April necesita un favor, Bastián es el único que puede ayudarla.
Solo deben fingir. Eso es todo. Fingir delante de los demás, especialmente frente a su familia, que creen que ellos están juntos.
Una farsa temporal. Solo eso.
Pero, ¿y si termina s...
Suiza es el lugar más mágico que he visto nunca. Es un completo espectáculo con trazos verdes y azules, grandes montañas y lagos azules. Es tan asombroso que me detengo cada cierto tiempo para poder absorber los detalles.
La razón por la que estamos aquí es debido a una invitación que no había esperado recibir. Hace unas semanas, el padre de Winter me llamó para invitarme a pasar unas vacaciones en su casa. Dijo que ella le había hablado de mostrarme su lugar de origen, y de realizar un picnic conmigo.
No dudé en aceptarlo, y mientras lo escuchaba, sonreí, pensando en ella y que iba a cumplir uno de sus últimos deseos.
Así es como ahora estoy caminando por los caminos verdosos al lado de Bastián, y mientras él lleva las cesta con frutas y bocadillos, y un morral con lo que necesitaremos...
Yo llevo en brazos a nuestro primer hijo.
Adrien.
Sí, así como leen. Tuvimos la dicha de convertirnos en padres hace un año, en un hermoso veintiocho de diciembre, en donde conocí el amor más abrasador que existe, en donde conocí a la luz de mis ojos y a la razón principal por las cual me despierto todos los días sintiéndome la mujer más afortunada del mundo.
Muevo a Adrien en mis brazos, adorando como se ve con la manta azul rodeándolo y sus grandes ojos azules observando todo con curiosidad. Puedo decir que es lo único que sacó de mi, ya que el resto es todo Bastián. Su cabello castaño claro, sus pecas, el puente de su nariz e incluso el arco de sus labios.
Si me enamoré de Bastian, Adrien me tiene totalmente a sus pies.
—Estoy enamorada —confieso, dándole un rápido vistazo a Bastián.
Bastián curva sus labios y sé que él también lo está. Pasa horas al lado de la cuna de Adrien, solo mirándolo, y asegurándose de que está respirando mientras duerme.
—¿De mi o de nuestro hijo?
—De los dos —admito, dándole un beso en la mejilla—. Es casi idéntico a ti.
—Por eso estás enamorada de él —bromea, dándome un guiño.
—Tienes razón —concuerdo.
Bastián también ha cambiado, pero solo ha hecho que me guste más. Con el pasar de los años ha adquirido un tipo de atractivo más maduro, el rostro de barba en su mandíbula, más músculos, ese aire maduro que me vuelve loca, y que incluso con nuestro matrimonio e hijo, la chispa entre nosotros no ha hecho más que ser más fuerte.
Por mi parte, también he cambiado, sobre todo mi cuerpo. He subido de peso, me han salido estrías y mis senos han aumentado su tamaño. No obstante, estoy bien con eso, porque mi cuerpo trajo al mundo al ser que más amo. Además, Bastián se encarga de demostrarme y de decirme lo bien que me veo, lo que ayuda a que me sienta incluso más bonita.
Adrien mueve sus manitas en el aire, queriendo atrapar con sus dedos los rayos del sol. Mis labios se curvan y mi corazón se acelera.
Más adelante vemos un lugar perfecto para sentarnos, de modo que Bas extiende la tela blanca sobre el césped, y ambos nos sentamos al lado del otro, con nuestro hijo en mis brazos y Bastián mirándonos a ambos mientras saca la comida.
La brisa mueve mi cabello, que con el paso de los años ha vuelto a ser largo otra vez, y Bastián pasa su brazo por mis hombros. Frente a nosotros, el lago resuena y el cielo tinturado de varios tonos, nos encara.
—Nunca te había visto tan feliz —murmura, dándole el pulgar a Adrien, quien lo agarra con felicidad.
—Nunca lo había sido —admito—. Dudé mucho en sí quería ser madre o no, pero ahora sé que era uno de mis sueños —Miro al bebé, con sentimientos que no me veo capaz de explicar—. Haré todo lo que pueda para ser la mejor mamá del mundo, te lo prometo.
—Has sido la mejor madre desde que te enteraste de que estabas embarazada.
Un nudo crece en mi garganta, y le doy un casto beso. Los nervios todavía siguen alojándose en mi estómago cuando estamos juntos.
Nos quedamos en silencio, disfrutando el paisaje. Adrien nos imita, solo moviendo sus piernas pequeñas y arrugando la nariz.
—Bas, ¿eres feliz? Es decir, siendo padre y mi esposo.
—Lo soy. Todos los días. Aunque he olvidado lo que es dormir más de cinco horas.
Me echo a reír, pues comparto el sentimiento. Incluso si Adrien es tranquilo, sigue siendo un bebé, y nuestra rutina se basa en trasnocharnos para cuidarlo y alimentarlo.
—¿Qué piensas de tener otro hijo? —inquiero, mordiéndome el labio en gesto pensativo.
—Que si es lo que quieres, eso haremos.
—Eso hicimos —le corrijo, inhalando una bocanada de aire.
—¿Ah? —replica, uniendo las cejas en confusión.
—Vamos a ser papás por segunda vez. Estoy embarazada.
Bastián se queda inmóvil y solo cuando parpadea, reacciona. Su rostro se transforma con una sonrisa real y emocionante, y me da un beso pausado.
—Mon amour, je t'aime.
—Te amo más, Bastián.
Seguimos sonriendo como un par de tontos enamorados, y luego nos dedicamos a mirar a Adrien.
Entonces una mariposa color azul aparece volando frente a nosotros, y se detiene en la manta de nuestro hijo, como si estuviera mirándolo.
Las lágrimas brotan de mis ojos, y lo entiendo de inmediato.
Cumplí mi promesa, Winter.
Gracias por venir y cumplir la tuya.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.