Capitulo 39

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Celeste.

La boda de Natalia, el nacimiento de Mia y por fin mi boda... Llegó el gran día en que me case con Mauro.

¿Estoy llorando?
No, pero si quiero, soy muy sensible sólo que he aprendido a controlar las emociones.

Mi mamá no deja de mirarme y estoy poniéndome más nerviosa cada segundo.

—Tu papá está en la limusina, dice que no tardes —Me dijo Akira que tampoco deja de verme.

—Gracias...

Respiré profundo y luego las chicas gritaron por quinta vez en los últimos 2 minutos.

—¡AH! —me quejé al sentir el susto.

—Ay, perdón —Se disculpó Natalia.

Mi hija no ha hablado desde la mañana algo que me preocupa pero tal vez sólo está nerviosa.

—Está bien, Nat —Acaricié su vientre —. Te quiero bastante —le guiñé un ojo.

Se sonrojó mientras agarraba la mano de Katheryn y yo salí de ahí.

Mi papá estaba recargado en la limusina como si fuera el chófer. Su traje lo hace ver más joven y apuesto.

—No puedo creer lo hermosa que estás —Dijo ayudándome a subir en la limusina.

—¿Por qué?

Se subió a mi lado y respondió en cuanto el chófer avanzó.

—Porque tu belleza me sorprende cada día más.

Sonreí mostrando los dientes y recargué mi cabeza en su hombro.

—Gracias, papá.

Entrelazó mi mano con la suya y besó mi cabeza.

—¿Segura que te quieres casar? Aún estás a tiempo de arrepentirte.

—Ya te pareces a Hiroshi en la boda de Natalia —Me reí.

—Es que ahora lo entiendo.

—Llevamos tiempo de vivir separados, papá —Me separé de él para acariciar su mejilla.

—No es lo mismo que verte casada.

Me miró por unos segundos antes de recargar de nuevo mi cabeza en su hombro.

—No le has dicho a Diego que tú eres mi favorita, ¿Cierto?

—Claro que no, papá —Me reí.

—Ya ves que es muy sensible con eso del embarazo.

—Oye —Lo obligué a mirarme—. ¿Estamos bien?

—Vas a casarte, claro que estamos bien.

—Te amo, papá —Acaricié su rostro.

—Y yo a ti, mi amor.

—Quizá te lleve a mi luna de miel.

—Me agrada la idea, así podría dormir entre ustedes.

—Y abrazar a Mauro cuando tenga ganas de coger

—Chistosa —Entrecerró los ojos.

—Es un don —Levanté los hombros.

—¿Aún sigues a la idea de no tener hijos?

Fruncí los labios y miré hacia otro lado.

—Ya tengo dos hijos.

—Una es adoptada y el otro es un robot

—No lo digas de esa manera, suenas cruel.

—No quise sonar así, lo siento.

A Tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora