Todas las cosas perdidas

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Jeff había aparcado el vehículo lo suficientemente alejado de la entrada principal del aeropuerto. Valerie estaba en el asiento trasero, aún dormida. Los moretones de la cara ya estaban de color medio morado, y la sangre ya estaba seca. El que se veía más normal era él. Bajó del auto y corrió hacia las puertas del aeropuerto. Había mucha gente con maletas llenas y pesadas que entraban y salían a empujones. Las filas para comprar boletos estaban muy llenas y eso le hizo comenzar a sudar. No podía tardarse. En cualquier momento, comenzarían a buscarlo a él y a Valerie por el tiroteo del hotel y el asesinato de un director del FBI. Se metió entre las personas y llegó a unas banquitas, en donde había varias personas sentadas, y muchas otras dormidas. Eso le dio una idea buenísima. Se acercó a un hombre que dormitaba. Era alto, de cabello corto café. Justo como Jeff. Su pasaporte descansaba en su regazo. -Soy un ladrón pésimo- pensó él cuando lo tomó. Lo metió en su bolsillo y observó a todas partes mientras sentía que su corazón era un reloj de tiempo. Nadie había notado su acto delictivo. Ya tenía su pase, y ahora faltaba el de Valerie. Era más complicado, pues todas las mujeres eran rubias nada parecidas a la asesina. Y dudaba mucho poder sobornar a alguna morena para que le prestara su pasaporte. -¡Hola! No me conoces ni yo a ti, pero necesito que me prestes tu pasaporte para que mi novia pueda comprar un boleto y así ambos podamos escapar de la justicia- pensó medio en broma.

Tres oficiales se paseaban a unos metros de él, y perdió toda la tranquilidad. Se alejó lo más rápido que pudo entre las personas hasta que golpeó algo que cayó al suelo.

-Disculpa...- comenzó y después encontró a una chica de cabello café en el suelo. Su bolso estaba tirado en el suelo, y muchas de sus pertenencias regadas por todas partes. Entre ellas un pasaporte. -Eh... Hola- comentó Jeff mientras se arrodillaba frente a la mujer que lo miraba con los ojos muy abiertos. Trató de recordar cómo era que conquistaba a tantas mujeres... Pero era inútil. -Soy Connor, déjame ayudarte- le dijo tratando de sonar seguro y además sonrió de lado. Se sentía estúpido, hasta que observó que la chica se ruborizaba. -No te preocupes, Connor- contestó ella mientras comenzaba a tomar sus cosas del suelo. Jeff le tomó la mano de manera deliberada cuando se acercaba a su pasaporte. -Que linda eres...- susurró, mientras su cerebro le gritaba que estaba mal, que ella no era linda, que Valerie lo era y que posiblemente no era bueno que estuviera tomando de la mano a otra chica. Se sorprendió cuando se dio cuenta de que ya no recordaba exactamente que más hacer para conquistar. ¿Qué propósito tenía si ya había encontrado a la indicada? La chica sonrió y se llevó las manos al rostro, incluida la que estaba muy cerca del pasaporte. -Gracias...- le susurró. Jeff tomó el pasaporte y lo escondió debajo de su pierna, mientras continuaba diciendo cosas bonitas. -Una verdadera flor, una princesa... Con esos ojos y ese cabello. Una verdadera modelo-. La chica rió y después Jeff se acercó a ella y la tomó de los hombros, mientras acercaba sus labios a su mejilla. Sintió cómo los latidos de ella aumentaban, y depositó un beso. La chica se levantó del suelo. -Connor... eres muy lindo, pero tengo novio- susurró mientras se llevaba la mano a su mejilla. Jeff puso una cara de decepción. -Jamás te olvidaré...- le dijo y llevó sus manos a su corazón. La chica sonrió ampliamente por última vez, y después se alejó, perdiéndose entre todas las personas que caminaban con maletas enormes. Jeff sacó el pasaporte debajo de su pierna y lo guardó con el otro. Sintió que estaba escurriendo sudor. Los nervios comenzaron a entumecerle el cuerpo. Se dirigió a una de las filas para comprar los boletos. Y observó con terror que en la televisión aparecían las últimas noticias. Ahí estaba una imagen de Charles Whiplash y debajo, con letras rojas decía: "Asesinado".

Se preguntó cuánto tiempo tardarían en encontrarlos. Su corazón era una bomba de tiempo. No llevaba ningún reloj para contar los segundos. Por las bocinas del lugar, una mujer reportó que una persona había perdido su pasaporte. Jeff se pasó la lengua por sus labios resecos. Deseó que Valerie estuviera ahí. Y entonces sintió algo peor que desesperación. Había dejado a Valerie en el auto, dormida. ¿Y si alguien llegaba y la reconocía? ¿Y si la policía o el FBI llegaban y se la llevaban? La fila no se movía. Comenzó a caminar directo a la ventanilla pasando a todas las personas que esperaban. Muchos comenzaron a insultarlo, pues no era su turno. Sin embargo, tenía un plan.

La Última JugadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora