Natalia.
Corrí a los brazos de Matías y me abrazó con tanta fuerza como si me fueran a alejar de él.
-¿Estás bien? -Preguntó antes de besar repetidas veces mi rostro.
-¿Qué está pasando? -Pregunté mirando fijamente sus ojos.
-No sé, mi amor pero debemos salvar a nuestra familia
-¿Y Robert?
-También se lo llevaron -Dijo como si fuera el culpable.
-Bien... -Puse los brazos en jarras-, lo primero que haremos será ir a la mansión.
-¿A qué?
-Mauro le puso un rastreador a Celeste y de seguro podemos averiguar en dónde están todos si buscamos entre las cosas de Mauro.
Sonrió dandome un beso en la boca.
-Vamos, Damisela.
Me agarró de la mano para subir a su auto. Se supone que no nos veríamos en una semana y ahora estamos juntos pero no por una buena razón.
-¿Y Joshua? -Pregunté.
-No puedo localizarlo, le he llamado pero no responde -Dijo antes de mirarme y centrarse en mis labios.
-¿Qué?
-Me deseas.
-No empieces, Matías.
-Eres tú la que empieza por morderte el labio.
Solté mi labio de repente y me puse roja.
-Te odio...
-Perdón, tienes razón, debemos concentrarnos.
Me recargué en su hombro mientras él conducía y cuando llegamos a la mansión me agarró las manos.
-Pase lo que pase no te alejes de mí a menos de que te lo pida -Dijo casi en súplica.
-La única manera en que me pedirías que me aleje de tí sería porque estamos en peligro pero no lo haré -Besé sus manos-, o vivimos los dos o morimos los dos.
Acarició mi mejilla asintiendo.
-Si, mi amor, será como digas, la líder eres tú.
-Tú también eres el amo -Le guiñé un ojo antes de salir del auto.
La mansión tenía muchos impactos de bala algo que me provocó mareos.
Agarré la mano de Matías para que entraramos juntos y me cargó al subir las escaleras.
No puede ser que ni en los momentos más serios pueda dejar de ser tierno.
Llegamos a la habitación y la computadora estaba desbloqueada.
-¿Qué esperas? -Le pregunté a Matías.
-Yo no sé nada de ésto.
-Es tu hermano, debiste aprender algo de él.
Se rascó la nuca y negó con la cabeza.
-No creo...
Bufé sentándome y comencé a teclear.
-¿Sabes lo que haces? -Preguntó Matías.
-No...
Se sentó en mis piernas para ayudarme y cuando encontró la opción ambos sonreímos
-Está en Colombia -Afirmó mirándome.
Fruncí el ceño al notar que en el mapa se marcaban más puntos rojos y luego un mensaje:
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