vez, hasta que escuchó que las costillas del tipo se rompían. Sus gritos los silenció Erin con los calcetines. Su rostro ardía de calor y furia. -Tú le rompiste a mi madre las costillas...- susurró ella con una voz filosa. -Tú cerraste la puerta, y me dejaste a merced de un asesino despiadado- remató de nuevo, y apretó los dientes para no recordar. Killian pensó que ella estaba muerta. El asesinato de Natalie Shields fue el último que había cometido, y luego se había retirado, ganado peso, y cambiado de empleo... Pero aquel último caso lo había perseguido por años. Y ahora veía a la hija de Natalie frente a él. No supo decir con claridad el por qué no pudo darse cuenta del parecido que ella guardaba con Eric. Killian gritaba inútilmente mientras la chica sacaba una navaja y le troceaba la ropa. -Mi padre me enseñó a desollar animales...- comentó Erin mientras abría al hombre quien se retorcía de miedo y dolor. No supo si murió antes de que le sacara los intestinos... Pero a Erin le divirtió. Perdió el sentido del tiempo. Y la precaución. Su vestido estaba embarrado de sangre, su cabello se le apelmazaba tras el cuello y en la frente por el sudor. Se levantó, y de la cartera de Killian sacó todo el dinero que había y las tarjetas de crédito. Observó la sangre que estaba regada por el suelo. Y los dos cadáveres. Sintió nauseas. Corrió a lavarse las manos, pero aún había mucha sangre. Escuchó que una mujer trataba de abrir la puerta a empujones. -¡Ezra! ¡Ezra, contéstame!-gritaba. Erin sintió un escalofrío cuando la puerta se abrió, y una mujer alta y pelirroja entró. Llevaba una especie de walkie-talkie integrado a un reloj que llevaba en la muñeca. La mujer vio los dos cadáveres y gritó al comunicador: -¡Está muerto!- y luego fulminó a Erin con la mirada y se abalanzó a ella. -¡Perra!- chilló. Erin la esquivo, pero la mujer la sujetó del cabello y la lanzó al suelo. Erin cayó sobre el cuerpo de Ezra, y se manchó todavía más. La pelirroja planeaba patearla, pero Erin utilizó su tacón para tirarla también. Aprovechó para subirse encima de ella y propinarle unos buenos puñetazos en la cara. Ella también recibió algunos. Sentía el sabor metálico de la sangre en su boca. No podía usar una pistola, así que aplicó una llave. La mujer se retorcía y chillaba histericamente. Erin torció el cuello de la pelirroja y dejó caer su cuerpo al suelo. Sabía que la situación se había salido de control. Ya no tenía ni tiempo para limpiar. Se acercó a la puerta, y al salir, una bala le rozó la piel del brazo. Entonces todo estalló en caos.
Le llovían balas de dos partes, pero ella no tenía tiempo para descubrir de dónde. Sabía que era el equipo de Ezra. La gente gritaba y salía corriendo a todas direcciones. Mientras los guardias disparaban también al azar. Mucha gente caía muerta o en charcos de sangre, así que su vestido no llamaba la atención. Escuchó las sirenas de las patrullas, y supo que debía salir de ahí de inmediato.

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La Última Jugada
ActionMi padre me dice que esto es un juego de Ajedrez. Que el mundo es el tablero, y que la organización y nosotros somos las piezas. Apuesto a que estoy en el lado blanco, aún cuando mis manos están llenas de sangre. Aún cuando a mis espaldas solo hay m...