II

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Vivía solo en un viejo edificio de tres pisos ubicado a orillas de la urbe, se alojaba en el segundo nível porque era el más asequible. Era huerfano y la soledad solía calarle más en épocas festivas que cualquier otro día del año. Le gustaba imaginarse por las madrugadas, cuando no lograba conciliar el sueño, cómo habría sido vivir con sus padres.

Al entrar a su departamento, fue recibido por un pequeño zorro fenec que corrió en círculos alrededor suyo en espera de caricias y mimos. Naruto sonrió al ponerse de cuclillas para acariciarle la sedosa cabeza bermellon.

-¿Tienes hambre, Kurama?

El pequeño zorro lo siguió, corriendo para adelantantarse a la cocina. Naruto sacó un filete de la nevera para descongelarlo. Vio detenidamente la gasa envuelta con cinta en su mano y decidió que mañana a primera hora iría a la farmacia por desinfectante. Ya se había lavado y rociado un poco de alcohol pero aún ardía demasiado.

-Esos idiotas- insultó a la nada, recordando la sonrisa cínica de uno y la mirada altanera y divertida del otro. Inconscientemente contrajo los puños.

Los odiaba, pero más odiaba no poder hacer nada para lidiar con ellos. Le parecía humillante tener que buscar ayuda de sus superiores.

Su gesto adusto se relajó poco a poco al notar la esponjosa cola agitarse de un lado al otro a la expectativa de su comida.

Naruto dejó escapar el aire y encendió el microondas para meter la carne. No entendía por qué esos tipos seguían ensañandose con él, ni tampoco pensaba preguntarselos. Era obvio que querían hacerle renunciar. Ya se enterarían que Naruto Uzumaki jamás se daba por vencido.

-Aqui tienes, Kurama- colocó el cuenco junto al plato con agua y se apresuró a enjuagarse las manos.

Había encontrado a Kurama un mes antes cerca de la carretera que conectaba con la intersección de un desvío hacia la ciudad mientras entregaba el periodico de la mañana. Ese era su segundo empleo y no le molestaba para nada. Era sencillo viajar de un extremo a otro y dejar el diario afuera de las casas. Aquella vez había visto al animalillo rezagado de costado junto a un árbol. Naruto había dejado la bicicleta votada para inspeccionarlo y dar cuenta de la profunda herida en su costado. Lo habían atropellado, pero el muy pillo pudo levantarse para refugiarse del dolor.

Luego de encontrarlo lo había llevado a la veterinaria. Tres días después Kurama estaba casi como nuevo. Desde entonces Naruto lo había llevado al departamento para que terminara de restablecerse. Le parecía impensable dejar al zorrito solo en el bosque a sabiendas de que otro animal salvaje podría aprovecharse de su herida.

Quizá en un par de semanas más lo liberaría. También le costaba aceptar que se había acostumbrado a su compañía. Kurama era su único amigo en el mundo.
*

Su turno aún no acababa, pero había pedido permiso para ausentarse dos horas antes.

Luego de hacer su corte y cerrar la caja, Naruto se sintió aliviado. Ese día no había visto a aquellos molestos imbeciles y las horas le resultaron agradables, el tiempo pasaba más pronto cuando no se sentía a la defensiva.

Camino a su casillero, se quitó la gorra y el chaleco para colgarlos en el perchero. Tomó las llaves del locker y salió al estacionamiento.

-No es posible- sus pasos se vieron interrumpidos a mitad del trayecto. Le habían arrancado la canastilla frontal a su bicicleta. Tenía que entregar los diarios mañana temprano.

¿Qué haría?

Aprender a pelear. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora