Londres

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Jeff se despertó cuando el sol comenzó a pegarle en la cara. Bostezó. Erin estaba a su lado, un poco despeinada. -Hola- saludó él con una sonrisa. Erin suspiró, y regresó la sonrisa sin muchas ganas. Sus ojos estaban hinchados y tenía ojeras. No había podido dormir. -¿Quieres almorzar algo? Me muero de hambre- comentó Jeff mientras se desperezaba. Erin encogió de hombros.

Jeff pidió su almuerzo y animó a Erin a comer un poco. Cuando terminaron, trataron de matar el tiempo leyendo o viendo películas. Aún les quedaba una hora de viaje. Erin comenzó a aburrirse. Su ropa ya apestaba. Se revolvió en el asiento, incómoda con las miradas que las azafatas le enviaban a Jeff. A ella, sin embargo, le tocaban las miradas desaprobatorias de asco por su aspecto. Bufó, y del bolsillo de sus jeans sacó el fajo bien doblado de dólares que aún les quedaban. -Vamos a necesitar euros- comentó ella. Jeff se quitó los audífonos que llevaba puestos y asintió con la cabeza. -Y un buen hotel, por favor. En verdad necesito darme un baño- suspiró él. La asesina se encogió de hombros. -Sí... Y después iremos a comprar armas- contestó. Jeff apagó la pantalla. -¿QUÉ?- preguntó confundido. Erin se encogió de hombros. -Las necesito. No me queda nada- respondió con una mirada cansada. Jeff se dio cuenta. -Oye... te ves cansada.- comentó. Erin se talló los ojos. -Con un baño se me quitará... No he podido dormir- respondió ella, mientras jugaba con el reloj de pulsera que llevaba. Jeff la cubrió con una mantita. Erin se destapó de inmediato. -¿Qué demonios haces?- preguntó, enfadada. Jeff se la volvió a lanzar. -Descansa. No sé que vayamos a hacer en Londres pero no me parece sensato asesinar personas si estás desvelada- explicó. Erin puso los ojos en blanco. -No me puedo dormir si no tengo una almohada- mintió. Jeff le sonrió. -Ese no es un problema, tienes mi hombro, con eso bastará- le contestó mientras se acomodaba en su asiento. Erin pasó del enojo a la confusión y después se ruborizó. Se cubrió con la mantita hasta la cara y recargó su cabeza en el hombro de Jeff. Sonrió. Jamás había estado en una situación parecida a esa. Lo hombros de Jeff eran fuertes. Eran perfectos. Sintió que se moría de calor, y tuvo que destaparse la cara.

Jeff estaba acalorado. Decidió hacer como si estuviera viendo de nueva cuenta la película.

Erin se quedó dormida.

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Paul Langdon y Charles Whiplash se encontraban en el restaurante Dorchester, almorzando. -Mis hombres ya están listos- comentó Charles. Paul dio un sorbo a su café. -Los míos también- le contestó.

Charles estudio al hombre. Era menudo. Los años le estaban pasando factura. Charles agradeció mentalmente que a pesar de su edad, todavía podía dar pelea. -¿Qué posibilidades tiene tu equipo de triunfar?- preguntó Paul con curiosidad. Charles se encogió de hombros. -Son asesinos a sangre fría. Hay uno que incluso salió de la cárcel. Dada la complexión de la chica, deberían triunfar- explicó. Paul rió de manera petulante. -Dijiste que no está sola. Podemos usar eso a nuestro favor. Si tu equipo falla, el mio entrara en escena, y cuando capture al sujeto 97-0A, nos vamos a reunir. Así podremos disfrutar de la venganza...- comenzó él, y luego Charles lo interrumpió. -Tu quieres vengarte de Eric. ¿Tu piensas que le destrozaras el corazón a Eric si la matas a ella?-. Paul se encogió de hombros. -Es su hija. Debería de hacerlo...- contestó seguro de sí mismo. Charles se burló de Paul, y negó con la cabeza. -A Eric no le importa su hija. Ella simplemente es un arma que está utilizando- comentó Charles. Paul perdió la seguridad. -¿Qué es lo que sabes, Charles?- preguntó. Charles se terminó su café, y se levantó de la mesa. -Conozco la verdad, Paul. Te recomiendo que vayas con cuidado- se despidió, y se alejó.

Antes de que Charles Whiplash abandonara el lugar, escuchó a Paul Langdon decir: -Cuando la haya capturado, te llamaré-.

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Harrison estaba caminando por el pasillo blanco del reclusorio en el que refundiría a la hija de Eric. Ya había ordenado evacuar el área sur. Ese lugar sería sólo para él y su pequeña conejita. Quería privacidad. Entró a la última habitación y decidió que esa sería la elegida. Blanca, sin ventanas. Paredes a prueba de ruidos. El único mobiliario era un catre, una mesa y dos sillas. Una habitación que había sido diseñada para volver loco a cualquiera. Se deleitó pensando en la sangre que mancharía todo el lugar.

Utilizó la mesa para colocar la carpeta que contenía el informe médico del sujeto 97-0A. Las palabras que había escuchado de Charles comenzaban a tomar sentido. "A Eric no le importa su hija".

El informe era claro. Sonrió.

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Erin y Jeff bajaron del avión. La diferencia horaria era como una patada en el trasero para Erin. Jeff estaba como si nada. Ella lo dejó esperando la maleta mientras se dirigía a cambiar algunos dólares por Euros. Se formó en la fila, y suspiró.

Jeff cargó con la maleta y fue a formarse en la fila con Erin. Estaba muy callada. -¿Te encuentras bien?- preguntó. Ella asintió con la cabeza. -Si sigues molestándome no tendrás derecho a una habitación de hotel- respondió de manera cortante. Jeff se encogió de hombros. Y sólo por hacer enojar un poco más a la chica, comentó: -Siempre podemos compartir una, bizcocho-.

Erin sintió que la sangre le hervía. -Me rehúso a compartir una habitación contigo. Tienes pulgas- le dijo. Jeff se llevó una mano al pecho de manera teatral. -¡Pero tu me las pegaste! Yo era un hombre higiénico hasta que te conocí- comentó. Erin entrecerró los ojos y miró a Jeff como si de un gusano se tratara. -¡Ferme la bouche*!- gritó Erin, echando humo. Jeff tuvo un pequeño ataque de risa. -No hace falta que te luzcas hablando Francés, nena-. Erin se llevó las manos al rostro, mientras decía: -Je veux vous tuer**-. Jeff sólo continuó riendo.

*Cierra la boca
**Quiero asesinarte

Después de llenar sus bolsillos con euros, Erin y Jeff tomaron un taxi.

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Charles recibió un mensaje a su celular.

97-0A y 00-JH / Hotel NH

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Erin corrió hacia el baño y comenzó a llenar la tina de agua. De la maleta sacó un cambio de ropa y se encerró en el baño. Jeff sólo se quedó mirando por la ventana. Al parecer, Erin se había tomado en serio la recomendación de compartir una habitación... Con dos camas individuales, por supuesto. Jeff suspiró un poco decepcionado. Aprovechó para sacar el anillo de la maleta. Lo ocultó debajo de la que sería su cama, y esperó sentado en el piso.

La asesina salió vestida con unos jeans negros y una camiseta de manga larga a cuadros. Lo único que no reemplazó fueron sus botas. Jeff se levantó al verla. -Oh no, quédate ahí sentado como buen perrito...- se burló Erin, con un mejor humor. El chico sonrió y se metió al baño. Mientras Jeff se bañaba, Erin tomó una pluma y una libreta que se encontraban sobre la mesita de noche, escribió un recado, se llevó algunos euros, y salió sin hacer ruido de la habitación. Subió a otro taxi. Había memorizado esa dirección. Su padre le había hablado de Robert Gufford, uno de los traficantes de armas más famosos de Londres. Ahí conseguiría lo que necesitaba.

Jeff salió del baño y no se sorprendió al encontrarse sólo. Lo único que le aterró fue la nota que Erin le había dejado. Se apresuró a vestirse sintiendo que el corazón se le salía del pecho. Tomó un taxi y sintió que cada segundo se hacía eterno mientras esperaba en el tráfico. Aún sostenía en las manos el recado de Erin.

Voy a la estación de metro debajo del Bank of England. Necesitamos armas. No tardaré. No te metas en problemas.

-E

Jeff miraba impasible por la ventana. Seguramente Erin iba a meterse con tipos poderosos y sumamente peligrosos. Y ella iba sola. Jeff sintió que se le retorcían las tripas de solo pensarlo.

La Última JugadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora