Mauro.
Maricela ya había conocido el mar antes en Argentina pero al ver Puerto Vallarta su cara fué diferente, se veía más emocionada y con un brillo más en sus ojos.
—Wooow... —Expresó antes de sonreír mostrando los dientes—. ¡Esto es el cielo!
Celeste se rió tomando la mano de nuestra hija.
—Esa es nuestra casa —le señaló una que está a varios metros de nosotros.
—¿La compró papá? —Me miró.
—Digamos que me la heredaron —Respondí colocando mi mano en la cintura de mi mujer.
Mi hija apenas tiene once años y he logrado hacerla feliz de los maltratos que recibió.
—Ven, Zeus —Le dijo Celeste mientras caminaba de la mano con Maricela.
Desde que Hiroshi me dejó todo el poder sobre Zeus busqué maneras de que éste se pudiera hacer pequeño. Me costó casi cuatro años pero lo logré y ahora puede salir con nosotros pero la gente aún no se acostumbra a ver un robot por las calles.
Tengo planes de hacer que parezca un humano pero eso también me llevará años.
—¡Mira, papá! —Expresó señalando unos castillos de arena.
—Haremos unos, mi niña pero primero debemos cambiarnos—Le dijo Celeste .
—¿Vas a ponerte traje de baño?
—Obvio, quiero que estrene los que le compré —Respondí pellizcando la pompa de Celeste.
—Eh... —Se puso nerviosa al sentir mi agarre—, si, y también usarás los que la tía Katheryn diseñó para tí.
—En el colegio hay unas señoras que no te quieren —Se colocó unas gafas.
—¿A sí? —Celeste me miró confundida—. ¿Y eso?
—Porque vas con ombligueras y dicen que tu cintura es operada.
Celeste torsió los ojos y suspiró.
—Eso se llama envidia, cielo.
Amé tal seguridad de Celeste y sobre todo cuando me deja ver cada parte de ella.
Llegamos a casa y al abrir la puerta, Maricela entró gritando.
—¡Ven Zeus! —Se puso a brincar en el sofá.
Zeus la siguió y al subirse al sofá se quedó quieto.
—¿Está bien? —Me preguntó Celeste.
—No sé... —Respondí cerrando la puerta para ir después con Zeus.
Lo revisé y se había apagado.
—No es la primera vez que lo hace, hace unos días también se apagó —Dijo Maricela mientras se sentaba.
—Lo revisaré más tarde, vayan a cambiarse que tenemos mucho por hacer —Les dije sentando a Zeus en mis piernas.
Celeste me dió un beso en la boca y se fué con Maricela.
Revisé algunos botones de Zeus y todo estaba bien, incluso los cables.
No me quedará de otra mas que revisarlo en Japón. Hiroshi tiene toda la tecnología que necesito pero las vacaciones no serán lo mismo sin Zeus.—Mamá... Mamá... —Habló Zeus encendiéndose.
—¡Celeste!—Le grité.
Llegó a los segundos y Zeus corrió hacia ella.