Reencuentro

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Eric se levantó del suelo, después de terminar su serie de lagartijas. Su ropa estaba empapada en sudor. Se acercó a la pequeña televisión de la pared, y la encendió. Se sorprendió al darse cuenta de que había señal. Trató de prestarle atención a lo que decían las noticias, pero era inútil. No podía dejar de pensar en lo que pasaría al día siguiente. En lo que haría. Sus ojos viajaron hacia la mesita de noche, en donde se encontraba el sobre que contenía una carta para Natalie. Sintió la necesidad de romperla en miles de pedazos para que nadie pudiera leerla jamás. Se arrepintió de haberla escrito. Y entonces la furia se apoderó de él, y le dio un puñetazo a la pared. Y luego otro, y otro, hasta que sintió la sangre correr por sus manos. Sus nudillos estaban al rojo vivo, pero no sentía nada. Y ese era el problema. Llevaba muchos años muerto por dentro. Caminó hacia el baño, y abrió la llave del lavabo. Enjuagó la sangre y después salió de su habitación de hotel, y comenzó a trotar alrededor del pequeño edificio. Llevaba varios días sin dormir. Había tenido pesadillas por primera vez en su vida. En ellas se veía de pie en medio de un bosque nevado, había un lago de sangre, y podía escuchar con mucha claridad los gritos de las personas a quienes les había hecho daño.

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Harrison le hizo unas señas a Nathan para que se retirara. Observó al agente marcharse, y después se bajó de su auto. Encendió un cigarro y comenzó a caminar por el estacionamiento del hotel en el que Valerie Shields había alquilado una habitación. Llegó hasta el auto de la asesina y con sus herramientas logró abrir la puerta. Registró cada objeto que encontró, y colocó un dispositivo de rastreo debajo del volante. Estaba ansioso, pues su venganza estaba cerca. A unos cuantos metros, para ser exactos. Sólo tenía que derribar la puerta de la habitación. Sabía que los encontraría dormidos y desarmados. Había verificado todo. No contaban con armas de ningún tipo.
Y sin embargo, necesitaba que Valerie lo condujera hasta Eric. Eso era lo único que le daba auto control. Anhelaba ponerle las manos encima y asesinarlo.

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Jeff se quedó de pie frente a la cama, mientras Valerie quitaba las cobijas y las revisaba detenidamente. Ciertamente no era el mejor hotel para dormir. -Ugh, hay un cabello en la almohada- se quejó ella, llevando sus manos al rostro. Jeff se encogió de hombros. -Tú elegiste este lugar- respondió, mientras se sentaba en el colchón. Lo sintió incómodo. Valerie puso los ojos en blanco. -No lo entenderías- replicó. El chico vaciló un poco antes de acostarse, y cuando lo hizo, la asesina comenzó a chillar. -¡Ugh! Puede haber piojos ahí... Ni loca voy a acostarme en esa cama-.
Jeff bufó y se levantó. -¡Tú te metiste en este hotel! Ni siquiera lo comprendo... Aún tenemos dinero suficiente, pudimos alquilar una habitación en cualquier hotel de cinco estrellas- comentó, mientras los ojos se le cerraban por el sueño. Valerie pareció meditar, pero después negó con la cabeza. -El lugar en el que voy a ver a mi padre está a solo quince minutos de aquí...- susurró, cansada. Jeff se acercó a ella y la abrazó. -Todo va a salir bien...- comentó, tratando de convencerse a él mismo. Tenía un mal presentimiento. Comenzaba a sucumbir a la paranoia, que se mezclaba con la culpa de haberle mentido a Valerie acerca de Harrison. Él había escuchado con atención el relato de Valerie, y Harrison había quedado como un monstruo mucho peor de lo que era. Y lo había ayudado en un principio. Y en ese momento solo quería decirle la verdad a Valerie, pero simplemente no encontraba las palabras necesarias. Y tenía miedo de que ella lo odiara después. Se había perdido en sus pensamientos, hasta que Valerie lo interrumpió. -Cuando era pequeña, solíamos venir a este hotel en verano. Antes había una piscina enorme y la gente llegaba alquilando una habitación para pasar la tarde. A veces, cuando me aburría, mi madre solía llevarme a un parque de juegos que está muy cerca de aquí. Había unos columpios rojos y un tobogán, y muchos niños que corrían y gritaban, y reían...- susurró.
Jeff la abrazó con más fuerza, mientras trataba de visualizar el hotel en sus momentos de gloria. En aquel momento, la pintura de las paredes estaba desconchada y los muebles estaban muy viejos y cubiertos de polvo. Los edificios que rodeaban al hotel eran pequeños y muchos estaban abandonados. Según lo que Valerie le contó, aquél había sido un suburbio muy lujoso e importante... Pero la ciudad creció, y mucha gente se mudó. Las tiendas de alrededor quebraron y poco a poco, todos olvidaron ese lugar. Todos, excepto algunos vándalos, que se habían encargado de destruir y grafitear las paredes de los edificios y casas contiguas. El hotel en el que estaban se había salvado un poco... Pero su reputación estaba por los suelos.
Al final de todo, Valerie y Jeff terminaron tendidos en la cama, y poco a poco fueron quedándose dormidos.

La Última JugadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora