La última jugada

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Valerie estaba en el suelo, sin poder moverse. Sentía que le estaban licuando el cerebro y ni siquiera podía gritar. Harrison se arrodilló a su lado y se quitó dos tapones auditivos que llevaba puestos. -Apuesto a que tu padre no te entreno para esto- comentó mientras sostenía el aparato en sus manos. -Son los nuevos juguetes que enviaron... Una maravilla... Mírate nada más, Valerie... Te ves fatal- continuó mientras acariciaba el cabello de la asesina. Valerie sentía que el corazón se le iba a salir del pecho. Su sistema nervioso estaba en una especie de pausa. Sentía el cuerpo tenso e inútil. Hasta su lengua se sentía extraña. -Puedo hacer lo que quiera contigo. Puedo cortarte los dedos uno a uno y tu lo verías y no sentirías nada... No podrías defenderte- susurró Harrison, mientras tomaba su cuchillo de caza que había caído en el suelo, y lo acercaba al rostro de Valerie, quién tenía los ojos abiertos como platos.

Cuando se hizo el silencio, Harrison pudo escuchar a Jeff. Y Valerie también.

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La sangre brotaba de las heridas de Jeff, quien se arrastró hacia la pared de su celda, libre al fin. En algún momento, mientras agonizaba de dolor al romper sus ataduras, había dejado de escuchar los gritos de Valerie. Con la poca fuerza que le quedaba en las piernas, lanzó patadas hacia la pared, y comenzó a gritar. -¡Valerie! ¡No te rindas! ¡No te rindas! ¡Perdóname!-.

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Harrison colocó la punta de su cuchillo encima del corazón de Valerie, quién respiraba agitada. Su vista se volvía borrosa, y todo lo que podía escuchar era la voz distorsionada de Jeff.

-Él estuvo de tu parte desde la feria de Virginia... ¿Te acuerdas? Llevaba un chip de rastreo con el que pude encontrarte de nuevo... Pero cuando estuve a punto de asesinarte vi algo en sus ojos que al principio no pude identificar como traición. En las Vegas destruyó ese chip y te perdí...- comenzó a explicar Harrison mientras le daba vueltas al cuchillo. La tela del uniforme de Valerie se agujeró, y después siguió la piel. Pequeños ríos de sangre corrieron por el cuello de la asesina, quién seguía inmóvil. -Incluso mientras lo golpeaban gritaba tu nombre... Justo como lo está haciendo ahora. Te ama. Y te hice creer lo contrario. ¿Verdad que lo creíste?- continuó burlándose.

Valerie escuchaba. Gritaba internamente. Quería defenderse. Quería gritarle a Jeff de regreso. Y sólo sabía que Harrison le estaba haciendo algo con el cuchillo, pero no lo sentía. No lo podía ver. Su mirada estaba clavada en el techo blanco de la celda.

El cielo estaba nublado, como todos los días. Valerie estaba recostada en la nieve, junto a su padre, quien tenía la mirada perdida en el cielo. Habían terminado de entrenar, y ambos estaban descansando. Era extraño para Valerie, pero no se quejó, ni dijo nada. Se había limitado a mirar el cielo junto a Eric. En esos meses la nieve no era tan densa, y a veces hasta salía el sol. En aquel momento estaba tan cerca de su padre que casi podía sentir su calor. Pudo haberlo abrazado, pero no lo hizo. De pronto, en el cielo apareció volando una pequeña codorniz que de seguro comenzaba a migrar. Ella sonrió al ver al pequeño pajarito volar. Y luego observó un águila gigante que comenzó a acercarse a la codorniz. -Papá...- susurró ella, desesperada. El águila abrió sus garras mientras acortaba la distancia que la separaba de la codorniz. -Observa, Valerie. No puedes hacer nada. Es la cadena alimenticia- le respondió Eric, de manera indiferente. Valerie sintió que su corazón palpitaba con rapidez. Cuando el águila atrapó a la codorniz, comenzó a llorar en silencio. Su padre se le quedó mirando hasta que terminó. -Eso eres tú: una pequeña codorniz. Y si quieres sobrevivir, debes volverte un águila... Así que levántate. Esto todavía no se ha terminado- le dijo, y después ella lo obedeció.

Levántate. Esto todavía no se ha terminado. Valerie comenzó a sentir de nuevo. Sentía que le corría sangre por el cuello. Comenzó a sentir dolor en el pecho. Harrison llevaba una pistola ahora. -Iba a enterrarte el cuchillo en el corazón... pero creo que continuaremos mañana, esta vez con la pistola ¿Te parece bien?- le preguntó, sonriendo.

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