La apuesta

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Jeff se despertó a la mañana siguiente con un terrible dolor en todo el cuerpo. Se levantó de la cama, y descubrió que había sido el único en dormir en ella. Sus ojos viajaron a la ventana, y al cuerpo que se encontraba recargado en ella. Erin dormía. Jeff se acercó despacio a la chica, que aún llevaba el vestido rojo. Se arrodilló frente a ella. El cabello le caía en el rostro mientras el sol la bañaba. Jeff sonrió. Acercó su mano para apartarle el cabello a Erin. Ansiaba acariciar la mejilla de la asesina. Y entonces, una mano se cerró en su muñeca con tanta fuerza, que él dio un pequeño salto.

Erin taladró con la mirada a Jeff. -¿Qué estás haciendo?- preguntó más agresiva de lo que pretendía. Jeff se encogió de hombros. -Nada- contestó. Erin bostezó. Observó por la ventana. El sol la cegó por un momento. Estaba acalorada, también. No sabía cuantas horas había estado en contacto con el sol. -Erin...- comenzó Jeff, pero ella lo atajó. -Nuestro objetivo se ha ido a Londres- susurró. Jeff frunció el ceño. -¿Qué?- preguntó, sin comprender. Erin lo miró a los ojos. -Charles Whiplash tomó un helicóptero ayer a las tres de la mañana. Hicieron demasiado alboroto...- explicó. Jeff suspiró. -¿Tienen helipuerto?- preguntó, todavía sin entender nada. Erin se quedó en silencio. -¿Vas a asesinar a Charles Whiplash?- continuó Jeff. Erin puso los ojos en blanco. -Alguien está muy dormido...- comentó con sarcasmo. Jeff negó con la cabeza. -Erin... me estás dejando sin circulación...- susurró. Erin observó el brazo de Jeff, que aún sostenía con fuerza. -Lo siento- dijo mientras lo soltaba. -Gracias- comentó Jeff mientras se revisaba la muñeca. -Tienes demasiada fuerza...- susurró él. Erin no supo como tomarse el comentario, así que simplemente se levantó del suelo. Un objeto cayó al suelo con un golpecito sordo. Antes de que ella pudiera ocultarlo, Jeff lo tomó en sus manos.

-Lo estuvimos buscando por horas... y después supimos que te lo habías llevado- comentó Jeff, mientras observaba el reloj de Benedict. Erin se lo arrebató con violencia, y se alejó. Jeff se levantó del suelo y la siguió. -Pensamos que lo venderías- continuó. Erin suspiró, derrotada. Lanzó el Rolex a la cama. -¿Lo viste?- preguntó, mientras recordaba el cadáver de Benedict en una cama llena de sangre. Jeff colocó una de sus manos en el hombro de Erin. -Sí- respondió él. Erin asintió con la cabeza. -Después de dejarlo ahí... me dí cuenta de que había cometido un error. No era como los demás...- susurró. Jeff no quería hablar del tema. No quería decirle lo mucho que lo había impresionado su trabajo al fingir un suicidio... tampoco lo que había encontrado en el baño. -La única vez que lo vi, me burlé de él...- comentó Jeff, avergonzado. Erin se sacudió la mano de Jeff. -Ya basta. Vístete. Nos vamos a Londres- le ordenó, se acercó a uno de los sofás, tomó su ropa sucia y se dirigió al baño. Antes de entrar, recogió el reloj y se lo puso en la muñeca. Le quedaba un poco grande, pero no le importó. Se dio cuenta de que Jeff la miraba. Y entonces, las palabras salieron de su boca sin poder detenerlas. -Voy a quemar la organización hasta los cimientos. Voy a destruir a todos dentro de ella, y no tendré piedad. Benedict tuvo una muerte tranquila en comparación con la que le espera a Charles-.

Jeff se quedó sin aliento mientras Erin se encerraba en el baño. No sabía cómo sentirse. Había abandonado la organización al retirarse el chip... pero la verdad aún estaba enterrada en lo más profundo de su ser. -Yo tenía que enamorarte, tenía que llevarte a ellos... Y al final, tú me enamoraste a mí, y tú me llevarás a destruirlos- pensó. Se puso la ropa manchada y sudada del día anterior. Cuando Erin salió del baño, tomó las llaves, el cheque, y ambos salieron del hotel.

El Ferrari rojo esperaba en el estacionamiento. Los ojos de Jeff brillaron. -Hola, hermosura- susurró mientras pasaba su mano por la pintura del auto. Erin puso los ojos en blanco. -Los hombres y su extraña manera de tratar a los autos- comentó. Jeff se acercó a ella con cara suplicante. -Déjame conducir... por favor... por favor, Erin... ¡Sólo mírala! ¡Es una belleza!- gritaba él. Erin sacó la llave de su bolsillo, pero no se la dio. -Primero: no es una chica. Es un auto...- comenzó. Jeff iba a interrumpirla, pero no pudo. -Segundo: es mi auto. Lo gané con el último dinero que me quedaba de mis ahorros... Y tercero: creo que habías dicho que te aterraba la velocidad-.

La Última JugadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora