No confíes en mí

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-Entonces ¿sólo entraste a ver una dirección y un nombre? Hiciste demasiado alboroto...- comentó Jeff reflexionando, mientras Erin arrastraba sus pies por la calle. Era como la pregunta 30 que le había hecho su nuevo "amiguito". Ella suspiró, cansada. -Mira, amiguito, te lo explicaré una última vez; ya no contestaré a ninguna de tus preguntas- lo atajó con voz fría. Jeff suspiró sonoramente. -¡Pero no me has contestado ninguna!- reclamó él, cayendo en la cuenta de que había hecho como 30 preguntas al aire, y todas se las había contestado él mismo. -Patético- susurró Erin. Jeff fingió no escuchar nada. -Y una cosa más... Soy Jeff, no "amiguito"- se quejó. Literalmente la manera en que ella decía esa palabra era irritante. Erin se detuvo de golpe, y lo encaró. -Dijiste que eso éramos, que eso es lo que seríamos... ¿Que esperabas? ¿Que fuera un amor contigo cuando casi arruinas mi misión?- preguntó ella golpeando con su dedo índice el pecho del chico. Él la miraba de una manera que no pudo descifrar. Como si ella fuera una clase de insecto que él estuviera estudiando. Erin resistió el impulso de darle otra patada. -Mira, lo siento. Pero es mi trabajo- soltó Jeff sin pensar. Y abrió los ojos como platos al darse cuenta de su estupidez.

Erin le apuntó con una pistola. "Es mi trabajo". -¿Qué trabajo?- habló ella, esperando que Jeff se convenciera de que la pistola estaba cargada realmente. El chico soltó el aire de sus pulmones. -Mi trabajo como hombre... Es protegerte, y pensé que conmigo tendrías más seguridad...- contestó él con rapidez, rogando que su rostro no lo delatara. Erin hizo una mueca de desagrado al escuchar la respuesta. Bajó el arma, y le dio la espalda. -No eres un hombre, eres un niño. Un niño no puede protegerme. Cometiste un error al venir conmigo- aclaró ella, y luego continuó su camino, guardando el arma en una bolsa del pantalón que Jeff no había visto. Se quedó de pie sintiendo como el comentario de la chica perforaba su mente. Le dolió y por alguna razón, le gustó. Ella era la clase de mujer que no esperaba ser rescatada. Luego recapacitó; ella era una asesina. Una mujer cruel, peligrosa y despiadada. Él sólo quería dar la vuelta y dejarla sola. Pero no podía. No quería sufrir la furia de Harrison.
Se había quedado sin ideas, porque después de todo, esa chica no caería tan fácilmente. Trotó para alcanzarla, y pudo ver en el rostro de ella una sonrisa burlona. -Bueno, soy un niño... Pero un niño con dinero... así que ven, te invito a almorzar como ofrenda de paz- dijo Jeff sonriendo ampliamente. Su sonrisa nunca le fallaba con las chicas. Erin lo miró unos segundos y suspiró. -Bueno, vamos a almorzar- contestó. Ella no iba a comer con el playboy. En realidad lo iba a dejar plantado mientras ella salía corriendo por la puerta trasera.

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Jeff la llevó a un restaurante pequeño y acogedor. Lo encontró de casualidad mientras ambos paseaban por las calles. El local estaba medio vacío, por lo que sospechó que la comida quizá no era muy buena. Antes de que pudiera abrirle la puerta, la chica entró y caminó hasta la última mesa que estaba al fondo del local. Jeff la siguió, y esperó a que ella se sentara.

Erin tomó asiento y cruzó su pierna. Observó que a Jeff literalmente se le iba la mirada. No pudo evitar sonreír. -Bueno, Jeff... ¿qué vamos a almorzar?- le preguntó al chico mientras se recogía el cabello con una liga. Observó que Jeff fruncía el ceño, y luego bajaba la mirada al menú. Erin moría de ganas por salir de ahí, pero primero debía convencer al chico de quedarse ahí. Esperó a que él ordenara un par de emparedados y malteadas. Antes de que el mesero se fuera, Erin le echó una mirada al menú y agregó a la cuenta una orden de hot-cakes, un bol de cereal, una porción de helado de chocolate, una orden infantil de waffles, y dos rebanadas de pay de queso. Observó que Jeff la miraba con los ojos abiertos como platos, y ella celebró internamente. -"Paga eso, dulzura"- pensó ella. El mesero se retiró. Erin pensó que el chico le diría algo, pero para su sorpresa, Jeff solo le sonrío. -Si se te antoja algo más, me dices para pedirlo- agregó él. Eso encendió una llama en Erin. Iba a explotar en cualquier momento y no iba a terminar bien. Quería embarrarle comida al perfecto rostro de Jeff después de ponerle una paliza. -"¿Es que siempre eres así de odioso?"- se quejaba ella mentalmente.

La Última JugadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora