Una vida nueva

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Jeff despertó en una cama de hospital. Estaba conectado a un monitor que emitía un fuerte pitido. Iba al ritmo de su corazón. Tenía la boca seca, y llevaba vendadas las muñecas. Ya no le dolía el cuerpo como antes, pero sí sentía el rostro hinchado. Trato de hacer memoria, pero lo único que seguía en su cabeza era la imagen de Valerie alejándose de él. Examinó la habitación buscando algo que lo ayudara a reconocer el hospital, pero no fue de utilidad. Se quedó recostado sintiendo como su estómago se retorcía. Estaba muy desorientado.
Escuchó voces que provenían de afuera de su habitación, y entonces entró Nathan. Su corazón se aceleró pues la última vez que había visto a ese hombre, trabajaba para Harrison.
Al pensar en eso, sintió nauseas.
-¿Estás bien?- le preguntó. Jeff se quedó sin palabras para contestarle, así que solo observó que el hombre se sentaba en una silla que había al lado de su cama. Sostenía un vaso desechable lleno de café, y debajo de sus ojos había ojeras. -Escucha... sé que la primera vez que nos vimos estábamos en bandos diferentes, pero ahora... Bueno... Harrison está muerto. Y ya no tengo por qué retenerte más- continuó Nathan.
Jeff comenzó a tranquilizarse después de escucharlo. Y entonces hizo la pregunta que lo había estado persiguiendo desde su despertar. -¿En dónde está Valerie?-.

Nathan cambió la expresión de su rostro, y apretó con más fuerza el vaso de café. Fue entonces cuando Jeff lo supo. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero se negó a dejarlas salir. -Lo siento mucho...- susurró Nathan. Jeff negó con la cabeza. Ella no podía estar muerta. Ella había salido de su celda. -¿Cómo...? ¿Qué pasó?- preguntó con la voz temblorosa. El agente dejó el café sobre la mesita de noche y suspiró. -Ella salió del reclusorio, conduciendo... Estaba lloviendo, y todo indicó que perdió el control del auto y se volcó- respondió.
Jeff sintió una punzada en el pecho. Muchas preguntas llenaban su cabeza, pero tenía demasiado miedo como para decirlas en voz alta. Peor aún, sabía que quizá las respuestas lo partirían a la mitad. No podía imaginar a Valerie muerta y fría. No quería olvidar su sonrisa, o su olor... Su voz estaba fresca en su mente, y se aferró a ella como si su vida dependiera de ello. No se dio cuenta de que estaba llorando hasta que Nathan le dio unas palmaditas en la espalda, tratando de consolarlo. -Estaba esperando a que despertaras para arreglar su entierro... En verdad lo lamento- le dijo. Jeff se limpió la nariz con su brazo, y la realidad lo aplastó. -¿Cuánto tiempo llevo aquí?- preguntó. Nathan suspiró. -Dos días- respondió. Él escuchó que el aparato que marcaba los latidos de su corazón iba muy rápido. -¿La tienen en la morgue? ¿Su cuerpo está...?- comenzó a preguntar, pero después se quedó callado. Se imaginó el cuerpo sin vida de la mujer que amaba sobre una plancha fría, esperando a ser enterrada. Nathan negó con la cabeza. -No hay cuerpo que enterrar, Jeff... Ella... El auto explotó... Mis hombres dijeron que posiblemente al volcarse el auto ella se golpeó la cabeza y quedó inconsciente. No sintió nada- susurró. Jeff se sentó en la cama con dificultad. -¿Posiblemente?- preguntó, sintiendo como la furia lo abrazaba. Nathan se levantó de su silla. -Valerie está descansando ahora, Jeff. No puedes torturarte con esa clase de preguntas...- comenzó, pero Jeff lo interrumpió.

-¿Que pasó con Harrison? Ella lo asesinó, ¿verdad?- preguntó. Nathan asintió con la cabeza. Jeff llevó las manos a su rostro. -Sé que estuvo sufriendo en la celda. No soportaría saber que sufrió también en su muerte- comentó.
Nathan no sabía que responder. No había manera exacta de saberlo. -Me dijo que recordara lo bueno de ella...- sollozó Jeff. Él se quedó a su lado, y después habló. -Le di el auto y abrí las celdas. Deberías culparme a mi-.
Jeff lo miró, con una expresión de dolor en el rostro. -No... No puedo hacer eso. Tu la liberaste, y te doy las gracias- respondió.

Nathan asintió con la cabeza, sintiendo que se quitaba un peso de encima. -¿Sabes algo, Jeff? Ella me enseñó a ser valiente...- le dijo.
El muchacho sonrió con tristeza. -La voy a amar hasta el fin de los tiempos- susurró.

La Última JugadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora