Erin estaba recostada al lado de Benedict. Él estaba terriblemente quieto, y muy resignado para morir. Ella no comprendía el por qué un hombre poderoso como él no luchaba un poco más por su vida. La sangre ya manchaba las costosas sábanas, Benedict ya se veía pálido. Comenzó a sospechar que Benedict era en realidad un estúpido bien vestido con poder y dinero. Un cobarde que sólo servía para dar la orden de aniquilar, pero nunca sería capaz de matar a alguien él mismo con sus propias manos. Su padre le había hablado muchas veces sobre Benedict y su hermano Charles. Pero en ese momento, Erin se dio cuenta de una enorme diferencia. Escuchó que el hombre suspiraba. -No puedo creer que me esté pasando esto- susurró con voz cansada. Erin giró su cuerpo para verlo a los ojos. -Pero está pasando Benedict... falta muy poco- contestó ella. Se sorprendió al ver que en los ojos de aquel hombre había lágrimas. -Nunca imaginé que pasaría así... tan rápido- dijo él. Erin suspiró y se levantó de la cama, mientras se sujetaba la toalla al cuerpo. Rodeó la cama para quedar frente a Benedict y lo liberó. Después de todo, ella no creía que el hombre fuera a poder escapar de ahí. Tuvo razón. Benedict no movió ni un pelo, sólo la miró con profundidad. -Gracias- susurró, y hasta sonrió. A Erin comenzó a darle miedo la actitud tan pasiva que él tenía. -¿No piensas hacer nada? ¿Vas a dejarte morir?- le preguntó, un poco incrédula. Benedict pareció meditar la respuesta, pero al final respondió: -Sí-. Erin iba a decirle que los hombres como él generalmente se defendían, pero Benedict la interrumpió. -Tú no sabes lo que he vivido- habló con dolor en la voz. Ella se quedó de piedra. Benedict se veía como una alma herida, Y Erin pensaba que quizá después de todo lo que había hecho Benedict, se sentía culpable porque tenía sangre en sus manos y eso era algo que no podía cambiar. -Eres un bastardo- contestó ella, aquella frase sonando realmente más como una pregunta. -Si lo soy- respondió él, ocultando una clase de furia en sus palabras. Erin se sentó al lado del hombre, en una especie de shock. -Tu padre fue... ¿infiel?- preguntó Erin casi sin voz. Benedict dejó caer una lágrima que Erin observo resbalar por las mejillas delgadas del hombre. Normalmente ella disfrutaba cuando veía el horror en los rostros de sus enemigos, pero en la de él sólo había sufrimiento. Una tristeza profunda que ablandó un poco su corazón. Erin sabía que lo único que podía hacer era escuchar, y tratar de comprender. -Solo tengo un buen apellido para ocultar la deshonra de mi padre...toda mi vida está asentada en una mentira. Vivo bajo la sombra de Charles, y ya me había dado cuenta de que nunca tendría una oportunidad...mi hermano siempre va a ser el mejor. Yo nunca tuve nada...- respondió Benedict, observando atentamente a la chica, que parecía meditar sus palabras. -¿Sabías que mi padre ordenó una operación para que yo no pudiera continuar con su apellido? Jamás pude ser padre... Nunca estuve con una mujer- continuó Benedict, sintiéndose estúpido, pero liberando un peso enorme de sus hombros. Erin suspiró, e intentó sentir compasión aunque sabía que a su padre le decepcionaría. -Tu ira está más que justificada... Y en verdad lo siento- susurró Benedict. Erin sintió que el dolor y la furia llenaban su corazón. Lo miró con odio.
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Benedict observó los ojos de la chica. Aquella había sido la mirada más fría que le habían dedicado en su vida, pero es que después de todo lo que había hecho, comenzaba a sentirse culpable. Solamente por eso lo dijo. Una tristeza lo invadió cuando ella contestó: -Tu perdón no va a regresarme a mi madre, no va a cambiar lo que viví... Perdón es una palabra vacía viniendo de ti-.
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Erin notaba que las fuerzas de Benedict disminuían y que apenas podía mantenerse despierto. Pensó que quizá lo que le había contestado no era lo correcto, pero ya no podía regresar el tiempo atrás. No encontraba una manera adecuada de remendar su error, y ella consideró que quizá no era necesario, pero al final se las arregló para recostarse al lado de Benedict y abrazarlo como si fueran amantes casuales. La piel del hombre perdía temperatura, y su respiración era trabajosa. -Nunca besé a nadie- susurró Benedict. Erin se levantó y lo observó. Tenía la mirada perdida en el candelabro del techo. Decidió que podía ayudarlo con lo último, porque después de todo, ella tampoco había besado a nadie. Podía salir beneficiada porque experimentaría y nadie lo sabría ya que Benedict estaría muerto. Se acercó lentamente al rostro del hombre, pero cuando él se dio cuenta, sonrió y giró su rostro. -No... No hagas eso...- respondió con diversión. Erin se apartó de golpe, y se encogió de hombros. -Como quieras- contestó. Benedict la miró, y suspiró. -Puedes llamarme "bastardo sentimental" pero siempre he creído que los besos deben darse por amor- susurró, mientras trataba de no cerrar los ojos. Erin lo miró como si él fuera un bicho extraño. -Oh, eres un bastardo sentimental... Por eso no servías en tu trabajo- respondió ella con diversión. Benedict sonrió y de sus labios salió una risa muy débil. -Ya me siento muy mareado- susurró él. Erin sabía que había llegado la hora. -Entonces cierra ya los ojos... Será como quedarse dormido- respondió Erin mientras pasaba una mano por el suave cabello del hombre. Él se esforzó realmente por mirarla, y Erin notó la urgencia de su mirada. -Debo decirte algo V...-comenzó, pero ella lo silenció, más que nada porque no quería escuchar el nombre del que había estado escapando casi toda su adolescencia. -Shhhh, tranquilo... Todo va a estar bien- respondió Erin.
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Benedict comenzó a dejarse llevar, pero en su mente sabía que debía advertirle a La chica de lo que planeaba Harrison. A pesar de todo, ella no se lo merecía... Ella actuaba justificadamente, pero con métodos extraños y sádicos. Ellos la habían lastimado, ellos le habían arrebatado a su madre y su infancia. Sentía compasión por ella, porque él conocía a Eric. Y muy en el fondo sabía, que Eric la había presionado tanto hasta destruirla... Pero él había visto que ella aún conservaba una pequeña chispa de la niña inocente que había sido. Las palabras salieron de sus labios, y esperó que ella entendiera. Después de eso, cerró los ojos.
Al final, fue como quedarse dormido. Ella no le mintió.
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El sol se levantó y bañó los edificios de Nueva York. Erin caminaba despacio por las aceras abarrotadas de gente. Se sentía extraña. Perturbada, casi. No le había mentido a Benedict cuando le había dicho que él era el mejor, porque en realidad, lo fue... Pero al dejarlo en la cama ensangrentado y sin vida, ella había sentido que su muerte no había sido necesaria. Y sus últimas palabras habían dejado una huella terrible en su ser. "Él está de cacería. Corre."
Se detuvo de golpe solo para sentir como un escalofrío bajaba por su columna. Pensó que igual Benedict le había mentido, pero sus ojos demostraban lo contrario. Observó la ropa que llevaba puesta. Unos jeans, y una playera blanca que decía I LOVE NY que había robado de una maleta que se encontraba en la habitación de al lado. Aún caminaba con los tacones de la noche pasada. Sus armas, el bolso, y el vestido los había lanzado hacia el enorme contenedor de basura del hotel.
Se desorientó por un momento, mientras dejaba que los recuerdos la golpearan.Sangre. Unos ojos fríos. Harrison. Un arma. Los vidrios de una ventana lastimando su piel. Gritos. Dolor.
Erin regresó a la realidad, se quitó los tacones, los metió en un contenedor de basura y se puso a correr por las calles de la ciudad temblando de miedo.
"Él está de cacería. Corre." Y corrió hasta llegar a su habitación sucia del hotel mediocre. Puso seguro y se hizo un ovillo en el suelo. Su corazón latía frenético. Él estaba vivo. Y la estaba buscando. Quería comunicarse con su padre, decirle que las cosas habían cambiado, que todo estaba mal, que la ayudara... Pero luego recordó que su padre no le ayudaría, y entonces decidió levantarse. Buscó en su mochila otra de sus armas y la cargó. No iba a dejar que la atraparan. Su misión era terminar con todos y cada uno de los agentes de la organización. Principalmente a Él. Había fallado una vez, pero no iba a hacerlo otra.
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La Última Jugada
AçãoMi padre me dice que esto es un juego de Ajedrez. Que el mundo es el tablero, y que la organización y nosotros somos las piezas. Apuesto a que estoy en el lado blanco, aún cuando mis manos están llenas de sangre. Aún cuando a mis espaldas solo hay m...